Y es que hay un ángel (capítulo dos)

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(viene del capítulo anterior)

Estaba por completar el manuscrito, cuando su mirada se desvió hacia la sala y allí estaba el periódico que compró antes de salir a trabajar. Con diligencia, pasó las hojas hasta la sección de anuncios, señaló algunos avisos, preparó unos currículos y salió disparado.

Jorge recorrió varios sitios sin mucho éxito: ver largas filas de jóvenes aspirantes lo desanimaba. Finalmente, llegó a un edificio y subió por el ascensor hasta el cuarto piso. “405” se leía en el anuncio y se dirigió hacia esa puerta.

Tocó un par de veces. La puerta se abrió sin demora. Una señorita con mirada sonriente lo recibió en la estancia. “Pase adelante”, le dijo la recepcionista con mucha amabilidad. Le pidió su currículo y le pidió que tome asiento mientras espera.

Jorge se sentó, contagiado de la actitud de la joven, con mucha tranquilidad; pero a los cinco minutos ya estaba muy ansioso. “¿Creen que demorarán mucho?”, preguntó ante la situación. “No se preocupe, estoy segura que ya lo llaman”, respondió la recepcionista.

(continúa)

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