Archivo de la categoría: Relatos por Entregas (serie uno)

Relatos literarios escritos por entregas

La escalera de Chronos (capítulo ocho)

[Visto: 912 veces]

(viene del capítulo anterior)

Una vez que se deshizo de Cloto, Joel se sentó unos minutos frente a las escalinatas y divisó la segunda explanada a gran altura. Se levantó y comenzó a caminar hacia ella. A medida que se acercaba pudo ver que, a un lado de las escalinatas, corría agua por una canaleta.

En principio, pareció sentirse bien con el líquido, lo que hizo que corriera más rápido de lo que imaginaba. Sin embargo, poco antes de llegar, se sintió pesado y cansado. Volvió a tomar del agua, pero esta vez no sintió ningún efecto benéfico.

Al contrario, un ardor desde su abdomen le impedía ponerse en pie. Al llegar a la explanada, pudo ver el porqué: el agua provenía de una de una grieta en el suelo, y dicha grieta fue hecha por el hundimiento de una vara de madera.

Joel logró al fin alzar la mirada: una dama vestida de gris sostenía la vara. “¿Quién eres?”, preguntó con dificultad el joven eterno. “Soy Láquesis, la Moira que decide la duración de la vida, y parece que a ti no te queda mucho”, dijo ella con una sonrisa socarrona.

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La escalera de Chronos (capítulo siete)

[Visto: 800 veces]

(viene del capítulo anterior)

Joel quedó impactado ante el desquiciado ser y le preguntó quién era. “Soy Cloto, la Moira que hace el hilo de tu vida”, le respondió la dama loca con gran furia y continuó, “¡me has convertido en esto!”. Él quiso saber cómo podía ser culpable de eso.

Cloto volvió a reír con sarcasmo. “¿Acaso no ves? ¡El hilo de tu vida no termina! Has cansado mis manos, pero ya no más”, rió la dama loca y brotaron de sus manos varias ruecas. Una lluvia de esas astillas lanzó contra el joven eterno, quien a duras penas esquivó el ataque.

Iba a lanzarse contra ella cuando el dolor lo embargó: sus brazos estaban atravesados por dos ruecas. “Recibe la lluvia de ruecas”, gritó Cloto atacando por segunda vez. Las astillas se acercaban y Joel apeló a la medalla: “Sálvame”. El resplandor volvió a aparecer, protegiendo al joven eterno en su acercamiento a la dama loca.

Frente a frente, Joel cogió las dos manos de la Moira y las quebró. Retorcida por el dolor, Cloto se arrodilló en la explanada. Él se quitó las dos ruecas que tenía sujetas: “Hasta nunca, Cloto”, y las atravesó sobre el pecho de la Moira, cayendo muerta.

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La escalera de Chronos (capítulo seis)

[Visto: 753 veces]

(viene del capítulo anterior)

“No sigas luchando, ríndete”, le conminaron los espíritus. Joel se acordó de la medalla, la tomó en su mano derecha con gran aprehensión. Sintió irradiar luz y calor desde el pequeño objeto, un brillo que sorprendió a los espíritus.

Joel recobró ánimos y se lanzó sobre ellos. Se acercó hacia el anciano y rodeó su cuello con sus brazos hasta asfixiarlo. El espíritu viejo cayó sobre el suelo y se desvaneció. La misma suerte corrió el espíritu niño al intentar escapar.

Sin embargo, ante su sombra, el espíritu joven, mantenía dudas en atacarlo: “¿será que puedo dañarme sin querer?”, se preguntaba angustiosamente, hasta que vio a su sombra caer herido sobre el piso.

Se acercó hasta él: varias astillas de madera habían traspasado su corporeidad. “Contempla tu cercano final”, una voz seguida de una horrible risa inundó el ambiente. Joel levantó la mirada. Una dama vestida de blanco y con las manos ensangrentadas ponía sus ojos fijos en él.

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La escalera de Chronos (capítulo cinco)

[Visto: 719 veces]

(viene del capítulo anterior)

Joel inicio el camino por la larga escalinata hasta llegar a una pequeña explanada. El viento se volvió extraño en su movimiento. El joven eterno se paró en el sitio y, entre aquel vaivén, logró escuchar susurros: “No sigas adelante, será tu fin”.

“No me intimidas”, gritó con mucha fuerza. El viento se calmó, cesaron los susurros. Una vez que el panorama se limpió vio a tres figuras negras que, a medida que se acercaron, tomaron forma humana. Una era un niño, otra un joven y la tercera, un adulto.

Joel se sorprendió al ver que los tres tenían algún parecido físico con él. “Somos los tres fantasmas de las edades”, le dijo el menor de ellos, “hemos venido a decirte que tu vida debe seguir su curso natural”. Él le preguntó que harían si se negaba. Un fuerte dolor en su cabeza comenzó a someterlo.

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La escalera de Chronos (capítulo cuatro)

[Visto: 770 veces]

(viene del capítulo anterior)

Joel se levanta y observa anonadado aquel paraje extraño: ese color violeta cubre a todas las cosas. Decide avanzar sin ninguna idea del lugar en que se encuentra. Luego de unos minutos, divisa un pequeño resplandor. El eternamente joven corre con desesperación hacia la que considera la única señal visible de vida.

Al llegar observa a un niño vestido con una túnica atenea, parado al pie de una extensa escalinata que trepa la montaña. En su mano derecha sostiene una medalla, la misma que le entrega sin duda alguna. “Mantenla contigo: será tu fuerza contra las Moiras”, explicó el niño viéndolo con ojos de esperanza.

Joel recordó entonces que, en la mitología, las Moiras eran las tres hermanas que decidían el destino de los hombres, señalando la calidad, la duración y el final de sus vidas. “Buscan arrebatarme mi vida”, pensó el joven y le iba a advertir al niño que se alejara de allí. Desconcertado, se dio cuenta que él había desaparecido.

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La escalera de Chronos (capítulo tres)

[Visto: 785 veces]

(viene del capítulo anterior)

Contenta de su buena fortuna, Pitia se apresuró en recoger las monedas, apagó el fuego con algo de arena y se dispuso a ir a su aposento a guardar el tesoro. Una vez dentro, otra figura encapuchada se le apareció.

“Veo que te han recompensado bien”, dijo la voz femenina. Pitia la reconoció y se acercó a ella para abrazarla. Sin embargo, sintió una punzada en la espalda que la desangraba gravemente. “Dije lo que me pediste”, habló con dificultad la vidente y cayó muerta.

“Y ahora te toca guardar el secreto”, afirmó la desconocida saliendo del aposento. Una vez fuera del lugar, levantó los brazos y recitó un hechizo. Un violento terremoto azotó la región: cuando los peregrinos salieron de sus guaridas, encontraron el antiguo templo convertido en destruidas piedras.

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La escalera de Chronos (capítulo dos)

[Visto: 776 veces]

(viene del capítulo anterior)

Chronos se acercó hacia el fuego del oráculo y le explicó así: “Tengo un problema: una vez un hombre pidió un deseo, ser joven por siempre. Al hacerlo, abrió la posibilidad de crear humanos inmortales, privilegio reservado a los dioses. Quiero saber si acabaré con él”.

“Es raro verte, y mucho más aún verte dudar”, replicó Pitia con sarcasmo. Aun así, fue a buscar las hierbas mágicas, las que arrojó el fuego del oráculo, y cerró los ojos. Se acercó a aspirar los vapores emanantes durante varios segundos, luego de los cuales, abrió los ojos.

Mirando sin pupilas, la vidente le confesó al dios: “Una gran vida se perderá. Si quieres ganar, convoca a las Moiras. Ellas están prestas a ayudarte”. Luego de hablar así, Pitia cerró y abrió otra vez los ojos, volviendo a la normalidad. Chronos le dejó diez monedas de oro en el piso y salió de la misma forma que entró.

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La escalera de Chronos

[Visto: 881 veces]

Atendiendo con diligencia y misterio, Pitia dicta su suerte uno a uno a los hombres que se acercan a Delfos, el mítico santuario del oráculo griego. Esa mañana, tan iluminada por el sol, pronto el cielo se oscureció y la lluvia copiosa ahuyentó a los empapados peregrinos.

La vidente iba a guarecerse en los aposentos del templo cuando una presencia la detuvo. Parado junto a la entrada, hay un forastero que viste una túnica gris con capucha, la que sólo permitía ver la barba blanca que sobresalía de su oculto rostro.

“Váyase ahora, que la lluvia arrecia”, le dijo ella con miedo en la cara. “¿Es que acaso no reconoces el poder del Tiempo?”, preguntó el forastero. Pitia, que en principio lo había ignorado, volteó hacia el peregrino.

No pudo ocultar su sorpresa: Chronos, Señor del Tiempo, se quitó la capucha gris, dejando ver su envejecido rostro. “¿Qué te trae por acá, dios remoto e inalcanzable?”, dijo la vidente recuperándose del inicial asombro.

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El amigo imaginario (capítulo final)

[Visto: 932 veces]

(viene del capítulo anterior)

Mateo sintió cómo luego de un rato se calmaron las cosas. Eli volvió a ingresar al cuarto pero ya no al closet. “Me tengo que ir. Adiós Mateo”, se despidió mientras abrazaba al niño. Mateo le regaló un tierno ósculo. Eli le agradeció y saltó de la ventana hasta el primer piso.

El cielo se puso claro, como si fuera de mañana, por unos segundos. La luz, que tan fuerte iluminó esos instantes, se desvaneció tan repentinamente como apareció. Sólo Mateo pudo comprenderlo: “Adiós Eli”, dijo el niño mirando hacia la ventana, y se durmió.

Pasó cerca de un mes. Mónica, que tan vital había estado al empezar a vivir en la casa, había decaído un tanto en su ánimo y decidió ir al médico. Preocupado, Roberto le preguntaba qué tenía. Ella le contestaba que los médicos seguían haciendo análisis.

Una noche ella volvió contenta. Le contó a Roberto que los médicos no encontraron nada malo. “Por el contrario, es la mejor noticia de mi vida”, le dijo muy contenta. Al escuchar de sus labios que está embarazada y que iba a ser padre, Roberto puso cara de “¿qué?”.

El joven padre se agarró los cabellos, masajeándolos con desesperación. Mónica le preguntó por qué se ponía así. “¡Me hice la vasectomía!”, gritó Roberto furioso por la noticia. Ambos escucharon unos pasos en la escalera. Era Mateo quien iba a su encuentro.

Se acercó a Mónica y le abrazó su abdomen. Ella lo acarició y le agradeció su gesto. Dirigiéndose a su papá le dijo: “Hermanito o hermanita, quiero que lo llames Eli”. Sigue leyendo

El amigo imaginario (capítulo seis)

[Visto: 1061 veces]

(viene del capítulo anterior)

Mateo no comprendía por qué su abuela se iba de la casa. Tampoco por qué llegaba esa joven linda que le tocaba la cabeza. Y menos por qué, luego que su papá lo despedía a la hora de dormir, escuchaba fuertes gritos en el cuarto contiguo. Todos esos pensamientos lo tenían desconcertado.

Aquella noche, Eli escuchó los pesares del niño, y le dijo que no se preocupara. Haciéndose invisible, salió del closet y caminó fuera del cuarto. Al mismo tiempo, Roberto salió sudando de su habitación.

Al pasar por el cuarto de Mateo, sintió un leve escalofrío en la espalda. Aun así, bajó hasta el primer y entró en la cocina, cerró la puerta, abrió la refrigeradora y se hizo un sándwich. Se dio su tiempo para masticarlo y saborearlo.

Luego de comerlo, subió otra vez hacia su habitación. En su cama, Mónica lo esperaba desnuda y jadeante. “¿Continuamos?”, le preguntó al verla así. Ella se abalanzó sobre él. Sorprendido por las tremendas ganas de su novia, Roberto se dejó llevar.

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