Estimados Amigos: comparto con Uds. mi comentario a la compilación de Donoso y Rosemblitt titulada Guerra, Regiones y Naciones. La Confederación Perú-Boliviana 1836-1839. El comentario se leyó en la Universidad Andrés Bello en Santiago de Chile, el 6 de octubre de 2010.

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Cordialmente

Daniel Parodi Revoredo

LA HISTORIA Y EL PRESENTE, UNA REFLEXIÓN
A propósito de Guerra, Regiones y Naciones. La Confederación Perú-Boliviana 1836-1839, de Carlos Donoso y Jaime Rosemblitt

Cuando introduzco mis cursos en las aulas universitarias, le digo a mis alumnos que es verdad que la historia puede verse como los acontecimientos del pasado que ocurren en un proceso dado, pero también trato de que la vean como un libro, un libro de historia, un texto escolar, como las palabras que alguien escribió, como algo material, como ese libro que tienen entre manos.

Trato de ese modo de hacerles ver que es posible salir a la superficie de los procesos referidos, que es posible dejar de pensar que la historia es solo aquella continuidad temporal de la que formamos parte y, además, que somos capaces de examinarla, de ver sus índices, sus páginas, sus contenidos.

Luego de eso, les hago ver que en los tiempos actuales, si bien el historiador no ha dejado de aportar, a la luz de las fuentes, nuevos hallazgos del pasado, también se ocupa de estudiar esos productos creados por el mismo o por los colegas que lo antecedieron. Y de esa manera se coloca en la gran paradoja profesional de estudiar no lo que pasó sino lo que él dice que pasó, no lo que ocurrió sino lo que él ha escrito acerca de lo que ocurrió.

Es entonces que las siguientes preguntas caen por su propio peso, quién escribe la historia, cuándo se escribe la historia y cómo se escribe la historia. Esto nos remite, inexorablemente, a analizar la relación entre historia y presente y nos lleva también a la conclusión de que la historia se escribe desde el presente, la historia se produce porque le interesa al presente y es entonces que para comprender un libro de historia, para entender cómo y por qué se escribió ese libro de historia debemos necesariamente conocer al presente que lo produjo.

Sobre este particular, y entrando ya un poco en materia, yo creo que entre la historia de todas las épocas existe algo en común, y es que todas se escribieron porque sus presentes consideraron que dichos relatos les serían útiles, de formas probablemente muy distintas en cada caso, pero útiles al fin y al cabo. Es por eso que cuando el filósofo español Manuel Cruz sostiene que es necesaria una historia útil a la sociedad atina no solo a comprender las necesidades de la historia contemporánea, sino las de todas las épocas. Así pues, parece que el lugar común de la narración histórica, en todos los tiempos, es su carácter instrumental y utilitario. 1

En el siglo XIX fueron los nuevos estados, y su inquietud de formar estados-nación, lo que hizo a la historia útil e importante, de esta manera el velo ideológico que tiñó la producción historiográfica de aquella centuria derivó en un relato del pasado en el que era prioritario formar ciudadanos modernos. De esta manera, todos debían identificar su bandera, su himno, su mapa, su territorio, su efemérides patria, sus batallas y sus héroes. Creo por ello que la instrumentalización de la historia decimonónica fue quizá la más ideológica de todas porque se constituyó en el vehículo de transmisión de los símbolos que el estado moderno requería para aglutinar en su torno a la población que vivía en el territorio bajo su administración.

Y es por ello, que al llegar a la guerra de la Confederación Perú-Boliviana la pregunta que flota en el ambiente es llamativa a la vez que ambigua: ¿guerra entre quienes? ¿Es una guerra entre 4 países? ¿es la guerra de los países confederados contra Argentina y Chile, es una guerra civil al interior del Perú, de la que participan Chile y Argentina dotándola de una dimensión internacional? ¿es una guerra entre poderes regionales diversos que buscan asumir posiciones hegemónicas en el concierto sudamericano de aquel entonces?.

Y de aquellas preguntas se desprenden otras, si se cree que la Guerra de la Confederación fue un conflicto internacional, ¿cuándo se decidió que así lo fuese en su relato?, ¿se ha decidido que la guerra de la Confederación fue una gran conflagración internacional sudamericana antes o después de su ocurrencia?. Y de este modo volvemos a nuestro punto inicial. ¿Son los hechos de la Guerra de la Confederación los que deciden su posterior narración, vale decir su conversión en historia escrita, o, al contrario, es la historia escrita que trata de la Confederación la que a posteriori decide la naturaleza de este conflicto?. Parecería ser pues, que son cosas distintas la Guerra de la Confederación que sucedió, y la Guerra de la Confederación que se escribió.

Pero entonces solo nos queda hablar del presente, de nuestro presente. ¿Qué quiere la historia ahora? ¿qué quiere la historia esta vez?, la historia actual ciertamente está marcada por el cambio de paradigma filosófico, por el advenimiento de la posmodernidad. Es que la crítica de la modernidad supone la crítica de la idea del progreso continuo de la sociedad y la de las grandes metanarraciones, aquellas que pretendían explicarlo todo. Por ello, su cuestionamiento ha supuesto también el de la Historia Universal con mayúsculas. Es por eso que hoy es más pertinente hablar no de la historia, sino de las historias y es por eso también que muchas voces del pasado recién se han dejado oir por primera vez o, para ser más coherentes, muchos colectivos del presente han expresado, por primera vez, sus propios relatos acerca del pasado.

También es verdad que en estos tiempos, bajo la impronta del giro lingüístico, la disciplina histórica se ha detenido a observar sus elementos metatextuales, y se ha preocupado por sacarlos a la superficie. Esta impronta, qué duda cabe, es la que orienta mi presente reflexión. Pero si la utilidad de la historia decimonónica era la construcción de la nación. ¿cuál será entonces la nuestra? ¿de qué manera la historia de hoy puede resultarnos útil? Sobre este particular quisiera citar de nuevo al filósofo español Manuel Cruz quien nos dice:

“¿Y el historiador?, ¿y la historia misma?; Acaso aquel y su discurso deberían reconvertirse como antes los antropólogos que ya no estudian solo a los grupos primitivos sino que encuentran su objeto teórico aquí mismo al pensar cuestiones tales como el racismo, la xenofobia, el multiculturalismo, la tolerancia etc. Tal vez el mejor servicio que el historiador de hoy le pueda rendir a su sociedad es permanecer en el presente intentando encontrar en la actualidad los indicios de la persistencia de aquellos momentos pero, sobre todo, contribuyendo a que el presente pueda defenderse de la agresión del pasado, de la querencia de éste para invadirlo, para luego apropiárselo.” 2

Como dijo Todorov, el historiador no solo establece los hechos sino también escoge los más sobresalientes o significativos y los pone en relación unos a otros. Este trabajo no busca la verdad sino el bien. 3

De esta manera, si admitimos como válida la postura que sostiene que el historiador debe drenar el presente de los elementos irracionales del pasado que lo invaden cabría preguntarse ¿qué historia de la Confederación queremos hoy? Y sobre esta pregunta, preguntarnos además si es legítimo el hecho mismo de planteárnosla en tiempos donde tal parece que está prohibido prohibir y tal parece que todas las historias tienen lugar para difundirse, sino en el texto escrito, al menos sí en el ciberespacio, cuando no en la pantalla grande, en la chica o en otros medios de difusión masivos.

La respuesta a esta interrogante, felizmente, no la tengo yo, tampoco la pretendo. Tengo el convencimiento más bien, que la relación dialéctica que genera el individuo con su entorno produce los discursos últimos y más profundos acerca del pasado. Y por ello estoy también convencido de que, hoy, el mejor camino para llevar a buen término dicha elaboración intelectual personal –la narración histórica- en lo que a la Confederación se refiere es la compilación que en esta ocasión se presente. Así, Guerra, Región y Nación. La Confederación Perú-Boliviana 1836-1839 es un trabajo que reúne las principales cuestiones que le importan a la historia contemporánea, o, mejor dicho, las principales modalidades contemporáneas de hacer historia.

En primer lugar, Guerra, Región y Nación supera los escenarios políticos y militares sin dejarlos de lado, pues se examinan a través de análisis que acogen diferentes y actuales cuestiones teóricas. Además, la compilación recoge, escucha y difunde todas las voces tanto en el sentido de aglutinar los aportes de historiadores nacidos en los diferentes países que otrora estuvieron involucrados en la problemática que se estudia, así como también por regalarnos una publicación dividida en tres grandes secciones.

La primera -Confederación y nación- incide en la invención de las tradiciones alrededor del acontecimiento y su instrumentalización. Atañe además el estudio de los imaginarios que aquel genera y el proceso de conversión del hecho en capítulo fundamental de las historias nacionales en cada uno de los países que intervinieron en la mentada confrontación.

La segunda, que académicamente se amalgama con la primera, incide en la dimensión regional del conflicto, quizá acercándolo a su estado original y drenándolo un tanto de la ideología nacionalista que ha sesgado su escritura. La tercera, en cambio, analiza la confederación desde su dimensión geopolítica, estratégica y militar, y aporta nuevas luces al respecto.

En términos generales, me parece que Guerra, Región y Nación compila estudios acerca de la Confederación desde diferentes enfoques teóricos y campos temáticos. Además, marca una fundamental distancia con el discurso nacionalista tradicional, dando lugar no a otro, sino a otros que en suma expresan muchas voces dialogando en simultáneo.

Así, el diálogo planteado en la compilación que aquí se presenta nos abre las puertas de una alteridad positiva; no aquella en la que al otro se le construye desde la perspectiva local y se le convierte en extranjero, sino aquella en la que es aquel otro el que toma directamente la palabra y conversa y se hace oir. A través de Guerra, Región y Nación el otro deja de ser aquel sujeto extraño, proveniente de las tinieblas de Conrad, sin voz y sin alma, y, por el contrario, él se me acerca amistosamente y me permite conocerlo. Es así que esta compilación, que reúne las investigaciones de un equipo internacional de historiadores, nos acerca mucho más al otro –a tantos otros que en realidad no hemos conocido nunca- y nos permite convertirlo en parte de nosotros.

1.- Autor Cruz, Manuel, El pasado en la época de su reproductibilidad técnica. En Hacia dónde va el pasado. El porvenir de la memoria en el mundo contemporáneo. Barcelona, Paidós, 2002.
2.- Ibid 27-28
3.- Autor Tzvetan Todorov: Las morales de la historia Barcelona, Paidós, 1993. 29

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