Venezuela y la democracia regional son los desafíos de su gestión

ALMAGRO EN LA OEA

“Queremos una organización comprometida con la firme defensa de la democracia, queremos una organización eficiente y efectiva que respalde la vigencia del Estado de derecho y el pleno ejercicio de los derechos humanos” Gonzalo Gutiérrez Reinel, canciller del Perú

Hace 500 años, en 1514, Diego de Almagro llegó a América desde España. Su devenir en el Nuevo Mundo fue azaroso; tras casi 20 años en Darién, Panamá, se embarcó hacia el Perú para sumarse a la expedición de descubrimiento y conquista de Francisco Pizarro. Almagro no estuvo en la captura de Atahualpa en Cajamarca en 1532, pero sí en la toma del Cusco en 1533. Luego partió hacia el sur donde descubrió Chile pero regresó pronto y decepcionado debido a la pobreza del territorio. Por eso le disputó a Pizarro la posesión de la antigua capital inca y murió en el intento, en 1538.

La América que administrará el flamante Secretario General de la OEA, Luis Almagro, dista mucho de parecerse a la que encontró el otrora conquistador; sin embargo, sus complicaciones políticas no parecen más sencillas. ¿Dejará Luis en la historia una huella tan profunda como la de Diego? Enseguida algunas respuestas tentativas.

Son varios los desafíos que deberá enfrentar Luis Almagro al frente de la OEA. Entre ellos está la cuestión de la democracia y los derechos humanos en la región; Venezuela, que es un problema en sí mismo; el cono sur, Perú, Bolivia y Chile, cuyas fricciones deben monitorearse y conducirse hacia soluciones permanentes. Luego está Cuba, cuyo diálogo con los Estados Unidos avizora el final del conflicto más antiguo de la región.

Sin embargo, el principal desafío de la OEA es ella misma. Las últimas décadas, la OEA ha visto disminuir continuamente su ascendente en el continente. Esto se debe a la aparición de varios foros paralelos como UNASUR, CELAC o la Alianza del Pacífico, pero también a su tibieza ante las crisis regionales desencadenadas por Venezuela y su marcada influencia en varios países de América Latina.

Por ello, si OEA quiere recuperar algún protagonismo regional debe asumir un rol mucho más activo en el resguardo de las libertades civiles y los derechos humanos en la tierra de Bolívar y encarar, al mismo tiempo, la escalada autoritaria de varios países sudamericanos. Estos están recurriendo a modificaciones constitucionales para permitir la reelección indefinida. De esta manera, el mandatario en el poder utiliza todos sus resortes para permanecer en él. En esta situación se encuentran Ecuador, Bolivia y Argentina.

Yo no estoy convencido de que la naturaleza de este problema sea solamente ideológica. Chile, por ejemplo, viene virando hacia la izquierda con una serie de reformas estructurales sin por ello alterar un ápice la vigencia de su estado de derecho. Por eso, otra arista del problema es nuestra cultura caudillista-autoritaria hace dos siglos empoderada en la región y cuyo reemplazo por otra institucional aún no hemos logrado. Por eso fue Fujimori, neoliberal y populista, en la década de 1990 y Chávez, estatista y populista, en las dos siguientes. Sin embargo, la diferencia entre ambos radica en la capacidad económica de influir en el continente que posee Venezuela y que explica su control casi absoluto sobre UNASUR.

Hasta aquí el panorama no es muy promisorio. Tras su elección, Luis Almagro se ha mostrado más entusiasmado con la posibilidad de lograr el retorno de Cuba a sus fueros, que comprometido con la democratización del continente. De hecho, la canciller venezolana, Delcy Rodríguez, acaba de pedir a la asamblea extraordinaria de OEA que adopte medidas para tratar las acciones de Barack Obama en contra de su país.

Así que la pulseada está planteada. Nadie quiere una intervención norteamericana en la región pero la pregunta es si la OEA se animará a recordarle a Nicolás Maduro que viola los derechos humanos, que tiene presos de conciencia, que tiene secuestradas las instituciones democráticas y que se espera una pronta normalización de la situación en su país. De momento no se despeja la niebla. Los próximos meses podremos contemplar con mayor claridad la senda que hoy emprendemos con poco optimismo.

Publicado el jueves 26 de marzo en Diario La República

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