Archivo por meses: junio 2012

Secretos de audio (capítulo siete)

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(viene del capítulo anterior)

“¿Qué quiere?”, preguntó enfadado el hombre viejo y calvo que salió a abrir. Pepe lo empujó para adentro y empezaron a pelearse. Se repartieron varios golpes hasta que Pepe lo arrinconó contra una pared. “Quiero saber quién es el dueño de este sitio”, le dijo desafiante, presionando su brazo contra el cuello del viejo.

“Manchego, Manchego es”, dijo el viejo con dificultad. Pepe le preguntó quién era Manchego. El viejo le contestó que no sabía, que Manchego sólo mandaba a sus encargados. “Mientes. ¿Quién te dio la plata para comprar este almacén?”, insistió el periodista.

“Un tal Carlos”, respondió el viejo. “¿Carlos qué?”, preguntó de nuevo Pepe. “No lo sé, así le decían al tipo. Él venía de parte de Manchego”, contestó el viejo. Viendo que no le sacaría nada, Pepe sacó su brazo y el viejo cayó sentado en el piso. Se tomó el tiempo para respirar con normalidad y luego se frotó la zona del cuello.

Un poco más calmado, Pepe le preguntó si volvió a verlo. “No, esa fue la única vez”, afirmó el viejo ya recuperado. Pepe empujó la puerta para salir. Había caminado unos pasos afuera cuando sonaron unos balazos. El viejo cayó malherido y Pepe, viéndose perseguido, empezó a correr.

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El muchacho de la noche (capítulo dos)

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(viene del capítulo anterior)

Micaela caminó hasta la esquina para encontrarse con Katy y sus amigos. “¡Qué linda estás!”, le dijo su amiga mientras la abraza con mucha alegría. Mica le devolvió el elogio y saludó a Miguel y Gino. “Se te ve muy bien”, agregó Gino como para justificar su embobada mirada.

Las chicas rieron un rato ante la gracia surgida, y decidieron para un taxi para que los lleve a una discoteca. Los cuatro se vacilaron de lo lindo bailando y tomando hasta que a eso de las cuatro de la mañana, Mica se tomó el estómago y se fue corriendo al baño. Movida como por un resorte, Katy la alcanzó y vio a su amiga vomitar sobre el lavadero.

“Ya tranquila, ya fue”, le dijo Katy mientras le mojaba el rostro y la cabeza para refrescarla. Una vez que se sintió mejor, Katy les avisó a los chicos para irse, colocó el brazo de Mica sobre su cuello y salieron caminando despacio del lugar.

Llegados a la acera, Katy cometió la imprudencia de dejar a su amiga sentada al borde. “Espera un minuto, ya vengo por estos pesados”, dijo y corrió al encuentro de Miguel y Gino que se habían quedado atrasados por su estado etílico. Mica se levantó con dificultad y comenzó a caminar tambaleante sobre la pista.

“Me siento bien, me siento bien”, se repetía sin coherencia, cuando unas luces la iluminaron de pronto. Sintió el viento rozar su espalda y unas manos sujetarla suavemente. El auto pasó apenas a su lado, mientras ella se abraza a un desconocido. Mica levantó la mirada. “Eso estuvo cerca”, dijo el desconocido mirándola con ojos penetrantes y con una sonrisa radiante.

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Bajo luz violeta (capítulo final)

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(viene del capítulo anterior)

Una vez que Lucho y Nico subieron, comenzaron su jornada de combi pirata con gran ánimo. Lograron llenarla rápidamente de pasajeros y, en ese momento, Mario levantó el pulgar: era la señal con la cual les indicó que ya no recogerían más personas.

La combi se fue desocupando lentamente, hasta que sólo quedó una muchacha. Estaba sentada en su asiento, cansada y medio dormida. Comenzando el puente, Lucho aprovechó para apagar la luz violeta y abrazarla para que no escape.

Entonces, oyó gritar a Nico y a Mario, que miró por el espejo retrovisor. “¿Qué es eso?”, gritó mientras la luz violeta se prendía de la nada y una niebla gris tomó forma humana en el asiento trasero. Era Toño quien, devenido en fantasma, los atacaba dentro de la misma combi.

Mario perdió el control de la combi y chocó contra una de las barandas de protección. Luego de unos minutos, la muchacha, aún adolorida, logró salir de la combi. Para cuando llegaron los paramédicos encontraron muertos a los tres amigos: Nico, asfixiado; Lucho, con múltiples golpes de puño en su rostro; y Mario, atravesado por su propio puñal.
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Secretos de audio (capítulo seis)

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(viene del capítulo anterior)

“No lo entiendo, ¿por qué?”, se rascó la cabeza Pepe mientras Diego ignoraba el vaso de ron delante suyo. “Nadie en ese Consejo Editorial se apellida Manchego, ¿a quién tratan de cubrir?”, enfatizó su pregunta el periodista, vaciando el vaso de un sorbo.

“Quizá es un familiar, o un allegado”, especuló Diego con desidia. “O un testaferro. Debemos investigar al dueño del almacén”, reaccionó Pepe y, levantándose de la mesa, se tomó el último sorbo y salió por la puerta del bar.

A la mañana siguiente, se apersonó a la dirección del almacén, en la zona industrial. Tocó y tocó la gran puerta metálica. “¿Quién es?”, preguntó una voz muy valiente. “Soy Pepe, vengo de parte de Manchego”, casi gritó su respuesta. Percibió que quitaban cadenas y abrían un candado.

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El muchacho de la noche

[Visto: 709 veces]

“Qué aburrida y sin hacer nada”, se lamenta Micaela mientras escucha la música de sus audífonos en su cuarto. Había tenido un sábado fatal: en la mañana una prueba que dio mal y, por la tarde, una discusión con su padre que terminó mandándola a su habitación. “Te quedas allí hasta que reflexiones en tus actos”, le dijo él mientras ella subía por la escalera.

Una llamada, sin embargo, empezó a cambiar su suerte: “Hola Mica”, habló Katy, su amiga, con tono alegre. Mica le contó sus pesares en aquel aciago día, esperando algo de comprensión. “Ok, entiendo, pero podemos resolverlo si nos vemos más tarde”, así la convenció Katy para salir.

Sin dudarlo un instante, Micaela dejó los audífonos y, luego de un duchazo, se alistó para salir con su vestido negro, sus botas de cuero y sus pulseras de ensueño. “Qué linda te ves niña”, dijo y se rió al mirarse en el espejo, sintiendo que en la noche todo le iría bien.

Saliendo por la sala, su madre la vio dirigirse a la puerta. “Espere señorita, recuerde que su padre la ha castigado”, le recriminó con voz dubitativa. “Me pidió que reflexionara… ¡y ya lo hice!”, acotó la adolescente con aire desafiante y golpeando la puerta al cerrar.

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Bajo luz violeta (capítulo cuatro)

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(viene del capítulo anterior)

El arrebato matonesco de Mario sacudió de sus miedos a Nico y Lucho: esa noche estuvieron juntos haciendo combi pirata pero no tuvieron suerte, porque el fluorescente violeta se malogró poco antes del último paradero, obligando a los pasajeros a bajar en una zona iluminada.

Para cuando se encontraron a la mañana siguiente, Mario les preguntó cómo habían dormido. “Muy tranquilo”, dijo Lucho. “Normal”, contestó Nico. “¿Ven? Sólo nos hacía falta subir de nuevo los tres a la combi, así que hoy volvemos a lo mismo”, afirmó Mario todo canchero.

Animados por su corta arenga, los tres amigos decidieron encontrarse por la noche; aunque Nico y Lucho estaban algo inseguros porque no sabían si Mario había conseguido repuesto para el fluorescente. Su duda se desvaneció cuando vieron una luz violeta acercarse por la esquina. “¿Suben?”, preguntó él ante el entusiasmo de sus amigos.

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Secretos de audio (capítulo cinco)

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(viene del capítulo anterior)

Al día siguiente, la primicia en el periódico “la rompió”: antes del mediodía el tiraje se había acabado por la ciudad. El debate público llegó rápidamente a las oficinas del ministro Romero quien, avergonzado con la revelación, no hizo otra cosa que presentar su dimisión al cargo.

La algarabía llegó a la redacción al ver que la investigación había dado sus frutos. “Dos corruptos menos”, le comentó Diego a Pepe luego que se enteraron que ese mismo día José Soria, el otro implicado, había sido detenido en el aeropuerto cuando intentó fugar al extranjero.

Pepe y Diego se dirigieron hasta la oficina de Jordán. Siguiendo un viejo ritual celebratorio, llevaban una botella de vino para poder tomar unas cuantas copas con su jefe. Jordán, apesadumbrado, acababa de colgar el teléfono y los recibía con un gesto adusto.

Como no entendían nada, Jordán invitó a sus dos pupilos a sentarse. “Me apena decirles esto, pero el Consejo Editorial ha decidido no publicar la transcripción de la segunda parte”, les confesó el viejo hombre de prensa antes de derrumbarse sobre su silla.

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La escalera de Chronos (capítulo final)

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(viene del capítulo anterior)

Átropos se levantó y trató de atacar con hechizos a Joel pero no pudo. El joven eterno no sólo se había apoderado del Báculo Dorado: también vestía la armadura de Chronos. Las piezas de platino, con motivos griegos, iluminaban toda la extensión del templo.

“No puede ser”, gritó la Moira desafiante, “¡tú no puedes dominar el tiempo!”. “Si Chronos me dio el báculo, es porque sabía que podía hacer esto”, dijo Joel y extendiendo el arma hacia su adversaria, lanzó un rayo que la dejó inconsciente unos minutos.

Átropos despertó y, viendo que aún estaba viva, decidió amenazar a Joel. Iba a utilizar sus poderes, pero no logró nada: sujeta al suelo del salón con largas cadenas, la Moira sólo atinó a ver al joven eterno sentarse en el Trono del Tiempo. Sigue leyendo

Bajo luz violeta (capítulo tres)

[Visto: 752 veces]

(viene del capítulo anterior)

Aunque Nico y Mario trataron de convencerlo, Lucho se mostró reacio a trabajar con ellos. Los amigos decidieron no hacer combi pirata por lo menos d, durante una semana. Terminado el plazo, Mario los volvió a juntarse en una cevichería.

Esta vez, Nico era el que estaba inquieto. “¿Qué te pasa? ¿Por qué tan callado?”, le preguntó Lucho mirándolo raro. Como le insistiera, Nico se molestó con su compadre y le pidió que hablaran de otra cosa. “Lo has visto, ¿verdad?”, le señaló Lucho con los ojos llenos de pavor.

Nico se derrumbó. “En el paradero, ahí estaba, ¡ahí!”, gritó el joven. Una vez que se calmó detalló que, haciendo la misma ruta con otra combi, pasó de noche por el paradero donde lo recogieron a Toño. Empezó a llamar a la gente y, de pronto, vio a alguien que lo miraba con ojos tristes.

“Era él, lo juro”, afirmó luego de contar que el espectro se desvaneció luego que volteó adentro de la combi para ver si se habían llenado los asientos. “¿Lo ves? ¡Está buscando vengarse!”, dijo Lucho asustado. “Ya basta”, les habló Mario muy contrariado y se levantó de la mesa diciendo, “ningún fantasmita nos va a asustar”.

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Secretos de audio (capítulo cuatro)

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(viene del capítulo anterior)

Pepe y Diego hicieron su labor en el más hermético secreto en el llamado “cuarto azul”. Sus colegas le decían así por el color de sus paredes, lugar donde los dos amigos se refugiaban cuando alguna primicia iba a hacer reventar la redacción.

Poco menos de tres días les tocó oír y transcribir el material. Cuando terminaron, sin embargo, surgió una diferencia: Pepe quería publicar el íntegro de las conversaciones en una edición, pero Diego estaba convencido que lograrían mayor impacto si dividían la historia para dos días.

Una vez hecha la consulta con Jordán, él aceptó la propuesta de Diego. “Justo como quería”, señaló el ganador y extendió la mano hacia su amigo quien, sonriendo, sacó un billete de veinte y se lo entregó.

Jordán ordenó que el primer día se publicara la negociación entre Romero y Soria, y al día siguiente la revelación sobre el “almacenero” Manchego. “Dará que hablar y, de paso, vamos a romper a la competencia”, dijo Diego a su amigo mientras fumaban unos cigarrillos a la salida del periódico.

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