5 de abril, 5 de abril, 5 de abril
Daniel Parodi Revoredo

Ghada nació un 5 de abril, ella es egipcia y musulmana. Actualmente vive en el Cairo y tuve la oportunidad de conocerla en mi inolvidable secundaria en el Colegio Franco Peruano de Monterrico, en la primera mitad de la década de los ochenta. Ghada era muy linda y simpática, siempre era amable y sonreía, nos la pasábamos charlando en el interminable “recreo grande” que duraba 1 hora y 20 minutos, y que después un director de apellido Trinité redujo a apenas 40. Siempre he pensado que si Trinité se hubiese dedicado a la política hubiera sido, sin duda, un dictador sanguinario, pero esa no es la trama de este cuento.

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Fujimori anunciando la disolución del parlamento

Un siglo antes de aquellos instantes de la segunda infancia, tan llenos de calidez y ternura, un 5 de abril de 1879, Chile le declaró la guerra al Perú. Las causas de esta desdichada decisión son varias y aún se discuten. De una parte está el imperativo chileno de superar su crisis socio-económica interna a través del extremo recurso de apoderarse de las riquezas de sus vecinos y de los territorios en los que éstas se encontraban. De la otra están los innegables errores diplomáticos cometidos por el Perú, los que, si bien no explican el estallido del conflicto, sí le otorgaron a Chile el esperado pretexto para iniciarla. Así pues, la Alianza secreta con Bolivia y el envío a Chile de un mediador sin la capacidad de declararse neutral figuran entre los más saltantes desaciertos de nuestra política internacional decimonónica.

De allí devino el desastre, las derrotas militares, la ocupación chilena de casi todo el territorio nacional, con la secuela de abusos, saqueos, raptos, violaciones, incendios y todo lo que suelen traer consigo esas jaurías de hombres armados, que usualmente son los ejércitos cuando se pasean por territorio enemigo. Devino también la derrota, la pérdida definitiva de Tarapacá y Arica, la de Tacna por 50 años y devino tal vez – a través del trauma- el nacimiento de la nación peruana que se vio por primera vez a sí misma en el espejo de un enemigo internacional.

Es verdad que el 5 de abril no era, en los tiempos de la escuela, una efemérides tan celebrada como el 28 de julio, pero sí era una fecha importante en la historia escolar y la identificábamos fácilmente porque era el inicio de la Guerra con Chile. Y las cosas hubiesen seguido así si no fuese porque al anochecer de otro 5 de abril, el de 1992, un señor de muchos gestos pero pocas expresiones, que era presidente del Perú, interrumpió la programación televisiva para anunciarle al país que daba un golpe de Estado, que se tiraba el Congreso y el Poder Judicial y que iba a gobernar con los militares. Entonces el 5 de abril de mi infancia fue eclipsado por otro peor.

Debo confesar -a pesar de ser políticamente incorrecto- que el 5 de abril fui presa de la psicosocial que montó Montesinos desprestigiando al Congreso y haciéndonos creer que éste era un organismo burocrático e irresponsable que obstaculizaba la labor de reconstrucción del país que quería llevar a cabo el gobierno. Lo peor era –de acuerdo con dicha psicosocial- que la mala labor del Congreso arriesgaba la viabilidad misma del país porque le hacían el juego a los violentos que estaban a punto de desbaratar el Estado.

Fue sólo después, aunque no mucho después, que tomé conciencia de las sombras del régimen que se inauguró el 5 de abril de 1992, de su nocturnidad, de la corrupción sistematizada, digitada desde la Presidencia y el SIN, de la intervención obscena de los poderes del Estado, de la descarada compra de jueces y parlamentarios, de la persecución, extorción y chantaje a los opositores al régimen, de la compra de las líneas editoriales de los medios de comunicación, de Nicolás Lucar diciéndole al país que no importaba que fuesen 3 toneladas de coca y no cuatro las incautadas en el avión presidencial (ya no recuerdo la cifra), el vínculo pues con el narcotráfico, el tráfico de armas, etc. etc., etc.

Es verdad, porque lo es, que en la década fujimorista se sentaron las bases para la modernización del estado y para sacar al Perú de la aguda crisis económica en la que ingresó desde que fracasaran las reformas velasquistas en la primera mitad de la década de 1970, pero no dejo de preguntarme si el precio a pagar por ello tenía que ser tan alto. En todo caso, la consecuencia final de todo esto, la consecuencia calendaria, la consecuencia que está allí y que no queremos ver es que en la memoria colectiva nacional, el 5 de abril de 1879 fue reemplazado por otro 5 de abril peor, por el de 1992 y ya no asociamos tan fácilmente a la guerra con Chile con la fecha de su inicio, para ello están el 7 de junio y el 8 de octubre (Arica y Angamos, por si acaso). Así pues, la obscena y oscura corrupción del fujimorismo se ha ganado con justicia el palmarés de guardar para sí el 5 de abril, como fecha conmemorativa de los peruanos.

Pero Ghada no tiene la culpa de nada de esto, vivió en el Perú por la misión diplomática de sus padres aquí hace 30 años, ella es linda, jovial y muy simpática, así que brindo por el 5 de abril, por aquel que sólo a ella le pertenece.

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