Sentido común para concluir dignamente
2015: ¿año del sentido común?
¿Qué gran reforma podría encabezar Ollanta Humala? Ninguna. A Hugo Chávez le tomó coraje, convicción e inventiva arruinar a Venezuela. Incluso arruinar las cosas requiere de algún talento”. (Alberto Vergara 2012)
Daniel Parodi Revoredo
En un artículo publicado en 2012, Alberto Vergara sugiere que gracias al “éxito” del modelo económico neoliberal de hace dos décadas, en los ministerios más importantes del país se enquistó una tecnocracia que es la que realmente gobierna y define cómo se hacen las cosas. Para Vergara, el poder de esta tecnocracia se potencia gracias a la mediocridad de nuestra representación parlamentaria que ofrece un pobre contrapeso a la capacidad de iniciativa de un Poder Ejecutivo todopoderoso.
De esta manera, el modelo de administración engendrado por el fujimorismo se ha organizado para que nada se modifique, para que no sean posibles cambios estructurales y para permanecer inmutable al ruido político y a buen recaudo de cualquier aventura reformista.
Es por eso que, desde hace veinte años, la gestión de un gobernante se mide por su capacidad de administrar lo que hay y eventualmente mejorarlo. Allí se encuentra su margen de maniobra. Ello explica que el gobierno de Alejandro Toledo haya sido mejor que el de Ollanta Humala y que Alan García, con su apuesta por la inversión, la infraestructura y la reducción de la pobreza, haya superado largamente a los otros dos.
A mí no gusta el panorama que nos pinta Vergara (a él tampoco). Creo que el Perú necesita utopías y no solo administrar con aceptables estándares de calidad algunos sectores estratégicos. Creo imperativo formar al ciudadano peruano y forjar la clase política del mañana, provista de visión de futuro y capaz de construir un país que sepa quién es y qué república quiere ser (Hugo Neira dixit).
Pero si Ollanta Humala quiso ser reformista perdió demasiado tiempo en su vano empeño reeleccionista conyugal y en la guerra abierta que le declaró a sus adversarios. Humala, además, sólo tenía (tiene) tecnócratas, carecía de políticos, de operadores y, sobre todo, de estadistas.
Es por eso que al 2015 solo le queda ser el año del sentido común. El humor nacional no está para reformas tardías. Lo que necesitamos, más bien, es salir del ruido político. Para el año que comienza, al gobierno nacionalista le deseo la sapiencia para administrar adecuadamente lo actuado, afrontar con sobriedad las controversias y preparar el camino de una transferencia democrática modélica y transparente. El país se lo agradecerá.
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Publicado hoy en Exitosa Diario
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