A muchos mis planteamientos acerca de la reconciliación peruano-chilena pueden parecerles ya una cansera en la que me reitero constantemente. Ciertamente, voces de ambos lados han considerado los elementos positivos de mi propuesta pero no han dudado en llamarla ilusa, ingenua, inejecutable, entre otros adjetivos análogos. En realidad mi propuesta no es ni ingenua, ni inejecutable, sino una hoja de ruta viable para que al fin se normalicen las relaciones peruano-chilenas, que tanto y más lo necesitan en la medida en que la interconexión de sus economías ha generado una reciproca y positiva interdependencia. Lo que ocurre, más bien, es que ni en Chile ni en Perú parecen estar hoy presentes las condiciones para cerrar las heridas del pasado y es por ello mismo que insisto tanto en el tema, de lo contrario no sería necesario hacerlo.
El nacionalismo peruano presenta ribetes folklóricos
Respecto de Chile, los actuales escollos para fecundar un proceso de reconciliación exitoso se ubican en varios niveles, entre los cuáles se destacan dos. El primero atañe la sensibilidad de su clase política, prensa y opinión pública relativa al contencioso de la Haya. Importantes sectores chilenos perciben la demanda marítima peruana como un acto hostil. Ciertamente, esa fue la posición oficial de los dos últimos gobiernos de la Concertación, aunque la administración Piñera, más bien, se adhirió a la tesis de las cuerdas separadas propuesta por Alan García Pérez y José Antonio García Belaúnde. Más allá de este último acercamiento, importantes sectores de la sociedad chilena manifiestan aún una mala disposición frente a la posibilidad de un fallo adverso en Holanda, por lo que sumarle a esta especial susceptibilidad una propuesta de reconciliación con el pasado puede parecer casi impertinente.
Pero la mayor dificultad chilena radica en su nacionalismo y su discurso histórico. A diferencia del Perú, cuya narración identitaria puede aglutinar la riqueza del pasado pre-hispánico junto con la predominante situación continental en tiempos coloniales y la gran diversidad cultural y ecológica; Chile parece no poseer más identidad que su autodenominado carácter excepcional en la región, fundamentado en el orden y la institucionalidad asemejadas a las occidentales. El discurso reseñado sostiene aún la vieja dicotomía europea entre civilización y barbarie, de allí que la narración histórica chilena, por esa razón, se presente como una suma de aciertos ininterrumpidos principalmente en sus relaciones binacionales con vecinos a los que considera situados en un estadio inferior y, sucintamente, equivocados.
Es por ello que la revisión del pasado, y en especial de la Guerra del Pacífico, resulte prácticamente inaceptable en importantes sectores de la sociedad chilena porque aceptar el error o exceso propio entraría en abierta contradicción con el nervio central de la entidad nacional construida sobre las premisas de la razón y civilización. Es como si se temiese que Chile dejase de ser Chile por admitir el daño infligido a las sociedades boliviana y peruana durante la guerra del 79. De allí también que el nacionalismo chileno se destaque por su radicalidad, renuencia al diálogo y su discurso bastante homogéneo y bien estructurado.
Respecto del Perú las cosas son distintas aunque no contrarias. Son distintas porque su propia dinámica interna hace que hasta el día de hoy el discurso nacionalista resulte, más bien, disperso y hasta cuestionado por sectores que aún claman su inclusión en el proyecto estatal. Este aspecto es el que notamos que se presenta como un escollo para la integración nacional porque hasta hoy el Estado no ha implementado políticas efectivas que fortalezcan los lazos comunes de una sociedad multicultural.
La referida problemática está más relacionada a la rivalidad peruano-chilena de lo pareciera. A la cuasi inexistencia de un discurso unificador construido sobre la base de la inclusión socio-económica y del respeto de la diversidad cultural; surge el anti-chilenismo como reemplazo. De esta manera, a la poca cohesión de un nacionalismo interior que integre a las partes en un proyecto inclusivo, se le superpone un discurso contra Chile, muchas veces altisonante y rayano en el flolklorismo.
Al contrario, la cancillería peruana parece más propensa al diálogo conducente a la reconciliación que su par chilena, pero tendrá que lidiar mucho con sus “fantasmas interiores” para que una eventual propuesta de hacer las paces con el pasado no sea derribada, desde su propio frente interno, antes de despegar. Además, es fácil para políticos de ambas latitudes apelar al nacionalismo recalcitrante para obtener réditos políticos, lo cual se suma a los escollos que dificultan el proyecto.
¿Y entonces qué? Parece que a estas alturas hubiese derribado yo mismo mi anhelada meta reconciliadora. En realidad no es así, he realizado más bien un diagnóstico de las dificultades que existen en un camino que tarde o temprano el Perú y Chile tienen transitar para limar sus asperezas, salvo que prefieran prolongar indefinidamente una relación contaminada. Aquí, además, hemos hablado de generalidades, porque en Chile existen voces que disiden de la oficial, las que son muchas pero no han logrado aún cohesionarse alrededor de esta temática. Del otro lado, en Perú el sentido común y el profesionalismo parecen haberse instalado hace rato en Cancillería y ese es el mejor lugar en el que pueden encontrarse para luego ganar terreno en el resto de la colectividad.
Yo soy el convencido de que el hombre debe interactuar y que de hecho interactúa con su entorno para modificarlo. La actual falta de condiciones para llevar a cabo el proceso de la reconciliación peruano-chilena no es razón para abandonar su utopía, sino, por el contrario, para ganar voluntades y generar, en el tiempo, las condiciones necesarias para su realización.
Publicado la semana pasada en el blog de UPC
25 marzo, 2012 at 10:47 pm
me parece muy valioso su aporte, considero que debemos poner un empeño serio en limpiar el terreno de las relaciones peruano-chilenas y hacerlo desterrando las ingenuidades y simplezas que muchas veces, por ambas partes, campean.
De hecho en Chile existe una presión fuerte, mucho más que la que existe en Perú, a dejar sin espacio toda voz que sea disidente de la oficial. Algo parecido, me parece, existe en Ecuador cuando de Perú se trata.
Se necesita ejercitarnos dialogando con nuestros vecinos, escuchar y ser escuchado, aun cuando en muchos momentos la resistencia propia y ajena sea muy fuerte.
30 marzo, 2012 at 7:19 pm
Quisiera citar las palabras de don Sergio González Miranda (chileno), que en un lucido ensayo indica la siguiente:
"No tenemos ninguna deuda con Perú. No somos mas culpables que ellos de la guerra ocurrida hace ya más de un siglo. Negociamos y acordamos con ellos un tratado de paz y basta. No podemos aceptar que sigan intentando hacernos sentir culpables de su propias deficiencias. Soy de los que creen que en el siglo XXI la cooperación y la armonía internacional es buena para todos, creo que, como lo dijo el Padre de la Patria Don Bernardo O´Higgins, que también quería al Perú, "mientras mejor le vaya a Perú, mejor le irá a Chile", pero también creo que la frase vale en sentido contrario: "Mientras mejor le vaya a Chile, mejor le irá a Perú", desgraciadamente, para ellos eso es inaceptable: los malos no pueden triunfar y progresar"
Digo esto, porque me parece realmente sorprendente la necesidad que tiene en peru de que les pidamos perdón ….esta contante petición obviamente genera anticuerpos, creo que la mejor forma de mirar el futuro es dejar el pasado atrás, las guerras son terribles superenlo!!!
31 marzo, 2012 at 12:45 pm
Estimado Ignacio:
Las heridas del pasado se cierran con políticas de la reconciliación, como se ha demostrado con una serie de ejemplos europeos (no solo el franco – alemán) . Más bien, las heridas han permanecido abiertas cuando alguna potencia ha pretendido el olvido puro y duro o ha negado sus errores del pasado. este es el caso de Japón que no reconoce haber sometido a prostitución a millares de mujeres chinas y coreanas durante la segunda guerra y en el periodo inmediato previo.
Con Chile ocurre algo similar pues el negacionismo es absoluto. Es decir la Guerra del Pacífico, fue justa, correcta y hasta civilizadora, tal y como lo dice Sergio Villalobos. Dentro de esa lógica, la admisión del error resulta inadmisible.
Más allá de eso, una política de la reconciliaicón internacional va mucho más allá del perdón -en este caso por la GdP- implica una serie de gestos, actos y políticas bilaterales que se adoptan tras el consenso de las dos partes, pero su sola sugerencia pone a la defensiva a muchos chilenos y éste es su caso.
Parece que en Chile existiese el temor de encontrar en su pasado cosas desagradables que contradicen el imaginario del país ordenado y civilizatorio, cuando, en realidad, la aceptación de esos errores, hará mejor a Chile.
Chile parece no querer enfrentar la realidad de haber agredido militarmente a Perú y Bolivia y de haberse anexado provincias de ambos países, con la secuela de sufrimiento y destrucción que la guerra y las anexiones supusieron para los agredidos. Más fácil parece "admirarse" de que en Perú exista aún dolor por estos hechos y proponer la vuelta de página tal cual.
Existen tratados sobre reconciliaicón entre países que experimentaron una guerra Sr. Molina, y le aseguro que el expediente del simple olvido no lo contempla ninguno de esos estudios-
Ate.
Daniel Parodi Revoredo
9 abril, 2012 at 5:52 pm
¿que Chile no tiene ninguna deuda con el Peru? Para los chilenos el saqueo es licito; no es criminal. Entonces, claro , o hay deuda con el Peru. No me refiero a trofeos de guerra si no a robos de objetos culturales! Es imposible para un peruano estudiar los primeros veinte años de vida republicana…sin establecerse en Chile. Miles de cartas y documentos de presidentes y de caudillos militares se hallan en el Archivo Nacional de Chile. Los saqueo de Lima, Benjamin Vicuña Mackenna personalmente y a traves de agentes suyos, durante la ocupacion militar chilena de Lima, cuando no habia ninguna autoridad peruana ante quien protestar! A su muerte, su viuda, vendio esos papeles al Archivo nacional de Chile.El mismo intelectual saqueador se llevo documentos coloniales y de la Independencia. !Devuelvan dichos documentos a menos que los chilenos se consideren saqueadores natos.
12 abril, 2012 at 7:38 pm
Una vez mas están esas frases "chile tiene una deuda", desde el siglo XXI analizan actitudes del pasado, como si fuera simple cosa de extrapolar sus valores morales. SI señor en esa época todos saqueaban…era algo malo claro que si, mirándolo desde ahora, pero no podemos empezar a juzgar todos los momentos oscuros de la humanidad, eso es autoflagelacion e inútil. Tienes razón Daniel pero reconciliación es reciproco, no es sentarse y pedir gestos de perdón, si Peru quiere reconciliarse pues que empiece proponiendo una historia en común…que parta de Peru y veremos que pasa. Yo como chileno me siento profundamente orgulloso de mi historia hemos cometido errores eso si, aprendemos y continuamos.
En todo caso aprecio mucho que tengas este blog porque me permite a mi como chileno entenderlos mejor
13 abril, 2012 at 5:41 am
Estimado Ignacio:
Gracias por tus intervenciones, las que son ponderadas y resppetuosas, lo cual facilita el debate.
Permíteme responderte aquí tus dos últimos comentarios, el que trata la cuestión Argentina y tu contrarréplica a este post.
Cuando hablo del perdón, hablo de gestos que forman parte de políticas de la reconciliaicón más globales que se han aplicado en otras latitudes, y que, mayoritariamente, han funcionado.
He tenido la oportunidad de leer algunas cosas en francés sobre politicas de la reconciliaicón y me parece que en el caso peruano-chileno es hiper necesario, pus existe un evidente "mal rollo" entre los dos países.
Sobre el caso Argentino, en realidad la presidenta CK ya se disculpó por la venta de armas a Ecuador en pleno conflicto del Cenepa, pero creo que debe aplicarse una política más global para que tenga efectos duraderos.
Yo noto, y te lo reitero, que en Chile se ponen a la defensiva y cierran filas cuando se sugiere el tema, no quieren saber nada, si con el perdón, ni con la reconciliaicón, dicen de inmediata que la guerra fue absolutamente justa, que ya pasó, que los peruanos deberían olvidarse etc.
¿No te has preguntado si esta posición es muy cómoda? Ustedes iniciaron la guerra y la ganaron, se apropiaron de Atacama, Tarapacá, Tacna, Arica, ocuparón la mayor parte del territorio peruano por 4 años, incluida la capital, con los excesos que tiende a cometer un ejercito de ocupación en una guerra internacional y "olvìdense" es lo úncio que tienen para decirle al agraviado.
Ponerse en el lugar del otro es lo más difícil, no sólo para los chilenos, sino también para los peruanos porque aqui nadie es dueño de la verdad y todas son interpretaciones.
Bienvenido de nuevo y espero sigas interviniendo.
Cordialmente
Daniel Parodi Revoredo
13 abril, 2012 at 8:03 am
Estimado Ignacio:
Un comentario más. Estoy totalmente de acuerdo en que un proceso de reconciliaición es recíproco; es más, se trata de una negociació compleja de la que particpan ambas partes y en la mayoría de los casos un tercero que modera.
En estos procesos, no se ve sólo un tema -como el del perdón- sino una serie de medidas para pormover el acercamiento. Por ejemplo, el reconocimiento peruano del apoyo de Chile en la Independencia y en la Guerra con España, reconocimiento y agradecimiento.
Es un pena que de ambos lados nos pongamos tan a la defensiva, por ello saludo el tono cordial y propositivo de tus intervenciones.
Cordialmente
Daniel Parodi Revoredo