Bachelet o el fin del neoliberalismo

Reformas de Bachelet: tarea difícil

Hace unas semanas, a propósito de la novena reunión del grupo Generación de Diálogo Perú-Chile, que auspicia la Konrad Adenauer de Alemania, visité Santiago. Mi estancia coincidió con el discurso que el 21 de mayo de cada año –conmemoración del combate naval de Iquique- dirige el presidente chileno al congreso de su país. En esta ocasión, Michelle Bachelet demostró que no es su intención entrar a la historia únicamente por sus dos mandatos, ni por ser la primera mujer en regir los destinos de su país, sino por las reformas estructurales que anunció, muchas de las cuales ya viene discutiendo y aprobando la representación parlamentaria.  

Estado y mercado

Revisar los ejes de las reformas de las dos veces presidenta nos lleva a tres reflexiones: la primera es que Chile vira hacia la socialdemocracia con una virulencia que no manifestaron los anteriores gobiernos de la Concertación ni, mucho menos, la gestión derechista de Sebastián Piñera. La segunda es que dichas reformas expresan, de manera explícita, una relación directa entre representados y representantes. De hecho, la educación es el buque insignia del paquete reformista y recoge el sentir de los miles de ciudadanos y ciudadanas que tomaron las calles, casi cotidianamente, en los años anteriores solicitando su mejora cualitativa y cuantitativa. La tercera, a contracorriente de la segunda, es que el plan reformista dista de ser una medida populista o electorera. Más bien, representa la apuesta chilena por tomar el control de su propio destino para no depender, hasta donde fuere posible, de los vaivenes de la globalización y el libre mercado.

El libreto del Estado de Bienestar es el telón de fondo del plan de reformas: calidad de la educación pública, lo que supone igualdad de oportunidades; Ministerio de Asuntos Indígenas; apoyo a las Pymes para mejorar la productividad; fomento a la pesca artesanal; extensión y mejora de los servicios de salud; becas de capacitación para acceder a puestos de trabajo en el Estado; creación de una AFP estatal que compita con las privadas y las obligue a bajar sus tasas; protección de la infancia, del adulto mayor entre otras. Ciertamente, el sostén económico del plan es una profunda reforma tributaria en la que, sucintamente, las grandes empresas pagarán más, sustentando así el incremento en el gasto público como consecuencia de las medidas que acabo de enumerar.

A mediados de la década de 1990, Chile recibió una pésima noticia. Intel, la gran multinacional de los microprocesadores, decidió construir su planta latinoamericana en Costa Rica, dejando de lado a Chile, el otro candidato. Mientras desarrolló sus actividades –acaba de anunciarse su cierre en el país centroamericano- Intel representó el 20% de las exportaciones costarricenses, tanto como su mayor oportunidad de transferencia de capitales y tecnología. Las razones de elegir a Costa Rica fueron varias, pero una de ellas tuvo que ver con la calificación de la mano de obra y el dominio del idioma inglés. Por ello, las actuales reformas educacionales chilenas buscan elevar el grado de preparación del futuro ciudadano, de cara a la atracción de inversiones, la promoción del desarrollo tecnológico y el desarrollo de la industria local. Otra manera pues, de situarse frente a la globalización y los desafíos del siglo XXI.

Chile, la Alianza del Pacífico y la TPP

Respecto de su relación con el Perú, parece exagerado pensar que Chile abandone la Alianza del Pacífico. Más bien, a lo que asistiremos en los próximos años es al despliegue de una política regional chilena en diferentes frentes y a un relanzamiento de su relaciones con Argentina y, principalmente, con el Brasil, pero sobre la base de que el vínculo con el Perú ya presenta suelo parejo. Puede decepcionar un poco a quienes esperábamos mantener la intensidad de las políticas y el discurso integracionista de los tiempos del litigio, pero la agenda chilena tiende a ampliarse por lo que la potenciación de la relación binacional dependerá mucho de la proactividad peruana, en los niveles de gobierno, actores empresariales y sociedad civil.

Al contrario que con la Alianza del Pacífico, que goza del respaldo del actual gobierno chileno, a este le preocupa mucho más la TPP (Acuerdo de Asociación Transpacífico) porque se entiende que es un foro estratégico impulsado por los Estados Unidos para competir directamente con el comercio Chino en el Pacífico. China es el principal socio comercial de Chile –y también nuestro- por lo que al vecino le interesa sostener y potenciar dicho vínculo. Por ello, la permanencia chilena en la TPP y sus condiciones sí serán revisadas por la presidenta socialista y es posible que pronto dicho debate alcance a nuestro país.

El Perú frente a las reformas chilenas

Una antigua frase decía que Argentina era el barómetro de América Latina. En realidad, hace tiempo que Chile lo es. Si dejamos de lado a Brasil, que es un poder regional en sí mismo, Chile aparece como el único país sudamericano con los cuadros y el desarrollo institucional suficientes como para emprender un proyecto de reformas tan ambicioso como el actual. Por ello, son fundamentales el seguimiento y estudio de sus resultados, máxime en una región cuyos devaneos la llevan de los populismos autoritarios de Venezuela y Argentina, a timones automáticos como el nuestro, que tanto nos entretienen con el discurso del crecimiento económico, mientras que institucional y socialmente retrocedemos día a día frente al sicariato, el crimen organizado y la feudalización.

Siempre pensando en el Perú, está claro que carecemos del marco institucional y profesional para emprender un programa reformista similar al chileno. Si no lo tuvo Velasco a finales de los sesentas, menos lo tendremos en tiempos de la antipolítica, cuando la presencia estatal parece languidecer de nuevo, como en los ochentas, aunque por causas muy distintas. En el fondo del tintero, se resalta la ausencia de instituciones, de partidos y de políticos.

Lo dicho no supone resignarse, ni mucho menos adaptarse a una realidad deficitaria; al contrario, podríamos comenzar con mensajes presidenciales que enumeren menos obras públicas y vean más al país como conjunto. Si no podemos consensuar que con nuestro ciudadano actual (somos últimos en educación), no le sumaremos otros aciertos al dichoso “piloto automático”, entonces habremos fracasado en el intento de encontrar, siquiera, el punto de partida. ¿Dónde está la inteligencia que piensa al Perú del futuro? porque Chile siempre se pensó a sí mismo y por eso puede reformarse o sucumbir en el intento.

Publicado en Caretas  de 12 de junio de 2014

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