Al mediodía siguiente, Joel recibió a todo del grupo de estudio en su depa. Todos estaban encantados con el buen gusto que tenía. En especial Alexia, que no podía dejar de sentirse fascinada con los muebles y el balcón.
“Está de lujo”, le comentó ella con mucho entusiasmo, “lástima que termine un poco sucio”. Joel se rió, pero resultó cierto. Allí almorzaron y también cenaron, estudiaron e hicieron broma. Para las nueve de la noche, todos empezaron a retirarse.
“¿No vienes con nosotros?”, le preguntó su amiga a Alexia. “Me quedó a ayudarlo con los platos”, respondió la joven, se despidieron con miradas cómplices y volvió hacia la cocina. Se acercó hacia Joel, que estaba lavando los platos, y lo abrazó por la cintura.
Él también volteó y los dos empezaron a besarse. Alexia, sintiéndose muy apasionada, intentó quitarle el polo, pero Joel se lo impidió. “Creo que este no es un buen momento”, se excusó él. Ella se molestó, pues no tenía sentido no hacerlo si era algo que sentían mutuamente.
Joel se cerró en su posición y se alejó un poco, en dirección hacia el balcón. “¿Y cuándo?”, le reclamó Alexia casi llorando. Joel exhaló un suspiro, volvió hacia ella y la abrazó muy fuerte. “Luego que conozca a tu familia”, le respondió con cierta melancolía.