Archivo por meses: junio 2016

La playa del miedo (capítulo tres)

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(viene del capítulo anterior)

Luis y Juan contaron que habían llegado con un grupo de amigos a la playa esa mañana. Entre ellos, había una amiga suya, Sandra, que se había quedado fascinada con la playa. En la tarde, cuando ya iban a recoger las cosas para volver a la ciudad, se dieron con la ingrata sorpresa que no la veían.

Anderson sintió que debía preguntarles algo más, pero decidió que no era el momento. es dijo a los jóvenes que eso es todo y, mientras ellos se retiran, se queda pensando en las algas. Termina de redactar el informe y se lo presenta al comisario. El viejo jefe lee un poco pero se queda extrañado que el salvavidas no haya seguido con la búsqueda.

“Se ha hecho de noche y eso dificulta encontrarla”, se excusó Anderson con apatía. “Bien, pero espero que retomes las labores mañana temprano”, dijo el jefe y Anderson asintió. Se retiró y se fue a dormir pero no logró conciliar el sueño. “Mañana lo confirmaré todo”, se dijo interiormente y cerrando los ojos.

(continuará)

Pacto de necesidad (capítulo cuatro)

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(viene del capítulo anterior)

Llegaron a la cola pero no tuvieron mucha suerte: sólo quedan entradas para una película de terror. Si bien César no tenía problemas en ver una, sí tenía la duda que fuera del gusto de Camila. “Sólo queda esta peli, si te parece…”, empezó a decirle cuando ella le respondió. “Sí, vamos a verla”, contestó ella con cierta ansiedad. César confió en la palabra de su amiga y compró las entradas.

Se dirigieron hasta la sala. Había tantas butacas vacías que prefirieron sentarse cerca de la salida por si el miedo fuera muy chocante. La película comenzó y observaron el espacio más oscuro que lo normal. La película transcurre sin sobresaltos. La ansiedad de Camila se ha desvanecido y César siente que, después de todo, ha sido una buena decisión.

De pronto, el asesino se esconde detrás de un arbusto. Su víctima camina por el sendero algo despreocupada. Quizá no se ha dado cuenta que comienza a oscurecer. Camila sí. Su ansiedad va en aumento. El asesino sale con cautela y avanza por detrás. Su víctima voltea de repente. El asesino se aprestar a dar la puñalada y…

Camila le está apretando el brazo a su amigo con sus manos muy firmes. “Tranquila Cami, ya pasó”, dice César pero ella oculta el rostro contra el brazo y no lo deja. Él decidió acariciarle su rostro y su cabello, hasta que sintió que ella se sintió un poco más segura. Camila levantó la mirada y lo vio con un poco de tristeza.

“Lo siento”, dijo ella apenada por lo sucedido. “No te preocupes amiga. ¿Nos vamos?”, dijo César y ella asintió. Los dos se pararon y salieron hacia la calle. Ella sintió algo de frío y sus manos tomaron el brazo de César. Esta vez la suavidad del gesto le hizo a César esbozar una sonrisa.

(continuará)

Te digo no

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No entiendo ya cómo me miras,

cómo la del lunes resulta ser

tan fastidiosa como la del viernes,

cómo esos ojos que se expresan

de pronto evaden sin rubor,

cómo esos oídos son sordos

cuando no quieren escucharme,

cómo esos labios que besan

mienten ahora por conveniencia.

Y por eso me sorprende tu insistencia,

me confunde tu histrionismo,

me arrebata tu necia perseverancia.

Y me hace preguntarme

para que quede constancia:

Para qué me pides que esté contigo

si ya ves que te conozco tan bien.