La escalera de Chronos

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Atendiendo con diligencia y misterio, Pitia dicta su suerte uno a uno a los hombres que se acercan a Delfos, el mítico santuario del oráculo griego. Esa mañana, tan iluminada por el sol, pronto el cielo se oscureció y la lluvia copiosa ahuyentó a los empapados peregrinos.

La vidente iba a guarecerse en los aposentos del templo cuando una presencia la detuvo. Parado junto a la entrada, hay un forastero que viste una túnica gris con capucha, la que sólo permitía ver la barba blanca que sobresalía de su oculto rostro.

“Váyase ahora, que la lluvia arrecia”, le dijo ella con miedo en la cara. “¿Es que acaso no reconoces el poder del Tiempo?”, preguntó el forastero. Pitia, que en principio lo había ignorado, volteó hacia el peregrino.

No pudo ocultar su sorpresa: Chronos, Señor del Tiempo, se quitó la capucha gris, dejando ver su envejecido rostro. “¿Qué te trae por acá, dios remoto e inalcanzable?”, dijo la vidente recuperándose del inicial asombro.

(continúa)

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