Tatuajes y sombras (capítulo dos)

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(viene del capítulo anterior)

La muchacha se mantuvo consciente hasta que llegó la policía. Una vez que la subieron en la camilla, se desmayó debido al continuo sangrado en la pierna. Para cuando abrió los ojos, se encontró descansando en la cama de un hospital. Por la ventana podía ver cómo ingresa la luz de la mañana.

Una vez que se sintió bien despierta, avisó a una de las enfermeras por un vaso con agua. Ese momento fue aprovechado por el detective para ingresar en su habitación. “Soy el detective Flores, quisiera saber si puede ayudarme con la investigación”, se presentó ante ella. Laura, que es así como se llama, aún se siente cansada con todo lo ocurrido pero accede a contestarle algunas preguntas.

Le preguntó por la forma cómo la encontró el delincuente y ella le explicó que habí decidido tomar el atajo cuando él pasó por allí. Después, Flores le pidió que describiera al hombre que la había salvado. “El no es un salvador”, respondió Laura como mucho temor. “Él quiso dañar al delincuente… y lo hizo”, respondió con un tono de voz alterado.

Desconcertado por el cambio de ánimo de la paciente, Flores decidió salir de la habitación y dejarla descansar. “El tatuado no es un héroe. Es un sospechoso más”, argumentó para sí mismo y caminó fuera del hospital.

(continúa)

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Durante el tercer año (capítulo tres)

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(viene del capítulo anterior)

Luis se fue a su casa. Luego de saludar a sus padres, tomó su toalla y se metió al baño a darse una ducha. Terminó y caminó a su habitación a ponerse ropa limpia. Pero la ducha lo relajó más de la cuenta y, apenas se recostó sobre la cama, se quedó profundamente dormido.

Se levantó aún somnoliento, imaginando que se encontraba a media mañana. Miró su reloj: ya eran las cuatro de la tarde. Sorprendido, se acordó de Mónica y miró en su celular. Tenía cerca de cinco llamadas perdidas, la más reciente hace unos cinco minutos. Apurado, llamó de vuelta a su enamorada.

Una, dos… A la tercera llamada, Mónica decidió contestar. Luis le iba a explicar que se había quedado dormido cuando… “¿Qué se supone que piense? Hace rato que paro llamándote y ¡tú no contestas!”, respondió ella totalmente enfurecida. No lo entendía. Luis no tiene cómo entenderlo. Le pide por favor que se vean más tarde en la cafetería para aclarar todo.

(continúa)

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Cenizas vuelan

[Visto: 498 veces]

Madera y cartas,

juntas en el ardiente fuego

se consumen mansamente

con el paso del tiempo.

No quise que fuera así,

que ellas se mantuvieran,

incóulumes, eternas,

descuidadas y vibrantes.

No pudo ser,

te había perdido,

te había desconocido

y te había malquerido.

Esta noche solo veré

la flama inmensa

brotar exiguas cenizas

que volarán al mar.

 

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El rey Azul

[Visto: 446 veces]

“Es otra mañana en el bosque. Aunque he despertado ya hace mucho, a mis ojos los siento cansados. Será que la huida ha terminado por derrumbarme, y ahora sólo queda hacer frente a la última amenaza. Esa que dice que la batalla decisiva se encuentra por venir. Doy media vuelta hacia la frondosa vegetación, esperando que mis amigos tengan algo que decir”.

Este es el pensamiento que dirige a Azul hasta donde están sus huestes. Es verdad que la mayoría son buenos jinetes y arqueros, pero no es menos cierto que están diezmados. Hace apenas una semana salvaron la vida con las justas luego de la ofensiva del rey Eduardo el Rojo. “Apenas si somos mil quinientos valientes”, le informó Edoren, su fiel lugarteniente.

Para Edoren, la suerte está echada: divisó un ejército de cerca de cinco mil hombres acercándose hacia la llanura. Pero Azul no está dispusto a rendirse. “Quizás seamos menos, pero esta guerra no se ganará por número sino por inteligencia”, respondió con mucha confianza y le pidió reunirse con los líderes para afinar una estrategia.

(continúa)

 

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Tatuajes y sombras

[Visto: 533 veces]

Ha elegido un mal camino para transitar. La poca iluminación de la zona le impide a la joven ver si es seguro. De pronto, ve una silueta acercarse en dirección contraria. Al inicio, cree que es sólo otro caminante más hasta que observa sus ojos fijados en su persona. Ella intenta correr pero él la alcanza y le apunta con una pistola.

“Tomar mi bolso, pero por favor, déjame ir”, dice ella sollozando mientras el delincuente revisa sus pertenencias. Coge la billetera y una que otra joya. La suelta y le dispara en el pie. “Has visto mi cara, no puedo dejarte vivir”, le responde a la atemorizada muchacha y le apunta para darle el tiro de gracia.

“Yo me iría”, escuchó una voz muy ronca detrás de él. El delincuente volteó y vio a un hombre con el torso desnudo y un pantalón negro. Su pecho estaba cubierto de tatuajes enigmáticos que el malhechor nunca había visto. Asustado, disparó dos veces contra el tatuado. Ningún efecto surtieron las balas.

El miedo se apoderó del delincuente cuando el desconocido lo sometió tirándolo contra el piso. El tatuado murmuró palabras de un léxico initeligible y, casi al instante, el malhechor se desangró allí mismo. Luego miró a la muchacha y se fue corriendo por el sendero.

(continúa)

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Durante el tercer año (capítulo dos)

[Visto: 403 veces]

(viene del capítulo anterior)

La memoria de Luis está muy fresca y, mientras Mónica le expresa sus razones, su mente vuelve a recordar el inicio de la debacle. El principio del tercer año había sido más que auspicioso. Aquel sábado salieron a bailar  la discoteca. “Hasta las últimas”, le comentó Mónica como exigencia… y Luis cumplió con creces.

Se mantuvo en ritmo hasta las seis de la mañana, hora en la que ella se dio más que satisfecha y le pidió le llevara a su casa. Caminaron muy despacio por la vereda, ella acariciando el brazo de su enamorado, él mirándola con obvia ternura. Felizmente la casa quedaba cerca, así que su caminata fue algo breve.

Ya en la puerta, Mónica lo abrazó por el cuello y empezó a besarlo con muchas ganas. Luis fue recíproco y respondió de la misma manera pero algo le causa fastidio. Mónica le pregunta qué pasa. “No es nada, sólo que ya me tengo que ir y no quiero”, responde él en tono de resignación. Ella le pide que se quede un rato más. “Dos minutos más”, contesta algo tacaño.

“¡Que sean tres!”, se emociona Mónica y le roba otro par de besos. Luis agradece la despedida y le promete llamarla más tarde.

(continúa)

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Durante el tercer año

[Visto: 472 veces]

Mónica se halla sentada en una banca del parque. Está inquieta, algo desesperada. No es para menos. Lleva cerca de media hora esperando a que Luis aparezca. Lo llamó temprano para conversar sobre su relación de pareja. Él respondió de modo afirmativo, pero el tono de su voz la dejó en un mar de dudas.

Aún así decidió ir al momento por ella pactado. Sin embargo, los prolongados minutos que pasan la hacían arrepentirse de su presencia en ese lugar. Se paró para irse, cuando lo divisó venir por una de las esquinas. Luis caminó con completa libertad y sumamente tranquilo. A pesar de ello, la saludó con mucha sequedad.

Mónica se sentía desarmada. El chico que creía conocer se presenta ahora como un joven inalcanzable cuya sola mirada le infundía un profundo respeto. No podía creer que se tratara de la misma persona. Sobreponiendose al desconcierto, le preguntó qué rumbo tomaría su relación. “¿En serio quieres que te recuerde todo lo que pasamos?”, fue la retórica frase con que la fulminó.

(viene del capítulo anterior)

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La caída de Toño (capítulo final)

[Visto: 503 veces]

(viene del capítulo anterior)

Los policías comenzaron la búsqueda sin mucho éxito. Toño se quedó muriendo de frío y, sobretodo, de incertidumbre, hasta las cuatro de la mañana, cuando el cielo empezó a ponerse más claro. “¡Aquí, aquí!”, gritó uno de ellos y entró un grupo en el escondite para verificar su identidad. Una vez que lo reconocieron, dieron aviso al comisario para que se acercara.

Se presentó ante Toño y le dio la mano. “Sr. Aguilar, sepa que pondremos todo nuestro esfuerzo para atrapar a los asesinos de Trelles”, afirmó y le pidió que subiera al patrullero para trasladarlo hasta la ciudad. Los policías se daban vivas por el deber cumplido, mientras el comisario salía a la carretera en su auto rumbo a la ciudad.

O al menos eso pensaba Toño, quien aprovechó para mirar otra vez el papel que encontró en su vieja casa. En él se halla escrito un consejo de su padre: “Cuando las cosas salgan muy bien, desconfía mucho”. Se lo había escrito hace muchos años cuando perdió la casona en La Huella y tuve que mudarse lejos de allí.

Y esa misma sensación tenía ahora, cuando el comisario salió de la carretera y se dirigió por algunas calles inhóspitas. Pronto, llegó hasta una cuadra, donde un auto oscuro lo esperaba. Toño vio cómo uno de los asesinos baja del auto junto con un viejo caballero. Se dio cuenta que había sido llevado donde el taita, y que este es el momento de su caída.

 

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Indiscretos (capítulo final)

[Visto: 507 veces]

(viene del capítulo anterior)

Esa noche, el celular de Casiopea no deja de sonar. El rumor se ha extendido a la mayoría de sus amigas, poniéndola seriamente hastiada. “Ya basta por favor, ¡no quiero hablar del tema!”, le responió agresivamente a una de ellas y cortó sin chistar. Alberto, que la había acompañado a su casa otra vez, se sorprendió de su actitud y se dirigió hacia la cocina.

Ella, sintiéndose mal por lo ocurrido, empezó a llorar y tapó su cara con sus manos. Luego de algunos minutos, sintió la mano de Alberto sobre su hombro derecho. Ella bajó sus manos y lo miró. Él me mostró presto a consolarla y le trae un vaso con agua. Casiopea sonrié un poco y bebe unos sorbos. Él se sienta a su lado y le acaricia sus cabellos. “No importan los demás. Sólo hazle caso a tu corazón”, fue su escueta frase de aliento para Sio. 

Sio se acercó a él y lo abrazó con mucha fuerza. Luego lo miró y se confesó: “sí, quiero estar contigo”. Y sin agregar más, lo besó con hartas ganas. Alberto la miró con una sonrisa, la tomó de su mano y le pidió que salieran. Sio le preguntó a dónde la llevaría. “A donde seamos indiscretos”, dijo él y ella sonrió también y le siguió sus pasos.

Caminaron sin rumbo fijo hasta que dieron con un parque poco iluminado. En medio de los arbustos, se besaron otra vez y dieron rienda suelta a su amor. 

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La caída de Toño (capítulo trece)

[Visto: 498 veces]

(viene del capítulo anterior)

“Ya lo tengo ubicado”, fue lo primero que dijo Torres cuando llamó al taita. “Bien hecho. Ahora, has lo que tienes que hacer”, fue la escueta respuesta del delincuente, que Torres no dudó en aceptar. Esperó que se apagaran las luces de la casa y se acercó con mucho cuidado hasta la puerta. La forzó un poco y la puerta se abrió con un tenue pero percepctible rechinar.

Las tablas de madera en el piso tampoco lo ayudaron. Todos esos ruidos pusieron de sobreaviso a Toño, quien escapó por la puerta de atrás hacia su escondite seguro. Su salida fue tan silenciosa que el policía pensó que se había equivocado de lugar. Volvió sobre sus pasos y se dirigió otra vez hacia la puerta principal.

El salir hacia afuera fue su último error. Dos policías lo esperaban y procedieron a detenerlo con bastante rudeza. Torres trató de defenderse señalando que también era policía, hasta que apareció el comisario. “¿Reconoces tu voz?”, dijo y reprodujo el audio de su conversación con el taita.

Atrapado por la evidencia, Torres se derrumbó y dejó que lo arrastraran hasta el patrullero. Mientras tanto, el comisario ordenó que buscaran en los alrededores. “Busquen con atención: estoy seguro que el objetivo está cerca”, mandó a sus subordinados y estos comenzaron a registrar la zona.

(continúa)

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