Archivo de la categoría: Relatos por Entregas (serie uno)

Relatos literarios escritos por entregas

Disputa en Los Robles (capítulo dos)

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(viene del capítulo anterior)

Hace un año, Lucho ni siquiera se hubiera imaginado estar en una situación tan peligrosa. Vivía en el campo, junto con su padre, en una casa de material noble. No es que fue pobre toda su vida: había vivido de forma confortable hasta la adolescencia, cuando una larga sequía mató sembríos y ganados y obligó a su padre a vender gran parte de sus tierras para sobrevivir.

Pero no fue lo único que se llevó: su madre decidió volver a la ciudad y, a pesar de su esfuerzo, su padre ya mostraba signos de agotamiento. “Lucho, un día de estos le avisaré a mi hermano y no tendrás ya de qué preocuparte”, le decía su viejo cada vez que notaba a su hijo desganado o deprimido.

Lucho apenas si recordaba a su tío Rodolfo: se había ido a buscar oportunidades cuando él todavía era muy pequeño. Pero lo más extraño, era que su padre no lo había vuelto a mencionar salvo ahora que sentía que su precariedad era más evidente.

Unas llamadas, y días más tarde, se encontró con su viejo viajando en uno de esos buses interprovinciales recorriendo carreteras sin asfalto en medio de pueblos con casas vetustas… hasta que bajaron en una entrada rural pero imponente, coronando una cerca de madera que se extiende firme por varios kilómetros.

“Este es Los Robles, la hacienda de tu tío”, dijo el viejo con una mezcla de pecho henchido de orgullo y decepcionante antipatía.

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Disputa en Los Robles

[Visto: 624 veces]

Tras unos segundos de indecisión, los dos hombres se abalanzaron uno contra el otro. El más viejo comenzó a pegar al más joven, haciéndolo trastabillar, pero el joven no se quedó atrás y, aprovechando un momento de descuido de su oponente, logró tirarlo al suelo terroso y dejarlo semiconsciente tras una andanada de puñetazos cargados de odio.

Su mirada se fijó en el revólver que el viejo llevaba al cinto, lo retiró de la funda y apuntó al hombre, que aún se mantenía echado y jadeando en aquel lugar. Constanza, la mujer en disputa, se le acercó corriendo y lo jaló de un brazo para que se fueran de allí. Pero el joven se mantuvo impasible.

“Lucho, ¿qué estás haciendo? ¡Vámonos ya!”, le rogó la mujer esperando que recapacitara. Lucho aseguró el percutor y, de pronto, le entró la duda: ¿valdría la pena dejar vivo a su tío, sabiendo que continuaría con su cacería? El viejo se levantó sorpresivamente y se abalanzó sobre su sobrino. El joven despertó de su distracción y disparó.

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Entre Emi y Rodri: sentimientos a distancia (capítulo final)

[Visto: 734 veces]

(viene del capítulo anterior)

Tras unas primeras semanas en estado depresivo, la convicción de Emilia en su recuperación fue vital para que el muchacho comenzara con su rehabilitación. “¿Por qué volver a la universidad?”, se preguntó en algún momento sintiéndose derrotado.

“¿Por qué no?”, fue la respuesta que le devolvió Emilia matizada con una sonrisa. Sintió que estaría bien apoyado, aunque no si eso sería suficiente Aquel día que volvió a clases, él estaba reacio mientras Emilia conducía la silla de ruedas en que se sienta.

Rodrigo detuvo la silla antes de que entraran al aula. Temía que lo vieran diferente. Ella se paró frente a frente: “sé que será difícil, pero así como tú me ayudaste, yo te ayudaré”, respondió ella optimista y entraron.

Han pasado dos años. Rodrigo los contó día por día esperando completar todo aquello por lo que había luchado. Es la tarde de la graduación, la antesala de su nueva vida. Como en aquella vuelta a clases, llega en la silla de ruedas empujada por Emilia.

Todos sus compañeros esperan ansiosos las palabras de su discurso. Pero él tiene una sorpresa. Sus manos se apoyan a los lados de la silla y, con cierto esfuerzo, logra ponerse de pie. Emilia, que lo había dejado solo un momento, se acerca rápidamente para evitar una recaída.

No es necesario. Rodrigo puede sostenerse sobre sus piernas, y todos lo ovacionan. Ella, aún asombrada, le preguntó cómo sucedió ello. “Bueno, tuvieron que pasar dos cosas: que hiciera la rehabilitación… y que estuvieras allí motivándome a llevarla a cabo. Esto no lo hice solo. Lo hicimos juntos”, le explicó y se saludaron efusivamente con un beso que les pareció eterno.
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Entre Emi y Rodri: sentimientos a distancia (capítulo nueve)

[Visto: 828 veces]

(viene del capítulo anterior)

“Logramos evitar que su hijo muera, pero es posible que hayas secuelas”, indicó el doctor mirándolos con cara atribulada. Ellos quedaron angustiados con la noticia y le preguntaron sobre qué consecuencias afrontar. El médico habló con incertidumbre: “esperemos a que su hijo despierte para hacerle una evaluación”.

Rodrigo, aún sedado, fue trasladado en la camilla hasta uno de los cuartos del hospital. Su madre fue la primera en entrar a cuidarlo, mientras que su padre se quedó con Emilia afuera. Ella aún estaba en shock por ver a su amigo en esa situación, y llora amargamente su tragedia. El hombre se le acercó y la abrazó.

“Tranquila niña, mi niño es fuerte, sé que se pondrá bien”, la animó, y le aconsejó ir a su casa a descansar. Emilia se opuso tajantemente en un primer momento, pero el padre la convenció señalando que le avisaría cuando Rodrigo despertara.

Unas horas después, cuando encerrada en su habitación vivía la ansiedad de no saber nada, Emilia recibió la llamada que tanto había esperado: Rodrigo había despertado y preguntó por ella. No perdió tiempo y se dirigió rápidamente al hospital.

Los padres de Rodrigo la esperaban en el pasillo: La madre en silencio, mirando para otro lado. El padre se acercó y le habló: “tendrás que ser fuerte para lo que viene”, le dijo y le abrió la puerta. Emilia entró y vio a Rodrigo dormitar. Se acercó hasta su cabecera. “Rodri, soy yo, Emilia”, habló con voz temblorosa.

Él abrió los ojos y sonrió al verla. Ella se emocionó con el gesto, y derramó algunas lágrimas al preguntarle “¿cómo estás?”. Rodrigo contuvo unos segundos el aliento antes de decirle: “Quiero que me ayudes”. Emilia gustosa aceptó, y quiso saber cómo podía ayudarlo. “Con mis piernas”, confesó Rodrigo y se puso a llorar desconsolado.

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Entre Emi y Rodri: sentimientos a distancia (capítulo ocho)

[Visto: 723 veces]

(viene del capítulo anterior)

Angustiada por la noticia recibida, Emilia llamó al celular de Rodrigo. Le contestó el padre de su amigo y ella, en pleno llanto, le preguntó en qué hospital se encontraban. Sin demora tomó un taxi y se dirigió hacia el nosocomio.

Desesperada por completo, entró en la recepción del hospital y marcó el celular de nuevo para poder encontrar a los padres de Rodrigo. El padre le dijo que fuera a la sala de espera de emergencias. Caminando con prisa, llegó a esa área y los vio.

Estaban sentados en un sofá. La madre en shock con una venda en un brazo, mientras su esposo, que mostraba algunos rasguños menores, le hablaba para mantenerla calmada. Un tanto avergonzada por su presencia, Emilia avanzó con pasos lentos y temblorosos.

“¿Quién es ella?”, preguntó la madre al ver que ella se acerca. El padre respondió que era la mejor amiga de Rodrigo. Esto enfureció a la señora, quien se levantó del sofá y quiso atacarla. Emilia quedó asustada con la reacción, pero el padre evitó que sufriera agresión alguna.

“Por tu culpa mi hijo está así: él nos pidió adelantar el viaje, sólo por ti…. ¡Por ti!”, gritó la señora y, se echó a llorar en los brazos de su marido. Emilia intentó decirle algo, cuando el doctor salió de la sala de operaciones para conversar con los padres.

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Entre Emi y Rodri: sentimientos a distancia (capítulo siete)

[Visto: 731 veces]

(viene del capítulo anterior)

“Se fue… se fue como me fui yo… ¿acaso me estará pagando con la misma moneda?”, pensó para sí Emilia con la cabeza escondida sobre la almohada de su cama. Recordando la forma cómo trató a Rodrigo durante su estancia europea, demoró algunos días en escribirle por email.

Un día, hastiada del silencio, se atrevió a escribirle: “Hola”. Pasó un minuto, dos minutos, y no sucedió nada. La joven estaba por cerrar la mensajería, cuando él contestó. “Hola… ¿cómo estás?”, respondió él, y ella sonrió. Ambos iniciaron una conversa larga y amena, la misma que le produjo a Emilia cierta culpa por su actitud pasada.

Él le comentó que ello quedó olvidado y que, ahora que él estaba lejos, se daba cuenta de todo lo que Emilia había sentido. Ella y Rodrigo tuvieron varias conversaciones del mismo tono durante los días, hasta que él le avisó que ya iba de retorno a la ciudad.

“Saldré en la noche y nos veremos temprano mañana”, escribió el joven muy confiado de su reencuentro. Al día siguiente, ella se dirigió al terminal terrestre. Había llegado cerca de una hora después de la llegada del bus, pero no veía a Rodrigo por ningún lado.

Queriendo sacarse la demora de la cabeza, se acercó a un puesto de atención para saber por el transporte en que venía. Emilia se quedó helada cuando recibió la respuesta de la señorita: el ómnibus había sufrido un terrible choque en la carretera.

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Entre Emi y Rodri: sentimientos a distancia (capítulo seis)

[Visto: 750 veces]

(viene del capítulo anterior)

Rodrigo sintió la pegada de esa negativa: la distancia geográfica se había convertido en una distancia más virtual, más palpable y más cercana. Tras lo ocurrido ese día, se tuvo que acostumbrar a verla estudiar en grupo con otros amigos.

Aunque realmente no pudo superarlo. Hubo varias semanas en que sólo salió de su casa para ir a clases, encerrado por horas en su cuarto para estudiar… o quedarse en la computadora escuchando canciones depresivas.

Emilia tampoco la pasaba muy bien. Si bien tuvo la ayuda de sus compañeros, lo cierto es que la distraía la presencia de Rodrigo; o mejor dicho, su “no presencia”. Cada vez que le preguntaban por alguna duda, su mente estaba fija en alguna silla vacía, donde creía verlo sonriente.

“Emi, ¿sabes la respuesta?”, le repetía alguna de sus amigas. A ella sólo le quedaba disculparse por su distracción mientras giraba su cabeza hacia aquella silla, que ahora veía más vacía que hace unos instantes.

Uno de esos días en que su pensamiento estuvo muy enfocado en su querido amigo, lo llamó para saber si podían encontrarse el fin de semana. “Lo siento, no puedo, estoy yendo al sur con mis padres”, se excusó Rodrigo y le cortó la llamada. Emilia apagó su celular y se puso a llorar.

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Entre Emi y Rodri: sentimientos a distancia (capítulo cinco)

[Visto: 750 veces]

(viene del capítulo anterior)

“Al fin podré explicarle todo”, se dijo Rodrigo. En el colmo de su hiperrealidad, ensayaba la argumentación que le diría frente al espejo. Unos días después recibió otro mensaje donde ella le indicó que se verían en la primera semana de clases del nuevo semestre.

Al llegar al campus, la llamó para saber dónde estaba. Emilia le indicó que se dirigiera a la cafetería cercana al portón de entrada. Nada más entrar, la divisó sentada en una de las mesas centrales bebiendo de un vaso alto de plástico.

Emocionado, pidió un vaso igual de café para estar en la misma onda. Se acercó y ella, apenas lo miró, lo saludó con una sonrisa.
Él se sentó y se quedaron mirando durante unos segundos sin decirse nada. “Estuve pensando en ti todo este tiempo”, dijo él rompiendo el silencio.

– Y yo también en ti.
– Y pues, quisiera que seamos más que amigos.

La expresión en la cara de Emilia cambió llamativamente: “Rodri, no way”, respondió ella con tono de decepción. Le explicó que, ahora que tenía que recuperar los cursos desaprobados, no habría tiempo para pensar en sentimientos.

“Emi, ¿por qué haces esto? ¿No ves acaso que yo te quiero?”, trató el joven de hacerla cambiar de parecer. “I know, Rodri, por eso tomé una difícil decisión: no quiero que me enseñes este ciclo”, afirmó Emilia intentando no evidenciar su tristeza. Se levantó de la mesa, dejando a Rodrigo aturdido y mirando a la nada, sin lograr comprender.

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Entre Emi y Rodri: Sentimientos a distancia (capítulo cuatro)

[Visto: 735 veces]

(viene del capítulo anterior)

Para Emilia, estos tres meses le fueron importantes para tomar una decisión. En los primeros días del viaje, la joven se encerró en su habitación cada vez que sus padres le pedían salir a pasear con ellos. “Déjenme sola”, repetía al escuchar los golpes en la puerta.

Tras algunas semanas, sin embargo, Emilia quiso recuperar el tiempo que no había disfrutado y se animó a visitar los museos, monumentos y las calles de las ciudades por las que pasó. Empero, los jueves por la noche, sus padres nunca la encontraban en casa.

Mientras ellos se preguntaban dónde podría estar, ella se iba sola a apoyar sus manos sobre las barandas de un malecón costero, o se sentaba en una banca a descansar bajo la luz de un poste de alumbrado, o simplemente entraba a un cafetín a pedir una bebida tibia… siempre sola, como si estuviera esperando que él llegara.

Y en varias ocasiones le pareció que sí: le bastaba sentir la brisa y ver una silueta en el horizonte para pensar que Rodrigo venía a su encuentro. Pero pasada la ilusión, sólo veía extraños que se le acercaban para entablar conversa. “No eres él”, decía Emilia con tristeza y se alejaba de retorno a su hotel.

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Entre Emi y Rodri: Sentimientos a distancia (capítulo tres)

[Visto: 660 veces]

(viene del capítulo anterior)

Rodrigo sintió desmoronarse su autoestima luego de leer el mensaje. Apagó la computadora y se echó a dormir. O al menos eso intentaba hacer pero no podía: la sola idea de que ella se haya ido lejos le causa preocupación y vívidas pesadillas en donde ella le dice que no volverá.

Se levanta asustado y agitado de su cama: la oscuridad de su habitación es lo único que lo devuelve a la realidad. Exhala aire y se dice a sí mismo: “Tranquilo broder, ya te dijo que volverá”. Se repitió la frase como si fuera un mantra hasta que se quedó dormido.

Luego que terminaron los exámenes, Rodrigo sintió la necesidad de contactarse con Emilia. Se conectaba al chat y, cuando la veía “conectada”, le decía “Hola” o “Hi” para que entablar conversa. Y si bien ella le devolvía el saludo, demoraba varios minutos en hacerlo.

Luego le preguntaba cómo estaba. “Bien” era lo único que obtenía de respuesta. Luego de unos minutos, Emilia se desconectaba de nuevo, hasta el día siguiente, cuando Rodrigo hacía lo mismo y recibía el mismo trato.

Así se la pasó durante varias semanas hasta que se acabó el verano. Él incluso había olvidado la noción del tiempo transcurrido, cuando recibió un mensaje en su celular: “Rodri, we need to talk!”, fue toda la frase pero suficiente para que al joven se le aumente la ilusión.

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