Venezuela: ¿el fin de la noche autoritaria?
Daniel Parodi Revoredo
El chavismo tuvo sus méritos: abrirse paso en América Latina con un discurso de izquierdas pocos años después del consenso de Washington fue sin duda una proeza. Pero todo tiene su final y este parece estar llegando a Venezuela en donde la opositora UD controlará por amplio margen la Asamblea Legislativa.
Nicolás Maduro, justo es reconocerlo, admitió la derrota sin cortapisas, más allá de denunciar una imaginaria “guerra económica” que soslaya el agotamiento de una anquilosada maquinaria asistencialista. En realidad, la pobreza en la que están sumidos la mayoría de venezolanos responde a la abdicación de edificar un modelo de desarrollo sostenido, desplazado por un trasnochado proyecto político socialista.
Lo que sucederá en Venezuela es incierto, pero la sosegada reacción de Maduro podría acercarnos a un escenario de pre-transición democrática cuya primera señal debe ser la inmediata liberación de Leopoldo López y Daniel Ceballos. El escenario opuesto es el endurecimiento de la represión política y la eventualidad de un autogolpe, aunque es tradición regional que las transgresiones constitucionales exitosas vengan acompañadas de un imponente respaldo popular y esta no es la situación en la tierra del joropo.
La caída del kirchnerismo en Argentina y la derrota del chavismo en la matriz del Alba, avizoran un giro democrático en la región, en sintonía con el libre mercado. Sin embargo, más que rasgarse las vestiduras, cabe preguntarnos qué pasó que desde 1999 un caudillo militar venezolano logró expandir por toda América Latina un inédito populismo de izquierda con rasgos autoritarios. Recordemos que Hugo Chávez fue el resultado del fracaso del bipartidismo Acción Democrática – COPEI en Venezuela, cuya crisis permitió que las urnas coloquen dócilmente a un ex-militar golpista en el poder.
Cabe recordar también que en la década de 1980, la deslegitimación del sistema de partidos le permitió a Alberto Fujimori acceder al poder en 1990 y convertirse en dictador en 1992, aclamado por las masas y con el incondicional respaldo de nuestra derecha económica.
Por todo ello resulta imprescindible distinguir liberalismo económico de democracia pues aquel es insuficiente para garantizar a esta. Con enormes desigualdades socioeconómicas, sin partidos políticos y sin instituciones sólidas que contrapesen el sistema, la noche autoritaria, vieja conocida de los latinoamericanos, seguirá a la vuelta de la esquina y poco importará el matiz ideológico de su tenebroso velo.
Publicado hoy en Diario Expreso
twitter: @parodirevoredo
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