Archivo por meses: diciembre 2016

Pacto de necesidad (capítulo final)

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(viene del capítulo anterior)

A la mañana siguiente, César llamó a Camila para saber cómo se encuentra. Ella se disculpó con él, no había sido su intención dejarlo plantado. “Tu tía me comentó que habías tenido un problema familiar, por eso saliste de pronto”, preguntó el joven.

Ella se quedó en silencio un rato. Luego suspiró y le contó lo ocurrido. Sus padres se habían reunido con Camila para anunciarle que viajarían en un par de días al extranjero. “Me voy a vivir con ellos, siempre lo habíamos deseado”, dijo Camila estas últimas palabras como si no las sintiera cercanas. Como si una pesadilla hubiera surgido frente a ella.

A pesar del impacto de la noticia, César se contuvo y la felicitó por la noticia. “Pues espero que te vaya muy bien”, fue la breve respuesta del joven, quien cortó la llamada porque no podía contener la tristeza. Sintió que, para Camila, sólo había sido una situación temporal de su vida, un actor secundario de un breve momento.

Ya no tenía por qué estar más. Ya Camila consiguió lo que le era suficiente. Y, definitivamente, el pacto de necesidad se ha roto.

La playa del miedo (capítulo final)

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(viene del capítulo anterior)

Es otra noche que Anderson no pudo dormir. Otra noche que sintió su cama pesada y que le era imposible entender todo lo que había ocurrido. Porque todo era muy extraño, muy incoherente. Los rayos del sol ya entraban por su ventana pero era claro que no tenía ganas de trabajar. Su compañero lo fue a buscar cuando terminó su turno.

Tocó la puerta y espero que Anderson saliera. Cuando lo vio, le preguntó si había enfermado. “No. ¿Por qué?”, señaló Anderson movido por su curiosidad. Su compañero le informó que tampoco el comisario había ido a sus labores. Confundidos por aquel acto inusitado, ambos jóvenes fueron a la casa del comisario a ver qué pasaba.

Al llegar, golpearon la puerta pero nadie contestó. Temiendo que algo hubiera pasado, Anderson derribó la puerta y lograron ingresar. El comisario ya no estaba: encontraron un desorden en la habitación, se había llevado una maleta y varias de sus ropas. Entraron al garage donde guarda su camioneta. Está vacío. Anderson se pregunta por qué el comisario se fue sin avisar, “a no ser que…”

En la carretera, el viejo hombre maneja sin prisa su fuerte y azul camioneta. Para un momento al costado del camino para estirar un poco los brazos y las piernas. Vuelve a subir y se siente más despejado. Acomoda el retrovisor para ver mejor. Unas algas verdes parecen dormir en el asiento posterior…

Pacto de necesidad (capítulo siete)

[Visto: 422 veces]

(viene del capítulo anterior)

Jadeando por el esfuerzo, César llegó a la puerta del departamento de Camila. Se dio un momento para recuperar el aire y luego tocó el timbre. Sin embargo, ella no estuvo cuando se abrió la puerta. Mas bien una señora cuarentona se plantó frente a él.

César preguntó qué había pasado con Camila. “Disculpe joven, pero mi sobrina tuvo un problema familiar y salió de urgencia”, señaló la señora brevemente y le dio un papel. En este, había un número de teléfono para que la pudiera llamar.

César agradeció a la señora por el mensaje y se retiró al paradero. Prefirió no llamar ese día, seguro que Camila no le respondería. “Será mejor mañana”, dijo para sus adentros. Espero en el paradero hasta que llegó el bus, al que subió lentamente y con cierta decepción.

(continuará)

Inesperado (capítulo cuatro)

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(viene del capítulo anterior)

Es aburrido tener que admitir que Alisa me ha secuestrado. ¿Qué ganaría teniéndome de su rehén? ¿Acaso no sabe que puedo huir? Trato de salir por la puerta. No se puede. Un pestillo parece estar evitando que logre escapar. Hago un berrinche enorme y golpeo y pateo la puerta, esperando que ceda.

La seguridad de esta habitación, se nota, es a prueba de mi enojo. Sólo me queda echarme a descansar porque la espalda me vuelve a fastidiar. Me quedo divagando mirando hacia ese techo blanco y algo sucio que se muestra sobre mi cabeza.

“Alisa, quisiera saber qué estás tramando”, me dije interiormente mientras la mirada al techo me cansó y me quedé dormido con esa fastidiosa duda. Estoy tan cansado que no me importa estar adentro. Estoy tan cansado que no me importa llegar afuera.

(continuará)