Archivo de la categoría: Fragmentos literarios

Breves creaciones literarias del autor

El rostro de Paul

[Visto: 869 veces]

Son las tres de la mañana de un sábado cualquiera. La euforia de la juerga recién terminada aún exuda de los cuerpos danzantes. Tres jóvenes, dos mujeres y un hombre, apenas han salido y suben a un taxi con rumbo hacia el norte de la ciudad.

“¡Qué buena fiesta!”, exclama Nina y pega un grito entusiasta. Elisa asintió y volvió a reír en su borrachera, mientras que Paul se quedó callado por el cansancio. “Que se repita”, sólo atinó a decir cuando lo presionaron por su comentario.

“¿No que íbamos a tu jato?”, preguntó él desconcertado cuando Nina pidió al taxista que pare frente a un hostal. “Que no: mis viejos me matan”, respondió ella, que ya estaba parada en la acera, “ven, baja”. Las dos chicas lo jalaron fuera del coche, pagaron al taxista y entraron por la recepción.

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Los días de un hombre invisible (capítulo final)

[Visto: 784 veces]

(viene del capítulo anterior)

“Suéltame”, grito Angie, pero Gómez la golpeó y la tiró al piso, hiriéndola. Ezio trató de defenderla en vano: Gómez también lo golpeó y lo dejó medio aturdido. Luego tomó a Angie de la cabellera y la amenazó con su pistola. A pesar de ello, ella gritó a su amigo por ayuda: “Ayúdame Ezio”.

“Ignórame, por favor”, le suplicó Ezio en una frase que a ella le sonó absurda, “ignórame y te salvaré”. Ella no sabía qué hacer. Se quedó callada mientras su agresor la desvestía. Cerró los ojos y se concentró en olvidar el horror que vive.

Sintió que la soltaban, unos puños golpeándose, un disparo sonar en el aire. Abre los ojos: el policía está en el piso, la cabeza totalmente ensangrentada. No se mueve. Al otro lado, Ezio aparece de la nada, la levanta del piso y la abraza.

“Gracias Ezio”, dice Angie con lágrimas bajando sus mejillas, cuando se percata que algo mancha la zona de su abdomen. Se da cuenta que Ezio está herido en el costado. Se sujeta de ella pero es infructuoso: cae sobre el piso y dirige su rostro pálido hacia su novia. “Gracias por confiar en mi”, le dijo sonriendo, mientras ella llora desconsolada, y murió.
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Los días de un hombre invisible (capítulo seis)

[Visto: 774 veces]

(viene del capítulo anterior)

Luego de quedar herido, Ezio faltó a clases. Angie intentó comunicarse con él, pero su celular estaba apagado. Tras varios días en que no supo nada, Ezio apareció de la nada otra vez frente a ella. De hecho, Angie notó la ligera cojera en su pierna derecha.

Ella le preguntó el porqué de su caminar, pero él se excusó diciendo que sólo había sido una resbalada en un piso mojado. Angie decidió creerle y, sobretodo, ayudarlo a que se pusiera al día en sus cuadernos. Ezio sonrió y siguió sonriéndole durante todo el rato que estuvieron juntos ese día.

Se siente contento de saber que no le queda ninguna duda sobre ella, que podrá confiarle siempre todos sus secretos y miedos porque estaría siempre para apoyarlo. Con ese pensamiento se llenó su tiempo y su espacio, tanto así que no se dio cuenta que ya habían salido de la universidad y caminan por una calle a oscuras.

Ezio la detiene un momento. Angie voltea y se le queda mirando. Ezio toca suavemente su pelo con una de sus manos, mientras ella se sonroja y parece esquivarle la mirada. Al final, le devuelve la mirada, toma su cara entre sus manos y lo besa con demasiadas ansias.

Ambos están demasiado contentos, hasta que los faros de un auto vienen a interrumpir el momento. Para ingrata suerte de ellos, el hombre pelirrojo baja rápidamente del patrullero y detiene a Angie por el brazo.

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Los días de un hombre invisible (capítulo cinco)

[Visto: 819 veces]

(viene del capítulo anterior)

El hombre pelirrojo ingresa en el laboratorio. Lleva consigo el puñal con el que ha herido a Ezio. Se coloca una bata blanca, toma una muestra de sangre y la empieza a examinar con las soluciones químicas. Obtiene un perfil del ADN y empieza a compararlo con las muestras de la base de datos en la computadora.

De pronto, la puerta se abre. “¿Capitán Gómez? No esperaba verlo ya por aquí”, señaló el sub oficial que recién entraba a la sala. “En Criminalística, casi nunca se descansa”, dijo el pelirrojo y le pidió que le ayudara con el almacenamiento del objeto.

El novato se acercó con lentitud, mientras podía observar las magulladuras que su superior tenía en su cara y en sus brazos. Gómez lo miró de reojo, y se dio cuenta de lo que pensaba, pero prefirió no decir nada.

“¿Es del violador?”, preguntó el sub oficial. “Sí, tuve una pelea con él y logré arrebatárselo”, afirmó sereno el capitán, “y creo que tenemos un ganador”. El sub oficial miró la pantalla de la computadora: “Ezio Martínez, robo menor”.

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Los días de un hombre invisible (capítulo cuatro)

[Visto: 754 veces]

(viene del capítulo anterior)

Al día siguiente, al no tener nada qué estudiar, se puso a buscar al violador. Apareciendo y desapareciendo entre las esquinas, llegó a los lugares de los tres crímenes: calles solitarias cerca de avenidas concurridas.

“Las atrapa cuando ellas, desprevenidas, buscan un atajo”, se dice Ezio al indagar el modus operandi. Los ataques, si bien feroces, fueron breves, “malévolo gusto por el máximo daño”, pensó el invisible tras repasar en su mente los escenarios y las crónicas de los periódicos.

Camina despacio, de regreso a casa, por una gran avenida. Llegando a la esquina, vio a una mujer pasar hacia el otro lado y entrar en un callejón semi iluminado. Detrás de ella, empezó a correr un desconocido, vestido de ropa oscura y unos guantes.

Aunque en estado invisible, Ezio decidió actuar con sigilo y entró en el callejón caminando. Ella estaba peleando contra el violador, que la sujetaba con fuerza del cuello y la amenazaba con un puñal. Ezio tomó la iniciativa y se abalanzó sobre el atacante.

Un cabezazo fue suficiente para que el desconocido soltara a su víctima, mientras trataba de reconocer en su aturdimiento de dónde vino el golpe. La mujer escapó corriendo, mientras Ezio empezó a patear al violador, quien finalmente logró levantar su brazo y herirlo con su puñal en una de las piernas.

Ezio dejó de ser invisible, se cubrió la cara y salió del callejón. El violador decidió no perseguirlo, ya que tenía lo que quería: una muestra de sangre en su arma blanca. Levantándose con dificultad, empezó a caminar mientras silba una canción.

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Los días de un hombre invisible (capítulo tres)

[Visto: 771 veces]

(viene del capítulo anterior)

Ezio llegó al rato a su depa. Se encerró dentro de su cuarto, sacó un cigarrillo de la casaca, lo encendió y se inclinó sobre la pared. Poco a poco se derrumbó hasta que su espalda tocó el piso. “¿Por qué? ¿Por qué no puede ignorarme?”, gritó con fuerza y lloró amargamente durante un largo rato.

Aunque le agrada su compañía, sabe que no está bien que ella se le acerque. Sólo viviendo marginado puede evitar que sus poderes sean centro de atención, que sea atacado… o que ella sea atacada.

Finalmente saca fuerzas de flaqueza y se para. Coge el periódico que ha dejado olvidado sobre su cama en la mañana. “Desconocido viola a tres mujeres”, fija su mirada en ese título. “Es hora de acabar con esa lacra”, piensa para sí mientras el humo del cigarrillo se extingue por fin.

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Los días de un hombre invisible (capítulo dos)

[Visto: 828 veces]

(viene del capítulo anterior)

Aún así, lo he visto todo. Un extraño movimiento circular de su mano sobre su cara y parte del cuerpo hizo Ezio antes de salir de esa incómoda situación. Angie se le acercó para confrontarlo. “Eso fue raro”, le dijo a su amigo.

“¿De qué hablas?”, preguntó él haciéndose el desentendido. Ella le comentó que vio cómo se había alejado de Jorge, que ni adiós le dijo. “Nada, no hay broncas. Él estaba ocupado”, trató de excusarse Ezio viendo que no tenía cómo zafar.

Angie también estaba cansado del asunto porque no era la primera vez que lo observaba. Le dijo que lo olvidara y se fueron a estudiar un rato. Cuando terminaron, ambos salieron juntos hasta el paradero. “¿Todo claro?”, preguntó Ezio sobre los ejercicios de álgebra.

Angie asintió. “Tons nos vemos, ¡chaufa!”, se despidió él más tranquilo. Ella hizo igual y volteó su vista. E inmediatamente recordó algo. “Y no vuelvas a… desvanecerte”, volteó otra vez donde su amigo, que ya no estaba.

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Los días de un hombre invisible

[Visto: 795 veces]

Cuando recuerdo a Ezio, no sé, me recuerda a mí en alguna época de mi vida un tanto gris: Es la escena repetida del fin de semana. Como uno de sus tantos “amigos”, Jorge se le acerca para pedirle sus apuntes. Ha podido entrar a clases pero decidió quedarse a conversar afuera.

Al terminar la misma, lo espera con su misma cara de despreocupación. “Amigo Ezio, ¿tienes tus apuntes para sacarles copia?”, le pregunta Jorge sin nada que perder. “Claro”, dice Ezio y Jorge casi que le arrancha el cuaderno se dirige raudo a fotocopiar.

Vuelve y le entrega el cuaderno. Mientras Ezio trata de preguntarle por la pípol, qué planes pa más tarde, Jorge parece desentenderse de él: “pues no sé… no he hablado aún… aún no los llamo”. Llega alguno de sus amigos simplones, lo saluda, lo presenta a Ezio y se pone a conversar con él.

Ezio quisiera intervenir pero no hay forma, no hay tema del que pudiera colgarse. Sabe que debería despedirse, decir “hasta luego”, pero le da coraje ser buena gente cuando a él lo ningunean sin empacho.

Han pasado cinco minutos. Jorge ya está por finalizar cuando se voltea de despedirse de Ezio. “Hablamos E…”, y se le corta el habla. El muchacho que hace unos segundos veía, ya no está. Es como si se hubiese desvanecido en el aire.

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Los tiempos de Joel (final de temporada)

[Visto: 746 veces]

(viene del capítulo anterior)

Sofía aprovechó el momento para recoger el arma y colocarla bajo llave dentro del casillero de la oficina. Mientras, Alexia y Fernando ayudaron a su padre a recostarse en el mueble de la sala. Sofía fue hacia el baño a traer toallas para limpiar la herida de Joel. Las puso sobre el otro mueble y lo ayudó a sentarse.

Fernando quiso ayudar a su madre pero su hermana se lo impidió. “¿Por qué lo ayudas? ¿No ves que siempre estuvo detrás de mamá?”, le cuestionó ella desconociendo al joven. “El enemigo no es él, es otro”, le respondió mirando a su padre con una extraña mezcla de desdén y tristeza.

Llamaron a la ambulancia y a la policía, quienes no tardaron en llegar. Manuel fue esposado y conducido a la delegación, mas no fue solo: Alexia decidió acompañarlo. Joel fue puesto en una camilla y subido en la ambulancia.

A su lado, Sofía tomaba la mano de su brazo sano: “No te perderé otra vez”. Joel sonrió al mirarla: “No me alejaré de ti”. Él cerró los ojos dejándose llevar por el suave masaje que ella hacía a sus cabellos. De pronto, se sintió flotar en el aire.

Quiso abrir los ojos pero una misteriosa fuerza le obstruía los párpados hasta que, luego de un rato, cayó sobre una superficie dura. La fuerza desapareció y pudo ver alrededor. “¿Dónde estoy?”, se preguntó al observar el todo violeta.
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Los tiempos de Joel (capítulo veintiséis)

[Visto: 794 veces]

(viene del capítulo anterior)

“Baja el arma, por favor”, le indicó Joel a Sofía, pero ella estaba decidida a dispararle a su esposo, aún frente a la sorpresa de sus hijos. “Por favor Sofía”, le indicó Joel con mayor firmeza. La mujer vaciló y sintió debilidad en sus manos. Joel le quitó el arma mientras ella empezaba a llorar abrazándolo.

Joel dejó el arma sobre la mesa, lo cual fue aprovechado por Manuel para recuperarla y apuntarle a los dos. “Ahora lo entiendo todo. Nunca hubo un Joel Castro padre. ¡Tú volviste por mi mujer!”, gritó colérico el esposo. Se disponía a matarlos cuando Fernando se abalanzó sobre él y lo contuvo a medias.

Los dos hombres lucharon por el control del arma por pocos minutos. Manuel se safó de su hijo y acertó a ejecutar un disparo que cayó en el hombro de Joel, quien cayó al piso pesadamente. Manuel se acercó al joven para rematarlo pero Sofía se interpuso.

“Aléjate”, le ordenó su esposo, pero ella no se movió ni un ápice. Manuel le apuntó con el arma: “¿por qué lo haces tan difícil?”. Cuando iba a disparar, un golpe en la cabeza lo dejó inconsciente en el suelo. Era Alexia, quien tomó un jarrón y se lo había aventado a su padre.

(continúa)
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