Archivo por meses: septiembre 2014

Reviviendo (capítulo ocho)

[Visto: 425 veces]

(viene del capítulo anterior)

Voy directamente hacia mi habitación. Arrojo el maletín sobre la cama, me quito los zapatos y me siento sobre el piso. No tengo ganas de hacer nada más. Sólo experimentar el silencio supremo que se apodera de este momento. Parezco estar tranquilo ante la inmensa quietud, pero algo comienza a fastidiarme.

No sé si será el café o alguna paranoia, pero comienzo a escuchar un zumbido. Primero grave, y luego se vuelve cada vez más agudo. mis tímpanos se sienten reventar ante su poderosa influencia. Llevo mis manos hacia mis orejas, intentando protegerlas para no oir el sonido: es inútil. Algo me dice que no es de que me rodea, sino que viene de adentro.

Grito fuerte. Grito para vencer esa impotencia. Grito muchas veces. Grito un largo rato. Me canso, ya no puedo más, mis ojos se cierran. No sé si es para concentrarme, o tal vez para soñar. Vuelve otra vez esa voz a mi cabeza. “No despertarás, no despertarás”. Me rebelo: sé que despertaré. Abro los ojos.

Mi casa no era mi casa, era sólo otra ilusión: estoy en ese día, en ese bus.

(continúa)

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La caída de Toño (capítulo seis)

[Visto: 483 veces]

(viene del capítulo anterior)

En la comisaría, la llamada fue inmediatamente procesada. Luego de una hora, la policía ingresó en la construcción y constató la presencia del cuepo de Trelles. Se procedió a acordonar la zona y los criminalistas iniciaron la labor de recolectar la labor de pruebas del asesinato. Cada bala, cada rastro de sangre, cada pisada, se vuelven valiosas con el paso de los minutos.

De pronto, uno de ellos camina dentro de la construcción. Sube al segundo piso y no observa nada extraño. Sube al tercer piso: la tierra y el polvo dan forma a la huella de una mano. Antes de comunicar su hallazgo, toma su celular y realiza una llamada. “Aló jefe… Sí, confirmado, hubo un testigo en el tercer piso… Sí, lo encontraré”, dijo entre leves susurros.

Uno de los polícias que lo vio desde el primer piso le preguntó si había encontrado algo. “Nada”, gritó el criminalista y bajó hasta la escena. Sus compañeros estaban un tanto intrigados por su actitud. “Creo que nuestro testigo anónimo hizo algo más que ver”, le comentó al policía y lo convenció por completo.

(continúa)

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Lúgubre veredicto

[Visto: 455 veces]

No es este un juicio

delicado y objetivo

sobre tu tenue presencia

en los actos de la vida.

No pienso razones,

tan solo álgidas pasiones

que me mueven

hacia un lúgubre veredicto.

Que me has abandonado,

que no estás presente,

que eres ausente

porque no existes.

No me queda entonces

nada más por decir,

te devuelvo el silencio

y regresan mis ganas de vivir.

 

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La duda de Jorge (capítulo once)

[Visto: 518 veces]

(viene del capítulo anterior)

Jorge camina preocupado hacia el parque. Más allá de no saber sobre qué quiere hablarle Nati, lo más inquietante es que, sea lo que sea, no sabe qué decirle. “Sí, él ya está aquí. Hablamos luego”, fueron las últimas palabras que pronunció Nati antes de cortar la llamada que había recibido.

Ambos se saludaron con cierta reserva y , a continuación, Jorge le preguntó cómo se siente. “No estoy bien, para nada”, fue su lacónica respuesta. Nati le confirmó muchos de los rumores que Jorge ya había escuchado. Aun así, tenía dudas sobre para qué lo había llamado. “Si es tan sólo para escucharla, ella hubiera preferido una llamada, no verla cara a cara”, pensó con cierta malicia.

Así que, cuando ella terminó de contarle sus desdichas, fue directo al grano: “Comprendo tu situación, pero no sé para qué me necesitas”. Ella lo miró con cierta nostalgia y, acariciándolo, colocó sus brazos detrás de su cuello. “Para que me consueles”, fue su muy resuelta respuesta y lo besó en los labios con mucha pasión.

Un tanto sorprendido, Jorge no disfrutó del beso en un primer momento, pero se dejó llevar y la besó a Nati con más ganas. “¿Qué te parece si vamos a mi casa?”, Nati dijo con total coquetería. “Vamos”, fue la breve contestación de Jorge. Salieron del parque tomados de la mano y caminando tranquilamente. También se fue un mudo testigo corriendo en dirección contraria

(continúa)

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Reviviendo (capítulo siete)

[Visto: 474 veces]

(viene del capítulo anterior)

Lo primero que hice al llegar a la oficina, luego de una extenuante caminata, fue ir a la cafetería y servirme un vaso grande de café. Durante el día me tomé varias tasas de la negra bebida, esperando no tener que dormirme. Para mi jefe le era incluso extraño este comportamiento porque apenas si tenía por costumbre tomarlo una o dos veces a la semana.

“¿Te pasa algo?”, fue lo único que me preguntó al acercarse a mí en un receso que descansó. “No, jefe. Sólo intentó estar atento para un día complicado”, fue mi excelente excusa. Mi jefe no quedó del todo convencido con la respuesta hasta que, como a eso de las cinco de la tarde, le entregué los reportes que me había pedido.

Se puso a revisar y vio que todos los datos estaban en orden. “Bien hecho muchacho. Tómate libre el resto del día”, respondió mi jefe, satisfecho con mi labor. Al instante, decidí cerrar los archivos de trabajo y apagar la computadora. Alisté mi mochila y salí de la oficina… no sin antes servirme más café. Pero me lo bebía a sorbos tan pequeños que me duró más de la mitad del camino de regreso en el bus.

(continúa)

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La caída de Toño (capítulo cinco)

[Visto: 434 veces]

(viene del capítulo anterior)

“Un hombre ha sido acribillado hace una hora… búsquenlo en la nueva construcción de la calle del Estero”, denunció Toño por el auricular. El policía que atendió su llamada le pidió identificarse, pero no recibió más respuesta. El teléfono público quedó colgando mientras el obrero corrió con rumbo desconocido.

Y es que consciente que podían venir a buscarlo, Toño decidió no volver a su casa esa noche. Su esposa se preocupa muchísimo al ver el reloj de pared en la cocina. Lo mira una y otra vez. La última  fue a las once de la noche. “¿Qué pudo haberle pasado a mi Toño?”, se pregunta ella cuando, minutos después, el teléfono de la casa suena. Ella pregunta quien es pero la voz lo dice todo.

Se emociona al darse cuenta que Toño por fin se ha comunicado y le cuestiona por qué aún no llega. “Hay un problema y debo esconderme un tiempo. Te prometo regresar pronto”, fue lo poco que le dijo su esposo, antes de pedirle que salude a los niños de su parte. Y cortó la llamada. Ya no pudo oir a su esposa quebrarse en llanto por no entender lo que está sucediendo.

(continúa)

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Tan hermosa

[Visto: 422 veces]

Aún me pregunto

por qué luces tan hermosa,

con la cara descubierta

bajo la luna llena.

Será que solamente

eres una chica normal

con preciadas virtudes

y numerosos defectos.

Será que solamente

soy un chico inseguro

que te mira de otra forma

distinta a los demás.

Conjugamos esos pareceres

en un tiempo nuevo,

que no es mío ni tuyo,

que es un tiempo nuestro.

Será una confusión mía

o un sentimiento profundo,

aún me lo pregunto,

¿por qué tan hermosa?

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La duda de Jorge (capítulo diez)

[Visto: 451 veces]

(viene del capítulo anterior)

Luego de tres meses de estar saliendo, Jorge sintió por fin que había consolidado algo nuevo. Los apuntes que había hecho al inicio de su experiencia habían terminado por estar inconclusos dentro de un cajón del escritorio que se encuentra en su habitación. Todo parecía avanzar bien hasta que recibió noticias de Nati.

Y es que, mientras se concentró en Roberto, también dejó olvidados los chismes alrededor de su ex. Hasta que uno de sus amigos le comentó que últimamente la vio muy entristecida. Que había peleado con la chica con la que estaba. Que la dejaron sin más explicación. Jorge escuchó atentamente y se quedó pensativo.

En principio, lo ocurrido con Nati no debería afectarlo porque hace muchas semanas que no tenía nada que ver con ella. Sin embargo, sigue considerándose su amigo y piensa que mostrarse indiferente, le supone estar de acuerdo con su desgracia. Así que decidió llamarla para ver cómo se siente y si necesita apoyo.

La voz de Nati al otro lado de la línea se llenó de emoción al escucharlo. “Por favor, te necesito a ti… a ti. Porfa, ven a verme, quiero hablarte”, dijo ella con mucha ansiedad. Jorge se quedó en silencio ante su confesión. Tras unos segundos de incertidumbre, su ánimo cambió: “espérame en el parque, ya voy”.

(continúa)

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Reviviendo (capítulo seis)

[Visto: 457 veces]

(viene del capítulo anterior)

Luego de tan extraña experiencia, me fui para mi casa. Me la pasé pensando por qué ocurrió lo del consultorio, hasta que el cansancio mismo me venció recostado sobre el sofá de la sala. Para sorpresa mia, fue el segundo día que no tuve esas pesadillas. “Bien, es hora de continuar”, me dije con marcado optimismo.

En el paradero me encontré con Guido. Él me preguntó cómo seguía todo con mi condición. Le conté lo sucedido en la cita con el oculista y lo bien que dormí anoche. Aunque no terminó de entender bien, se alegró de verme de mejor ánimo. “Sólo espero que no te vuelva a repetir”, dijo mi amigo y se fue en su transporte.

En esa misma esperanza, me despedí de Guido bien contento y me dispuse a subir al bus. Ya dentro, tuve la suerte de encontrar varios asientos vacíos. Me senté en uno que está junto a la ventana. Me puse a cantar las canciones que puso el conductor, mientras veía las casas ser dejadas atrás. Me sentí tan tranquilo que, unos minutos después, me quedé dormido.

Luego de un rato, desperté de nuevo. El bus avanza suavemente por su camino, la música ha callado, y todo parece muy celeste. No parecen haber muchos pasajeros. De hecho, mi horror me paraliza: a mi costado está el mismo pasajero desconocido de mi segundo sueño. “Aún no despiertas… y pronto ya no despertarás”, dijo en tono misterioso y con una sonrisa malévola.

Abró los ojos asustado. No reconozco por dónde estoy. “Baja, baja”, le grito indignado al cobrador del bus. El conductor para en la esquina y yo bajo apurado. Miro los números de las casa para ubicarme: me he pasado ya cinco cuadras de mi destino.

(continúa)

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La caída de Toño (capítulo cuatro)

[Visto: 498 veces]

(viene del capítulo anterior)

Había imaginado que con tan sustancioso desayuno, tendría fuerzas suficientes para el resto del día. Pero el belicoso sol de ese tibio otoño me dejó más cansado que de costumbre. al mismo tiempo que me secaba el sudor podía notar el rostro de Trelles, el maestro de obra. Lo noto preocupado e incómodo, como si ya quisiera irse de este lugar.

Para cuando finalizó la labor a las cinco de la tarde, mientras los demás obreros salían, yo me dirigí al tercer piso. Más antes, había dejado en esa zona unos fierros y algo de arena que luego guardo en mi casa para hacer pequeñas reparaciones y otros trabajos de albañilería. Trelles había terminado de despedir al último en salir, cuando volvieron los chalecos del taita.

Yo aún no había terminado de cargar las cosas, cuando escuché la conversación. “¿Ya tienes el dinero?”, le preguntó uno de ellos. “No lo tengo ni lo necesitan. Así que déjense de amenazar porque no verán ni un sol”, fue la respuesta un tanto temerosa de Trelles. Agazapado sobre el piso, miré cómo los hombres reían ante la reacción del maestro. Luego, sin dudar, sacaron sus pistolas y dispararon de frente contra Trelles.

Los asesinos salieron corriendo del lugar y abordaron el auto que los esperaba. Yo lo miré todo desde arriba, y agradecía que no se hubieran dado cuenta de mi presencia. Pasar por el costado del cuerpo de Trelles fue doloroso, pero no tenía otra forma de salir de allí. Corriendo, alcancé al emolientero y le pregunté si había un teléfono cerca. Me indicó que había uno de ellos dos cuadras más abajo. Coloqué una moneda y llamé a la policía. 

(continúa)

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