Queridos amigos:

Esta reflexión fue pensada y escrita para un público militante del APRA, partido en el que milito. Pero he querido compartirla con todos ustedes porque participa del debate de los derechos humanos, que las últimas semanas ha generado muchas opiniones y discusión.

Cordialmente

Daniel Parodi Revoredo

EL APRA Y LOS DERECHOS HUMANOS

Apreciado compañero Ugarte, apreciados compañeros:

Me permito algunas reflexiones alrededor del importante tema que toca Ud. en su última publicación. Concuerdo con que el APRA debe contar ya con una agenda mínima de lucha para recuperar espacios que hace décadas fueron nuestros pero que, hace décadas también, dejaron de serlo. Estos espacios, además, ya no son lo que fueron por los cambios temporales y paradigmáticos que han motivado el fin del mundo bipolar, la globalización y la era virtual.

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Einstein abogó por los derechos humanos de Haya de la Torre
Desde mi perspectiva el primer objetivo que debe trazarse el partido aprista, como premisa de su renovación, es el imperativo de recuperar el espacio de la izquierda democrática en el Perú. Para ello, como paso previo, se requiere un congreso doctrinal que responda a la siguiente pregunta: ¿qué significa ser de izquierda democrática en el Perú del siglo XXI? La respuesta a esa pregunta, per sé, conlleva la impostergable revisión ideológica del aprismo, apropósito de los cambios fundamentales de la realidad, que he mencionado en el párrafo anterior.

Mientras tanto, y por desgracia, veo hoy al partido sumido en la inactividad –al menos de cara a su proyección en la sociedad- precisamente por la ausencia de derroteros ideológicos y programáticos claros que pudiesen orientar nuestra acción política. Es más, veo con asombro –aunque también con mucho respeto- que como resultado del despiste ideológico que refiero, contamos en el Partido del Pueblo con compañeros que defienden posiciones ultra conservadoras o ultra neoliberales, o, lo que es peor, cercanas al autoritarismo fascista. Veo, con estupor, como en el APRA hay abiertos defensores del imperialismo, así como otros que denostan lo andino y cuestionan el compromiso del aprismo con el problema indígena.

Así pues, en el partido el galimatías campea y no faltan quienes cuestionan el indigenismo porque lo asocian con Mariátegui y entonces denostan, abiertamente, nuestras tradiciones ancestrales: patético. En el mismo sentido, existen en el partido corrientes abiertamente contrarias a los derechos humanos porque como estos se han convertido en “bandera de lucha” de la izquierda intelectual, que algunos llaman caviar, entonces hay que desmarcarse de dicha izquierda y la mejor manera de hacerlo es asumir la posición contraria: ridículo.

Compañeros, les pido disculpas porque en esta reflexión hablo fuerte pero me inspira mi aprismo puro y sincero, tal vez los derechos humanos, llamados así, no fueron una bandera específica del aprismo porque la declaración universal de los derechos humanos se proclamó recién el 10 de diciembre de 1948, décadas después de iniciada nuestra lucha; ¿pero es que alguien puede negar que toda la trayectoria de nuestro movimiento es, en lo fundamental, la lucha por los derechos humanos? Ojalá y estos hubiesen estado vigentes cuando seis mil compañeros fueron masacrados en Mansiche y Chanchán. Pero también recordemos, al contrario, que José Melgar, -el compañero que atentó contra Sánchez Cerro en 1932- mal que bien recibió juicio y que su condena a muerte fue conmutada y que finalmente alcanzó la libertad; recordemos que lo mismo ocurrió con el compañero Juan Seoane, también condenado a muerte por supuestamente participar de manera indirecta en dicho atentado, pero que alcanzó su libertad años después. Y primero en importancia, recordemos que el jefe Víctor Raúl estuvo muchas veces al borde de la ejecución y que fue la conciencia internacional de los derechos humanos y la presión ejercida por organismos de derechos humanos, así como la de grandes personalidades mundiales la que logró evitarla. Preguntémonos compañeros ¿qué hubiese pasado con nuestro querido Jefe Víctor Raúl si en la década de 1930 no hubiese existido en el mundo conciencia de los derechos humanos?

Alguien dirá, y con razón, que los derechos humanos son también para las víctimas del terrorismo y de la violencia que se ejerce y se ha ejercido en contra del Estado y la sociedad: totalmente cierto. No olvidemos, compañeros, que cientos si no miles de apristas fueron asesinados en los años del demencial terror de SL y el MRTA y que esos apristas, una vez más, murieron en defensa de la democracia. Alguien dirá, y tiene absolutamente toda la razón, que la lucha del aprismo por la democracia y sus violencias, porque algunas las tuvo, jamás serán equiparables al terror subversivo, ciego y demencial que nos mantuvo en las tinieblas hace dos décadas. Pero aquella palpable y cristalina realidad no nos puede llevar al equívoco de justificar los excesos del Estado en la represión de la subversión, máxime si ésta tuvo como costo la pérdida de vidas inocentes pero ni siquiera, compañeros, en el caso de un terrorista culpable, porque inclusive ese culpable merece un tribunal, un juicio, una defensa y una condena porque el arma del Estado es la ley junto con los derechos fundamental. La no vigencia de los derechos fundamentales es la tiranía y si no es la lucha contra la tiranía la máxima inspiración del aprismo, entonces yo ya no sé cuál podría ser nuestra máxima inspiración.

Los derechos humanos, compañeros, se llaman así porque son universales y se llaman así porque mucho hemos evolucionado, felizmente, desde Maquiavelo hasta nuestros días. Porque Maquiavelo logró separar la política de la religión al sostener que el príncipe o gobernante debía hacer lo que fuese necesario por el bien del reino, aunque lo necesario estuviese reñido con la moral cristiana. Sin embargo, después de Maquiavelo, la teoría política del Estado, en Occidente, fue creando su propia moral con el objetivo expreso de proteger al individuo del propio Estado y sus eventuales abusos. Por esa razón, el habeas corpus, instituido temprano, en el siglo XVII en Inglaterra, estableció que la autoridad no podía retener a un sospechoso para interrogarlo más que algunas pocas horas y que éste tenía derecho a un abogado, así como a ser visto y palpado por sus parientes para asegurarse que no se le hubiese torturado ni obtenido de él información por la vía de la tortura. ¿Y acaso no fue ese mismo Estado liberal, ese mismo Estado democrático y esos mismos derechos fundamentales por los que Víctor Raúl y todos los viejos apristas se condenaron a una vida de ostracismo, persecución y clandestinidad? ¿No fue para conquistar esos derechos para nosotros que los apristas de ayer fueron perseguidos, encarcelados y asesinados por más de treinta años?

Por eso compañeros, yo creo que los apristas de hoy debemos explicitar como nuestro máximo consenso que EL APRA ES UN PARTIDO DE IZQUIERDA DEMOCRÁTICA y que serlo supone ocupar todo espacio de izquierda que no sea marxista y toda bandera de izquierda que mantenga una sólida y segura premisa democrática. Por esa razón he hablado, en esta reflexión, de la reivindicación de lo andino y principalmente de los derechos humanos, porque si hubiésemos clarificado ya el rol que debe desempeñar el aprismo en el Perú del siglo XXI éstas, sin duda, serían banderas de vanguardia para APRA, enarboladas fervorosamente y sin titubear. Lo mejor de todo es que tenemos lo que los otros no, un partido para llevarlas a la praxis.

Daniel Parodi Revoredo

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