Quijandría podría facilitar el diálogo entre las partes
Con todo, no logro encontrar otro prisma más que el mío, y desde él sigo aterrado las campañas de satanización dirigidas en contra de dirigentes regionales, alcaldes, sacerdotes, comuneros, simples manifestantes, y toda ONG que opera en el país, azul, roja o amarilla, da igual. A pesar de ello, no cometo la ingenuidad de creerme el estridente victimismo que emiten algunos representantes de los sectores aludidos. Creo, más bien, que en ocasiones su propia intemperancia torna inaceptables las condiciones para el diálogo.
Así por ejemplo, a mí me perturba imaginar la sede de un gobierno regional o municipal sitiada por una multitud vociferante que espera impaciente el resultado de la negociación para convertirse en turba, yo ni a palos dialogaría así. Creo que si no se quiere negociar en Lima, las partes deberían trasladarse a una tercera ciudad para así distender la atmósfera y generar un clima de confianza que es imprescindible para avanzar.
Sin embargo, es verdad también que en el Perú subsisten inercias históricas que remiten a siglos enteros de sobre explotación a la población campesina. Lo digo pensando en la imponente imagen de los terratenientes de antaño que para el poblador rural puede hoy mimetizarse –equivocadamente o no- con la de los empresarios mineros o las autoridades del Estado Central. Me parece que detrás del conflicto está la memoria colectiva de la civilización rural andina, secularmente abusada, la que, al no existir adecuados mecanismos para el diálogo, se opone casi sistemáticamente a los proyectos de explotación minera. Patética realidad, pues sus regalías son las que hoy financian el desarrollo del país.
¿Qué hacer entonces? La respuesta es compleja pero tengo claro que la represión estatal es la solución más torpe, primaria y primitiva. Mucha literatura hay al respecto, la que requiere de interlocutores capacitados que establezcan las reglas del juego para negociar. Lastimosamente, el Premier Valdez no parece contar con esa mano izquierda tan necesaria para acercar a las partes en una coyuntura de gran sensibilidad.
Al culminar estas líneas, me queda la esperanza de que Javier Pulgar Vidal y Gabriel Quijandría, ministro y viceministro del Ambiente respectivamente, asuman un mayor protagonismo en las negociaciones entre el poder central y las regiones. Ambos están plenamente capacitados en temas ambientales, así como dotados de la formación y el sentido común suficientes como para fomentar un clima de confianza, promover el diálogo y sentar un buen precedente para las negociaciones venideras. Que les vaya bien en Espinar, el Perú necesita que las partes se comuniquen.
Daniel Parodi Revoredo
Diario16, martes 19 de junio
27 junio, 2012 at 6:52 am
Hacen ya 34 años tuve que irme del Peru, y felizmente que lo hice.
Desde mi perspectiva en el peru de hoy la palabra "dialogar" es sinonima de mecer, lo cual no ayuda en nada.yudaayu
27 junio, 2012 at 4:53 pm
Es muy importante la precoupación del Profesor Daniel Parodi, considero que el conflicto entre población capesina y sus dirigentes por un lado y por el otro las empresas mineras y el Estado, tienen que entender que todo conflicto debe iniciarse estableciendo las condiciones básicas para el dialogo, y tener en cuenta el sentido común, entrando por lo que nos aproxima y no por lo que nos distancia. La razón antes que la prepotencia.
Estudiante EEGG. PUCP