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(viene del capítulo anterior)
“Lucho, ¿qué estás haciendo? ¡Vámonos ya!”, le rogó la mujer esperando que recapacitara. Lucho aseguró el percutor y, de pronto, le entró la duda: ¿valdría la pena dejar vivo a su tío, sabiendo que continuaría con su cacería?
Rodolfo se levantó sorpresivamente y se abalanzó sobre su sobrino. El joven despertó de su distracción y disparó. El patrón se sorprendió al sentir el disparo, se tocó en el lugar de la herida y luego se desplomó. Detrás de él, González aparecía con su arma aún humeante.
“Tu disparo se desvió por poco, no tienes de qué preocuparte”, dijo el capataz y llevó a Constanza hasta su lado. “Mi hija es tu misión ahora”, señaló González y les pidió que huyeran de allí. Lucho tomó su mano y ambos salieron del establo.
Subieron en la camioneta y dejaron Los Robles por última vez. Constanza miró hacia atrás y lloraba por la suerte que correría su padre. “Tranquila corazón, lo apoyaré con todo lo que pueda”, afirmó el joven y sonrió, convencido que lo volverían a encontrar.
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