Archivo por meses: mayo 2011

Los tiempos de Joel (capítulo nueve)

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(viene del capítulo anterior)

Joel aceptó encantado. Para cuando terminó la clase, salieron juntos del salón. Alexia, con la excusa de explicarle más sobre el trabajo, se dirigió con él hacia una de las bancas y disfrutar un rato más de su compañía.

En eso estaba cuando recordó la llamada de su hermano. “Sorry, ya te diré bien otro día, me tengo que ir a mi casa”, se despidió la joven, pero Joel la detuvo. “¿No quieres que te lleve a tu casa?”, preguntó mirándola fijamente.

Aquel extraño magnetismo volvió a sentir en ese momento y dijo que sí. Él la condujo hasta el estacionamiento, donde el viejo auto azul lo esperaba. “Wow, ¡qué lindo auto!”, exclamó ella, pero se sorprendió aún más cuando Joel le confesó que había sido de su padre.

“No te creo. ¡Parece nuevo!”, le comentó Alexia emocionada. Subieron al coche y se dirigieron a su casa. “Aquí es”, señaló ella al llegar. Joel no tuvo dificultad en reconocer la casa, a pesar del cambio de color de las paredes.

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La noticia inesperada (capítulo dieciséis)

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(viene del capítulo anterior)

Cuando llegaron al sitio, José no dijo nada. Sólo sacó la llave del contacto y abrió la puerta para salir. Darío, por su parte, sí estaba extrañado: alrededor suyo observó un extenso campo verde cuyo horizonte no alcanzaba a divisar.

“Tu abuela está más adelante”, le habló su tío, “ve, que te está esperando”. El joven lo miró con alegría y luego corrió por el pasto en línea recta. Tras un par de minutos, pudo ver una zona donde las personas conversaban en bancas.

Era toda una vista blanca y conmovedora, abrazos, besos y saludos se sucedían por doquier. De pronto, Darío divisó a su abuela y fue a su encuentro. Se arrodilló ante ella y la abrazó de la cintura, mientras la buena señora le acariciaba los cabellos.

“Te extrañé tanto”, dijo emocionado entre sollozos, “pero ahora voy a poder llevarte a casa, porque ya estás conmigo”. “Más bien, tú estás conmigo”, le corrigió su abuela. Darío se desconcertó ante la respuesta. “Es cierto, ocurrió cuando te dieron la droga experimental”, explicó José al llegar, “tu cuerpo no lo resistió”.

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Preparándome pal lunes (capítulo dos)

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(viene del capítulo anterior)

No sabe cómo logró tomar una combi a luca en medio de su tambaleante andar. Tampoco cómo logró abrir la puerta del cuarto. Cuando ya entraba a hurtadillas hacia el cuarto, resbaló y cayó. “¿Quién es?”, preguntó desde el otro cuarto una voz femenina.

Kike trató de levantarse, pero se sentía muy pesado. “Veste muchacho, ¿estas son hora de llegar?”, le recriminó su madre apenas lo vio en ese estado. Él trató de excusarse, mas lo cortaron: “anda a comprar el pan”, le ordenó ella.

Kike logró ponerse de pie, con algo de dolor, y salió del recibidor hacia la calle. Era lo que menos quería hacer en ese momento pero no tuvo opción. Cuando llegó a la panadería, se encontró con una cola larga, tan larga que exclamó: “¡qué salado!”.

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Los tiempos de Joel (capítulo ocho)

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(viene del capítulo anterior)

Joel avanzó luego por las escalinatas del foro, encontrando un espacio vacío, justo al costado de Alexia que, ruborizada, no sabía qué hacer. Miró un momento hacia el otro lado, como queriendo sacar un cuaderno de la mochila.

El joven se dio cuenta de la maniobra; sin embargo, no dijo nada, y se quedó esperando con la cara fija. Ella volteó la cara y se quedó a pocos centímetros de besarlo accidentalmente. Retrocedió casi por instinto y casi se cae, de no ser porque Joel reaccionó a tiempo y la sostuvo del brazo.

“¿Siempre te caes cuando hay un chico nuevo junto a ti?”, preguntó él con una sonrisa muy expresiva. Alexia rió brevemente, y terminó por eliminar cualquier desconfianza que tuviera sobre él. Recordó entonces una tarea que les había dejado el profesor. “Hay un trabajo grupal por hacer”, dijo ella animada, “¿te unes a mi grupo?”.

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La noticia inesperada (capítulo quince)

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(viene del capítulo anterior)

Eran como las nueve y José aún dormía. Darío no se lo tomó a mal y ya había a preparar el desayuno hace un buen rato. Unos minutos después, el tío apareció en el comedor, vestido con el pantalón del terno y una camisa blanca. “Qué bien sobrino”, se alegró José, “¿quieres que compre algo?”.

“Luego tío, primero come”, se excusó el joven, dejándolo sin alternativa. Porque la contestación había desilusionado a José e hizo incómodo el silencio posterior. Finalmente, con los platos recogidos y lavados, tío y sobrino salieron de la casa.

Ya dentro del Volkswagen escarabajo beige y tras haber recorrido un par de cuadras, José miró a su sobrino con un gesto melancólico, como si conociera la respuesta: “¿a dónde quieres ir?”. “Llévame donde mi abuela”, respondió Darío decidido, y su tío enrumbó a las afueras de la ciudad.

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Los tiempos de Joel (capítulo siete)

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(viene del capítulo anterior)

Alexia estaba a punto de ingresar a su clase cuando su teléfono empezó a vibrar. Era Fernando, su hermano. “Hola Fer, ¿cómo te va?”, le respondió ella con alegría, alegría que se desbarató cuando su hermano le comentó lo que le pasó a su mamá.

“No Fer, yo voy para allá”, amenazó ella con ir a la casa, pero Fernando la tranquilizó diciéndole que ella ya se sentía mejor. Aún así, Alexia le aseguró que terminando su clase iría para allá. “Lindo mi bro”, habló bajito la joven una vez dentro.

“Señores y señoritas”, habló el profesor a la clase, “tenemos novedades: un nuevo estudiante se integra”. Y a continuación, hizo pasar a un joven de mirada sobria y sonriente. Al mirarlo, Alexia sintió de pronto un irresistible magnetismo que no sabía cómo controlar. “Hola a todos. Me llamo Joel”, dijo el recién llegado.

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La noticia inesperada (capítulo catorce)

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(viene del capítulo anterior)

“No, no te haré caso”, dice Darío tratando de volver a dormir, “tú no eres real”. Luis se molestó un poco pero, en vez de retirarse, se sentó sobre la cama. El joven pudo sentir sus pies chocar contra la espalda del niño.

Esto terminó de convencerlo y decidió levantarse otra vez y escucharlo. “Ella dice que no te olvides de tu promesa”, habló Luis. “¿Cuál pro…?”, iba a preguntar Darío, y recordó cuando encontró la carta, que habían acordado con su tío que visitarían a su abuela.

“Mañana iré. Lo prometo”, afirmó seguro. Luis se bajó de la cama y caminó hacia la puerta del cuarto. “¿Te volveré a ver?”, preguntó Darío dubitativo. “Yo sí quiero”, respondió el niño, y se alejó esbozando una sonrisa.

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La visita blanca

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Probable que esta columna hubiera aparecido ayer, pero una desconexión fortuita por algunas horas me impidió escribirlo. Quién sabe, quizá era para poder disfrutar más de la compañía de mi madre.

Recuerdo haberles comentado algo de mi abuela Tensy hace unos meses, con motivo de su partida. Pues bien, hace un par de días me visitó. Es cierto que no la pude ver, pero eso no significa que no sea real.

El sábado, luego de una pequeña reunión con unos amigos de la universidad (festejando el término de los exámenes parciales), llegué a mi casa como a las dos de la mañana. Como comprenderán, estaba cansado y me quedé dormido encima de la cama.

Me levanté luego como a las seis, sólo para cambiarme de ropa y volver a dormir hasta las diez. Cuando me despierto por fin, mi sobrina se me acerca y me dice: “tu abuela vino a verte”. De primera impresión, yo pensé que se refería a la mamá de mi mamá, que duerme en el cuarto contiguo.

“No, monse”, me replicó la niña, “era tu abuelita Tensy”. Debido a la resaca, no le quise creer de inmediato. Pero mi sobrina contó que la había visto sentada en mi cama con un vestido blanco, tan blanco como el largo cabello que caía en sus hombros.

La vio abrigando mis pies y acariciándome el cabello con sus manos. Estuvo un rato así hasta que se percató que la niña la miraba, momento en el cual salió del cuarto, volvió a mirar por última vez y se fue en dirección a la escalera.

No hubo necesidad que me dijera más: mi corazón sabe que es cierto. Mi abuelita Tensy fue una mujer que no tuvo la fortuna de concebir. Aún así quiso mucho a mi madre y a nosotros como sus nietos verdaderos. Porque su amor es tan grande que ha vencido a la barrera de este mundo mortal.
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Preparándome pal lunes

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Poco es lo que sientes. Viendo con los ojos en medio de la oscuridad que se baña en luces multicolores, el cuerpo bailando casi por inercia, la risa desternillada provocada por una broma monse. Ya no te queda aliento, pero ni te inmutas porque poco sientes.

Fabi mira desconcertada la actitud de Enrique. “Kike, ¿cuánto has tomado?”, le pregunta haciendo muecas de desaire. Pero él no le hace caso. Son las tres de la mañana y quiere divertirse un rato más. Aunque no lo sienta.

Dos horas después, sin embargo, despierta y… ya no hay nadie. La discoteca está cerrando, las mesas están vacías y apenas una pareja en la pista, coreografiando una danza que poco importa. Levanta el brazo para ver el reloj. “¡Por las!”, exclama, levantándose de la silla con desgano.

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Tras 10 años escondido, Osama Bin Laden está muerto

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Finalmente, tras un paciente proceso de inteligencia que duró ocho meses, Osama bin Laden, el terrorista más buscado en el mundo, fue abatido ayer por un comando de militares estadounidenses, que lo sorprendieron en la mansión que tenía en la localidad de Abbottabad, al norte de la capital pakistaní, Islamabad.

Después de doce años de estar en la lista de hombres más peligrosos, Bin Laden cayó en un enfrentamiento contra un reducido grupo de infantes de marina (los Navy SEALs) que, en número de 20, ingresaron al edificio y dieron muerte al terrorista así como a otros tres hombres y una mujer usada como escudo humano.

Sin embargo, las suspicacias no han tardado en aparecer pues, a pesar del discurso del presidente Barack Obama, aún no se ha propagado evidencia fotográfica o fílmica del cuerpo de Bin Laden. Y es que, tratando de cumplir los ritos islámicos y para evitar una posible concurrencia al lugar de entierro, los restos del terrorista fueron lanzados al mar.

Con cautela, Obama señaló que “se había hecho justicia” para con las víctimas de los atentados financiados y planificados por Bin Laden, y llamó a “mantener la alerta” a los ciudadanos estadounidenses que viven en zonas conflictivas.

Esto último es lo más cierto: Bin Laden ya había dejado de ser la cabeza operativa de Al Qaeda, a pesar de mantener el liderazgo ideológico de la red terrorista. La guerra contra el terror aún está lejos de acabar pero, por un día, el mundo parece un lugar más seguro. Sigue leyendo