Archivo por meses: octubre 2016

Inesperado (capítulo tres)

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(viene del capítulo anterior)

Abro mis ojos. No sé cuánto tiempo ha pasado pero aún me siento aturdido. Estoy echado en algo que parece un colchón, mas no es mi cama. Trato de incorporarme y no puedo. La espalda me revienta de dolor y tengo que echarme otra vez. Miro alrededor: es obvio que no me encuentro en mi habitación.

Trato de incorporarme de nuevo. Con algo mas de esfuerzo, casi logro sentarme. Percibo que una sombra parece estar cerca. Pierdo la concentración y caigo otra vez sobre el colchón. Entonces veo que ella se acerca.  Se trata de una joven. Una joven vestida sencillamente: me mira y me sonríe al notar que he despertado.

“Hola dormilón”, dice ella saludándome. “¿Quién eres?¿Qué quieres?”, son las frases que digo de forma automática. “Soy Alisa y sólo quiero que te recuperes”, es su breve respuesta antes de irse de la habitación por la puerta de madera. Aunque respondió mis preguntas, la respuesta me dejó insatisfecho; tan sólo quiero salir de allí.

(continuará)

La playa del miedo (capítulo cinco)

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(viene del capítulo anterior)

Anderson nada más hacia el norte, espera encontrar algo más que lo acerque a hallar más a la joven. En su recorrido, encuentra que en la zona crecen algas verdes oscuras, como las que vio la primera vez. Se detiene un momento para examinarlas cuando, por el rabillo del ojo, ve una sombra oscura que se aleja.

Anderson comenzó a nadar con mayor ímpetu pero la sombra negra fue más rápido y se alejó en cuestión de segundos. El salvavidas salió a la superficie y se dirigió a la playa. Allí, uno de sus compañeros lo espera con el rostro desencajado. “Qué bueno que regresas: tienes que ver esto”, le dice al verlo llegar.

Se dirigen hasta unas formaciones rocosas que se adentran en el mar. Anderson camina presuroso y se detiene de golpe. El cuerpo femenino yace tendido en la playa. “¿Qué fue lo que te atacó?”, le pregunta al cadáver, al ver la terrorífica expresión de su rostro.

(continuará)

Pacto de necesidad (capítulo cinco)

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(viene del capítulo anterior)

César acompañó a Camila hasta la puerta de su departamento. Ella le agradeció por la salida. “¿Te parece si salimos otro día?”, le preguntó antes de que él se vaya. César contestó que sí y que le llamara la próxima semana para confirmarlo. La joven sonrió de nuevo y se sintió contenta al cerrar la puerta.

Durante la semana, a César se le nota un cambio de actitud. De lo calmado que había estado en sus estudios, de pronto se muestra muy ansioso ante la llamada que no llega a su negro celular. Distraído y aburrido, su mirada rehuye las páginas de los libros porque, por culpa de esa ansiedad, no los entiende.

Todo cambió cuando llegó otra vez el fin de semana: Camila lo llamó en la tarde y le preguntó si estaría libre esa noche. César respondió afirmativamente y, sin esperar un minuto más, recogió sus libros y anotaciones, los colocó dentro de su mochila y fugó de sus clases rumbo a su casa.

Sabía que ya eran las cuatro de la tarde y le quedaría poco tiempo si quería llegar a la hora acordada. “Con fe”, dice para sus adentros mientras para el bus y sube esperanzado pensando en la cara de Camila.

(continuará)