Bolivia la tiene difícil

BOLIVIA: radiografía de una demanda

El pasado 15 de abril, con su presidente Evo Morales al frente, Bolivia presentó ante la CIJ su memoria en el litigio que le sigue a Chile en busca de una salida soberana al Océano Pacífico. Tras el acontecimiento, Morales expresó su esperanza de que pronto un barco boliviano pueda zarpar desde un puerto soberano de su país. Por su parte, el canciller chileno Heraldo Muñoz calificó de artificiosa la demanda boliviana y señaló que carece de cualquier sustento jurídico.

La complejidad y antigüedad de esta cuestión hacen que muchas aristas giren a su alrededor y que la cuestión judicial no sea sino una de estas. Por ello, en las siguientes líneas estableceremos sus elementos centrales y los analizaremos para plantear luego algunas conclusiones generales.

LOS ARGUMENTOS BOLIVIANOS

No es casualidad que el discurso de Evo Morales sobre el tema esté cargado de emotividad. La causa boliviana tiene en su base una reivindicación histórica que se expresa a través de una memoria doliente. Chile, en 1879, le quitó su cualidad marítima y Bolivia aún reclama por aquel arbitrario despojo.

Sin embargo, para acceder a La Haya, Bolivia ha tenido que armar un caso jurídicamente defendible. De allí que sustente su reclamo a través de un argumento que llamaré “tesis de la tangente”. Cabe señalar, que Bolivia no puede pedirle a la Corte que le otorgue una salida al mar desde las costas de Chile debido al tratado de límites de 1904 en el que Bolivia le cedió Atacama a Chile a cambio de la construcción de un ferrocarril que uniese Arica y La Paz.

Por ello, de acuerdo con la “tesis de la tangente”, Bolivia ha desarrollado un caso inteligente para sortear el escollo del referido Tratado. Sostiene entonces que, desde 1895 en adelante, Chile le ha ofrecido repetidas veces negociar su acceso soberano al Océano Pacífico. En consecuencia, Bolivia le pide a la Corte que le exija a Chile cumplir con dichos ofrecimientos y negociar de buena fe su salida al mar.

De acuerdo con la demanda boliviana, los ofrecimientos chilenos más concretos y formales se produjeron en 1950 y 1975. De hecho, ante la nota boliviana de 1 de junio de 1950, el gobierno chileno respondió que deseaba “entrar formalmente en una negociación directa para satisfacer la necesidad fundamental de Bolivia de obtener un acceso propio y soberano al Océano Pacífico”.

Asimismo, en 1975, tras el famoso “abrazo de Charaña” entre Banzer y Pinochet, se firmó la declaración del mismo nombre cuyo contenido señaló que “Chile estaría preparado para negociar con Bolivia la cesión de una franja de tierra al norte de Arica hasta la línea de la Concordia”. Finalmente el acuerdo no se concretó y Bolivia rompió relaciones diplomáticas con Chile.

LOS ARGUMENTOS CHILENOS

Hasta aquí los argumentos bolivianos parecerían sólidos. En efecto, el 14 de febrero de 1879, Chile le arrebató violentamente su cualidad marítima. Además, en base a una geopolítica del siglo XIX —alianzas coyunturales de dos países contra un tercero—, Chile ha manipulado constantemente la expectativa boliviana de acceder al mar por lo que ahora se encontraría en la difícil circunstancia de responder por sus ofrecimientos del pasado.

Pero las cosas no son tan complicadas para Chile por una gran y sencilla razón: tiene un tratado de límites con Bolivia, firmado en 1904, en el que ambos países sancionan la chilenidad de la provincia litoral de Atacama. Como precedente importante, recordemos que en nuestro litigio contra Chile, la cuestión giró alrededor de establecer si había un Tratado de Límites marítimos y, a pesar de que este no existía formalmente, los jueces consideraron que los contenidos del acuerdo de 1954 demostraban la existencia de un límite tácito.

Esta consideración de la Corte no le alcanzó a Chile para que se le otorgue el paralelo como frontera hasta las 200 millas, pero sí hasta las 80 millas. En el caso chileno-boliviano este acuerdo de límites sí existe, es formal y explícito, por lo que el desafío boliviano —muy complicado— es convencer a la Corte de que los ofrecimientos chilenos de negociar una salida al mar a través de notas diplomáticas tienen igual peso o valor que el referido Tratado de 1904.

A esta consideración, debemos añadirle el impacto que supondría para el orden jurídico internacional que la Corte admitiese la revisión de una frontera a pesar de la existencia de un acuerdo de límites. De darse el caso, se estaría propiciando un escenario de gran inestabilidad mundial, con decenas de países recurriendo a La Haya, con x o y razones para solicitar la rectificación de sus fronteras.

Se suma a lo dicho lo que establecen tanto el reglamento de la CIJ como el Pacto de Bogotá. El primero, en su artículo 38, indica que los tratados prevalecen sobre cualquier otra consideración, como podrían serlo la equidad o los principios generales del derecho; el segundo, en su artículo IV, sostiene que sus procedimientos no pueden aplicarse a asuntos ya resueltos. Por todo ello, no descartamos que, inclusive, Chile se anime a solicitar la incompetencia de la Corte para lo cual cuenta con noventa días calendario tras la presentación de la memoria boliviana. De aceptar la Corte esta eventual solicitud chilena, tendríamos un litigio de apenas meses y no de seis años como fue el que estableció la última frontera del Perú.

ESCENARIOS TRAS EL LITIGIO

Un primer escenario tras el litigo es el supuesto casi negado de un triunfo boliviano y de la conminación de la Corte a Chile a abrir con Bolivia una negociación de buena fe que concluya con su acceso soberano al Océano Pacífico. Al respecto, suscribo la tesis de Antonio Zapata, quien sostiene que, llegado el caso, la posición del Perú debe ser que Chile otorgue a Bolivia una suerte de enclave marítimo al sur de Arica, pero rechazar, al mismo tiempo, la cesión a Bolivia de un corredor paralelo a la Concordia que acabase con nuestra situación de país limítrofe con Chile. No olvidemos que mucho nos ha costado alcanzar un status quo fronterizo estable con este país, ni toda la masa crítica que se desprende del comercio bilateral y de la relación socioeconómica y humana entre las poblaciones de Tacna y Arica.

Pero analicemos ahora el escenario más probable que es la derrota de Bolivia, que dejaría su histórica demanda en la más absoluta orfandad internacional. Al respecto, parecen sensatas las declaraciones del expresidente Jaime Paz Zamora, quien propone hacer del Pacífico un “Mare Nostrum” sudamericano y crear en él una amplia zona de libre comercio con tres puertos al sur del Perú y tres al norte de Chile. De hecho, la tesis de Paz Zamora se condice con lo que expresé hace un año cuando se presentó la demanda boliviana y señalé que Bolivia debía negociar más y reclamar menos, así como comenzar a evaluar conceptos de soberanía más relativos que absolutos.

A este nivel, me preocupa que Evo Morales no tenga un plan B, esto es, que no se ponga en la situación de perder en La Haya con lo que una eventual derrota solo agudizaría la frustración de un país que, más bien, requiere cambiar de mirada. Cuando pienso en ello, se me viene a la cabeza Jamil Mahuad, ese presidente ecuatoriano que tuvo el valor de decirle a su pueblo que Tumbes, Jaén y Maynas no eran ecuatorianos, sino peruanos. Recordemos lo paradójico, el conflicto que tuvimos con el Ecuador de la década de los noventas y el litigio que ventilamos con Chile entre 2008 y 2014 potenciaron nuestra integración con ambos países.

Por ello, si Bolivia pierde en La Haya es de esperar que su presidente tenga la grandeza de hacerle aceptar a su pueblo la realidad de su mediterraneidad y, al mismo tiempo, conducir la proyección geoeconómica a una serie de tratados comerciales con Perú y Chile, que le permita volcarse con fuerzas al Océano Pacífico que hoy, gracias a China, nos ofrece a todos un mar de oportunidades.

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