Al horizonte del mar

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Si pudiera hablar

sintiendo que escucharías,

si pudiera esperar

sabiendo que vienes;

no estaría parado aquí

en el borde del acantilado,

mirando siempre fijo

al horizonte del mar.

Como antes tus pasos,

tan suaves al andar,

me señalaban tu presencia

para poder conversar.

Como entonces tus labios,

tan tibios al besar,

me mostraban tu cariño

y me volvía a enamorar.

Ya no estás, ya no más,

te fuiste sin hablar,

te fuiste sin besar,

y solo me decidiste dejar.

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La duda de Jorge (capítulo dos)

[Visto: 495 veces]

(viene del capítulo anterior)

A pesar de estar intranquilo, Jorge decidió llamarla al día siguiente. Eran como las diez cuando su celular sonó por primera vez y no le contestaron. Intentó otra vez, y otra y una tercera. Nada. Fue a buscarla al aula donde tenía clases, donde sus amigas: no había ido, no la habían visto.

Como último recurso, trató de contactarla llamando directamente a su casa. “Disculpa Jorge, pero ella no te puede atender en este momento”, le respondió la mamá antes de cortar abruptamente. Jorge se rindió. Ya no podía entender qué estaba pasando ni la actitud que Natalia había tomado. Decidido a no presionarla, dejó de llamar.

Pasaron algunas semanas. Ya le era evidente que ella buscaba evitarlo a cada momento, tanto que no la encontró ni por sus sitios favoritos… hasta que, saliendo de una librería poco visitada, la vio. Con una amplia sonrisa, Nati conversa amenamente con un chico que está de espaldas, usando cabello largo y vistiendo como rockero.

Ciertamente envalentonado, Jorge se les acercó a paso veloz y, antes que el muchacho pudiera reaccionar, le asestó un tremendo puñetazo en el rostro. Natalia no se quedó tranquila y le tiró una cachetada al agresor. “¿Qué te pasa, imbécil? ¿Por qué le pegas a Vivi?”, gritó ella muy enojada. Entonces Jorge se dio cuenta que había noqueado a una muchacha.

(continúa)

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El misterio del atrapasueños (capítulo doce)

[Visto: 439 veces]

(viene del capítulo anterior)

Alfredo le preguntó al juguetero si se siente bien. “Sólo un poco cansado, pero bien”, responde Yarek y saca de su bolsillo el atrapasueños que le había regalado. Alfredo se inquieta un poco por ver él objeto y le inquiere por qué lo sacó de su casa. “El atrapasueños sólo era un instrumento para calmar a Muchek”, respondió el viejo.

Le explicó que, en su estado actual, el atrapasueños sólo funcionaría si él y su hijo mantenían el interés en el peluche pero, al descuidarse, hicieron que el espíritu se enfadara y ganara más fuerza y poder. Entonces, Yarek sacó de su otro bolsillo una pluma azul oscuro atada a un hilo grueso. “Lo que sucedió es que siempre estuvo incompleto”, afirmó el juguetero.

Yarek ató la pluma al círculo principal, y ambos hombres percibieron un sorprendente resplandor que los dejó enceguecidos unos segundos. Alfredo no puede ocultar su asombro al descubrir el portento que acaba de ocurrir. “Ahora está completo, ahora Muchek no podrá escapar”, sentencia Yarek y se levanta en busca del poseído.

(continúa)

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Antes de los 28 (capítulo once)

[Visto: 468 veces]

(viene del capítulo anterior)

“Bien Nico, sólo te pido que vayas a ese kiosko que está abierto y me compres una cajetilla de cigarros”, dijo el guía y le entregó algunas monedas. Nico se apresuró en cruzar la calle pero el viejito del kiosko se demoraba en entregar la cajetilla. Un poco inquieto, miró hacia donde estaba Dante. Como si se mirara en un espejo, vio a alguien que era idéntico a él.

Por la forma cómo sonrió, se dio cuenta que Dante, usando sus poderes mágicos, se había disfrazado de Nico y ahora espera su destino. Una camioneta negra apareció furiosa desde la entrada de la calle y se estacionó justo frente a Dante. Bajaron dos personas fornidas y comenzaron una pequeña discusión. Las palabras pronto fueron historia: uno de los desconocidos sacó un arma y disparó.

Los hombres volvieron a subir a la camioneta y huyeron de la escena. Nico quedó desolado. Aún sin poder creer lo sucedido, caminó lentamente hasta donde yace el caído. Dante, aunque malherido, intenta decirle algo. Acongojado por el crimen, Nico acerca su oreja hasta los labios del moribundo. “Recuerda… recuerda lo que pasó ese día”, dijo Dante con dificultad antes de callar.

(continúa)

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El café frío

[Visto: 460 veces]

Hoy he recordado

sentado en la silla,

junto a la blanca mesa,

la taza de café servida.

He recordado mil veces

esa llamada mía

y el tono de voz tuya

que insegura me respondía.

Que se te hizo tarde,

que te esperara,

que llegabas pronto,

que en cinco minutos estarías.

Y por extraña bondad

o extrema ingenuidad,

no te contradecía

y sentado esperaría.

Hasta que el tiempo pasó,

el viento sopló,

una lágrima cayó

y el tibio café se enfrió.

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La duda de Jorge

[Visto: 656 veces]

Es otro viernes por la tarde en la universidad. Sentado en uno de los pasillos que da a las aulas, Jorge espera a que acabe la clase de su enamorada para poder acompañarla. El timbre de salida suena puntual a las seis de la tarde y los jóvenes salen presurosos del lugar. Aún Natalia no ha salido, pero eso a él no le preocupa: seguro está formando grupo con sus amigas o contándose el chisme que la dejará pensando hasta la próxima semana.

Por eso se muestra extrañado cuando ella se le acerca tan lentamente y, en vez de una sonrisa, su cara parece dibujar un gesto de total indiferencia. “Hola Nati, ¿que te pasó?”, preguntó él con un gesto amistoso. Ella, aún en silencio, se aferró a él en un abrazo que casi le quita el aire. “Vámonos, vámonos ya”, dijo Natalia y lo tomó de la mano hasta que llegaron al paradero. Como siguiera con esa actitud, Jorge le preguntó de nuevo qué le había sucedido.

“Nada, sólo hubo muchas clases”, respondió con una sonrisa nerviosa y acto seguido le pidió que la besara. Ni corto ni perezoso, Jorge besó a Natalia y notó la aprehensión y la intensidad que ella impregnó en cada uno de sus besos. Sintiéndola más tranquila, la dejó subir sola en el bus que la llevaría hasta su casa. Nati lo miró por la ventana y, mientras el bus se alejaba, se despidió de él con alegría. Él no tenía idea que esa sería la última vez que la vería como su enamorada.

(continúa)

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Antes de los 28 (capítulo diez)

[Visto: 429 veces]

(viene del capítulo anterior)

Aún aturdido por todo lo que había, ya no sabía cómo decirlo… ¿revivido? ¿imaginado?¿alucinado?, Nico se encontró junto a Dante en la calle. Intenta pensar con mayor razonamiento, pero el aire frío que corre le dificulta pensar. “Entiendo que se te dificulte asimilar todo esto, pero tienes que tomar una decisión”, le conminó Dante con tranquilidad.

Su guía le explicó que, ya que falta unos diez minutos antes de su cumpleaños 28, tenía dos opciones: podía quedarse frente a la puerta del viejo bar… o podía esconderse en la acera de al frente. “¿Qué es lo que sucederá?”, preguntó Nico muy desestabilizado. “Seguirás viviendo… o morirás”, respondió así de tajante el guía.

Nico le pidió a Dante pensarlo unos minutos. Si bien tenía ganas de seguir viviendo, después de la partida de sus amigos había perdido muchos ánimos de hacer las cosas que le gustaban. Faltando dos minutos, Dante se le acercó otra vez y le preguntó qué había decidido. “Elijo quedarme aquí”, afirmó Nico con semblante de tristeza.

(continúa)

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El misterio del atrapasueños (capítulo once)

[Visto: 445 veces]

(viene del capítulo anterior)

Aunque los dos hombres se apresuraron en llegar a la casa del vecino, lo cierto es que una tormenta sobrenatural se desató dentro de la vivienda. Cuando quieren entrar por la puerta, ven el agua salir con mucha fuerza, impidiéndole poder derribarla. Utilizando más fuerza de la imaginada y, tras resbalarse varias veces, Yarek y Alfredo logran abrir la puerta y se adentran en la casa.

La sala está vacía y los focos apenas si alumbran el espacio inundado. “¡Alonso, Alonso!”, llama Alfredo a su hijo mientras avanza corriendo por las habitaciones. Por su parte, Yarek camina con mayor cautela, hasta que consigue escuchar un gruñido de oso. Se dirige hacia dónde proviene el sonido y encuentra al peluche tirado en el piso.

Yarek agarra el peluche, pero este no se mueve para nada. “¿Me buscabas?”, pregunta Muchek y se aparece como quería: posesionado del cuerpo de Alonso. A pesar de la sorprendente situación, el juguetero mantiene la calma y empieza a cantar una letanía en su idioma nativo. Alonso empieza a retorcerse de dolor y tiene que huir de allí para evitar desmayarse.

Alfredo llega donde está Yarek. Viéndolo muy cansado, le pregunta qué es lo que ha pasado. “Muchek se ha apropiado del cuerpo de Alonso: tenemos que salvarlo”, respondió el juguetero con dificultad y se sentó en el piso.

(continúa)

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Silencio y despedida

[Visto: 458 veces]

Me acerco hasta ti

que me esperas en la banca,

mirando hacia las flores

como viendo a la nada.

Quiero decir unas palabras

que me conecten contigo,

pero mis labios son callados

por tu índice nada furtivo.

No me atrevo a desafiar

este silencio imponente,

que me confunde y me acaba,

que turba mi mente.

“¿Seguirás actuando así

como hasta ahora?”,

preguntas directo

y a quemarropa.

Vacilo, titubeo,

dudo por completo,

tus dedos se crispan,

tus ojos no veo.

Esa es la respuesta

que no querías escuchar,

pero fui tonto al hacerlo

y me tuviste que olvidar.

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El heladero Juan (capítulo final)

[Visto: 492 veces]

(viene del capítulo anterior)

Juan condució hasta su guarida. Bajó del camión y entró en la vieja casa que tenía por hogar. Los policías bajaron sigilosos del auto y comenzaron a caminar tranquilamente hacia allí, hasta que unos tenues gritos provenientes de la vivienda los alarmaron. Empezaron a correr y uno de ellos rompió el pestillo de la puerta de un solo patadón.

“¡Quieto carajo!”, ordenó uno de ellos apuntando con su arma y encontrando a Juan en ropa interior en la sala. El otro se acercó hasta su habitación: encontró atado y llorando al niño desaparecido. El oficial desató al niño y lo sacó fuera de la vivienda, mientras el otro sometía a Juan tirándolo al suelo para enmarrocarlo.

Juan fue condenado por secuestro y abuso de menores: el testimonio de don Arturo fue clave para condenarlo. Por su parte, el viejo heladero ya no quiso retomar su trabajo y se jubiló. El camión de helados dejó de pasar por la calle y muchos de los niños de entonces se mudaron: treinta años después, sólo quedó José, viviendo entre la alegría y el dolor, para recordar esa época que ya no volverá.

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