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(viene del capítulo anterior)
Unos días después, Nicole había quedado en salir con Alfredo por la tarde. Y a pesar de lo esmerado que lo veía a su enamorado, lo sentía ansioso. Habían aprovechado para hacer un paseo por el parque y encontraron una banca para sentarse. Alfredo empezó a mover su celular como si tuviera la imperiosa necesidad de recibir una llamada.
“¿Te pasa algo?”, preguntó la joven al darse cuenta que él le está prestando más atención a su teléfono. “Un amigo que no veo hace algún tiempo, me dijo que iba a llamar”, fue su escueta explicación. Nicole le recordó que lo ama y que puede contar con ella para cualquier situación. “Yo sé que me apoyarás, pero esto es personal”, respondió misterioso.
Esa respuesta rompió el buen clima que tenían y, ofuscada, la joven pidió que retornaran a su casa. Alfredo se quedó sorprendido y, rumiando su actitud idiota, caminó con ella hasta el auto, subió y condujo hasta la casa de Nicole. “No creo que sea para tanto”, dijo Alfredo sin imaginar que cometió su segundo error del día. “No puedes hablarme así, vete por favor”, dijo ella muy enojada entrando en su casa.
“¡Qué huevón!”, fue lo único que atino a decirse luego de casi recibir un portazo en la cara. Se fue decepcionado. Unos minutos más tarde, el celular sonó. “Hola. Espero que haya valido la pena esperar tu llamado”, dijo a su interlocutor y condujo con rumbo desconocido.
(continuará)