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(viene del capítulo anterior)
La memoria de Luis está muy fresca y, mientras Mónica le expresa sus razones, su mente vuelve a recordar el inicio de la debacle. El principio del tercer año había sido más que auspicioso. Aquel sábado salieron a bailar la discoteca. “Hasta las últimas”, le comentó Mónica como exigencia… y Luis cumplió con creces.
Se mantuvo en ritmo hasta las seis de la mañana, hora en la que ella se dio más que satisfecha y le pidió le llevara a su casa. Caminaron muy despacio por la vereda, ella acariciando el brazo de su enamorado, él mirándola con obvia ternura. Felizmente la casa quedaba cerca, así que su caminata fue algo breve.
Ya en la puerta, Mónica lo abrazó por el cuello y empezó a besarlo con muchas ganas. Luis fue recíproco y respondió de la misma manera pero algo le causa fastidio. Mónica le pregunta qué pasa. “No es nada, sólo que ya me tengo que ir y no quiero”, responde él en tono de resignación. Ella le pide que se quede un rato más. “Dos minutos más”, contesta algo tacaño.
“¡Que sean tres!”, se emociona Mónica y le roba otro par de besos. Luis agradece la despedida y le promete llamarla más tarde.
(continúa)
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