Archivo por meses: febrero 2014

No la playa ni las olas

[Visto: 450 veces]

La playita, el sol,

el cevichito en su limón,

las olas que barren la arena

y sobre las que doy un chapuzón.

Un día genial, eso pensé,

hasta que vino el regreso,

recoger todas las cosas

y volver a la gran ciudad.

Una combi que nos queda angosta,

soportando el calor de un motor,

hasta que los espacios fluyen

y un asiento se libera.

Me dices que me siente,

te digo que te sientes,

y al final nos miramos

con ojos complices.

Me siento y te sientas,

nos vamos abrazados,

juntos hasta nuestro paradero.

Entonces recuerdo

lo mejor de esta travesía,

no la playa ni las olas,

sino vivirlo junto a ti.

 

Sigue leyendo

Antes de los 28 (capítulo tres)

[Visto: 468 veces]

(viene del capítulo anterior)

Aturdido por lo que había tenido lugar, Nico se refugió durante dos días en su cuarto. Las ventanas se mantuvieron cerradas y apenas si salió para ir al baño o, a media tarde, perderse unas horas por el parque hasta que regresaba con el mismo extraño mutismo con el que se encerraba.

Por eso, a sus padres les pareció extraño la actitud cambiante que experimentó su hijo al tercer día. Las llamadas incesantes a sus amigos concluyeron en una salida inopinada de Nico esa misma noche. No supieron a qué hora volvió, sólo que a la una de la tarde del día siguiente el olor a alcochol que emanaba de su habitación era insoportable.

“¿Qué te pasa hijo?”, le preguntó su padre al entrar y verlo levantarse con dificultad de la cama. Nico estuvo en silencio, pero su padre se mantuvo firme y de nuevo le preguntó lo mismo. “¡Ya basta papá, sólo quiero estar con mis amigos!”, se molestó el joven y salió raudo, no sólo del cuarto sino también de su casa.

Corrió hacia el parque, pero su resaca lo hizo trastabillar en medio de los árboles. No supo cuánto tiempo estuvo en el suelo pero, cuando se levantó, observó algo imposible: José, uno de sus dos amigos muertos, se presentó ante él.

(continúa)

Sigue leyendo

El misterio del atrapasueños (capítulo cuatro)

[Visto: 454 veces]

(viene del capítulo anterior)

Ahora, era el turno del padre. Alfredo le entregó su regalo aún con cierto nerviosismo por todo lo que había tenido que pasar por su olvido. Con esa misma rapidez, Alonso rompió la envoltura y descubrió el oso de peluche. Con evidente desconcierto, lo tomó entre sus brazos con tibieza.

A pesar de ello, agradeció a mamá y papá por los presentes. Luego de estar jugando un rato, empezó a bostezar y Alfredo le pidió que se fuera a acostar. Alonso obedeció, se despidió de ellos y se llevó el oso para su habitación. Su papá le deseó las buenas noches una vez que lo vio dentro de la cama y cerró la puerta.

Con mucho cansancio, Alfredo caminó hasta su habitación. Nora ya lo estaba esperando y, cuando cerró la puerta, comenzaron los reproches. “En serio, ¿otro peluche? Tú sabes muy bien cómo va a terminar esto”, le gritó su mujer con marcado fastidio. Alfredo no sabía cómo contentarla, hasta que prometió que le ayudaría a Alonso a cuidar el oso. Sólo así ambos se fueron a dormir.

(continúa)

Sigue leyendo

Tan sólo unos momentos (capítulo final)

[Visto: 459 veces]

(viene del capítulo anterior)

Me sentí más tranquilo saboreando la bebida en la barra. Tan tranquilo que, recién media hora después, me di cuenta que mi celular estuvo sonando. Dos llamadas perdidad y un mensaje de texto eran la prueba de que Annie también está atenta a mí. “Amigo, ¿dónde estás?”, fueron las breves palabras que me apresuré en contestar.

Luego de un par de minutos, ella apareció a mi lado con una amplia sonrisa y me preguntó qué había pasado. “No lo sé, pensé que me sentiría diferente… más alegre”, señalé con una cara que no pudo tapar mi decepción. Annie se acercó a mí, posó sus brazos detrás de mi cuello y sentí su beso en mi mejilla.

“¿Te parece bien si vamos a bailar un rato?”, preguntó ella mirándome con esos dos hermosos ojos negros. Acepté sin dudar y, llevándome a la pista de baile, la pasamos muy bien en ese momento. La hora pasó muy rápido y ya me tenía que ir. Nos despedimos con cierta ternura, y salí de la discoteca. Bajando por la escalera, me sentí contento por la manera, mas triste por el final: el cierre de la noche estuvo hecho.

Sigue leyendo

Sublevación contra tu tristeza

[Visto: 424 veces]

Ya no me basta con oir

los breves murmullos

que te destrozan poco a poco

en ingratas noticias.

Con los sollozos entrecortados

que se filtran por las paredes,

y tus miradas caídas

que ya no saben a dónde observar.

Simplemente no quiero

quedarme en eterno silencio,

mientras te quiebras

a cada paso que avanzas.

Hoy me levantaré convencido

y te sacaré de allí.

Hoy me sublevaré contigo

y te haré animar.

Porque esa tristeza que tienes

la conocí tiempo atrás:

hoy ya no me hace daño

y te la ayudaré a borrar.

Sigue leyendo

Antes de los 28 (capítulo dos)

[Visto: 480 veces]

(viene del capítulo anterior)

Nico no tenía muchas ganas de salir. Es más, su temor era morir en coincidencia con lo sucedido a sus amigos. Sin embargo, armándose de valor, se colocó una chompa encima del polo y salió hacia el parque. No caminó mucho para darse cuenta que un hombre alto lo observa al costado de un árbol.

“¿Por qué ese rostro se me hace conocido?”, se preguntó el joven al mirarlo con detenimiento. “Porque yo estuve allí: fui testigo de los dos accidentes”, respondió el desconocido antes que Nico pudiera decir algo. Él se sorprendió no sólo que le hayan leído la mente, sino que los recuerdos de esos aciagos días se volvieran, de pronto, tan nítidos.

“¿Qué es lo que quieres de mí?”, preguntó otra vez el joven, esta vez más temeroso. El desconocido rió un poco, luego guardó unos segundos de silencio, y luego le dijo que se llama Dante. “Durante siete días podrás hacer lo que quieras, y después tomarás una decisión”, dijo el extraño y, como para que no quedaran dudas de su poder, se desvaneció en el aire.

(continúa)

Sigue leyendo

El misterio del atrapasueños (capítulo tres)

[Visto: 444 veces]

(viene del capítulo anterior)

Nora, la esposa de Alfredo, salió a recibirlo apenas se dio cuenta que entraba por la calle. “¿Conseguiste el regalo?”, preguntó ella mirándolo muy ansiosa. Y no era para menos, porque había tenido que soportar los berrinches de Alonso por la incomprensible demora de su papá.

Alfredo respondió afirmativamente, le entregó el atrapasueños y le pidió que lo colocara sobre la puerta principal de la casa. Alonso, mientras tanto, cambió de ánimo cuando vio a su papá entrar y se abalanzó sobre él. Ambos se abrazaron y Alfredo le deseó un feliz cumpleaños. “¿Y dónde está mi regalo?”, preguntó el niño saltando de un lado a otro.

“Primero apaguemos las velas de la torta”, señaló el papá con una gran sonrisa. Nora encendió las velas del pastel que ya los esperaba en la sala, y los tres cantaron con gran alegría. A continuación, Nora le entregó a su hijo una caja envuelta. Alonso la abrió con mucha rapidez: el circuito ferroviario con trencito y baterías incluidos lo puso muy contento.

(continúa)

Sigue leyendo

Tan sólo unos momentos (capítulo dos)

[Visto: 492 veces]

(viene del capítulo anterior)

No me pareció un abrazo tan largo, pero sí lo suficiente para sentir que este era un buen comienzo. Annie me presentó a sus migas, Silvia y Melissa, a quienes las vi elegantes pero no estaba igual de interesado. Subimos por la escalera y, previo pago de tickets, entramos en la discoteca del centro comercial.

El ambiente aún no había llegado a su apogeo, así que buscamos un buen sitio donde sentarnos. Los cuatro recorrimos el camino que rodea la pista de baile oval, y encontramos un sofá semicircular con una pequeña mesa. Ordenamos unos tragos e inciamos conversa antes que más amigos se sumaran.

Luego de hablar trivialidades con las chicas, me dirigí hacia el baño. Para cuando regresé, la pachanga había comenzado. Miré hacia la izquierda: Silvia y Melissa bailaban en la pista; miré hacia la mesa: sin rastro de Annie, había quedado vacía. Molesto por mi mala suerte, decidí ir a la barra a pedir una chela.

(continúa)

Sigue leyendo

Espera en el calor

[Visto: 506 veces]

No necesita ser desierto

para que las gotas de agua

se evaporen tan frágiles.

Desaparecen como la paciencia,

que recorre la espera

sin saber si es accidental

o alguna maniobra dilatoria.

El calor corporal aumenta

así como la frustración interna,

pereciendo el cabello mojado

y el sentimiento de esperanza.

No podría vivir así,

seco por fuera, seco por dentro,

atormentado por una hoguera

más calurosa que una estrella.

Sigue leyendo