Archivo de la categoría: Relatos por Entregas (serie uno)

Relatos literarios escritos por entregas

Durante el tercer año (capítulo siete)

[Visto: 414 veces]

(viene del capítulo anterior)

A la mañana siguiente, Luis se presentó temprano en la puerta de la casa de Mónica. Luego de unos minutos, ella salió de su casa. Se saludaron y se fueron caminando hacia la avenida. Todo parecía tan normal como antes, salvo por el inusitado silencio al cual Luis le tiene sometida. Mónica lo veía a ratos, sin entender nada hasta que se decidió a hablar.

“¿Sigues molesto?”, preguntó muy directa. Luis la miró y de pronto paró en sus pasos. “Sí, aún estoy algo molesto”, respondió con decepción. Reconociendo que se había equivocado, ella se abalanzó sobre él y lo abrazó con sus brazos. “Lo siento, lo siento mucho”, dijo Mónica con el rostro apoyado sobre Luis.

Luis se quebró, no pudo continuar con su dureza: abrazó a Mónica y la besó con hartas ganas. “A veces siento que me sacas de quicio mal, y no lo entiendo porque lo único que hago es quererte”, explicó él revelando ese sentimiento que tuvo contenido tanto tiempo. Otra vez ella le ofreció disculpas, y él se las aceptó tomando su mano y robándole otro beso. “¿Te parece bien si vamos más tarde al cine?”, ella lo invitó con una emocionada sonrisa.

(continúa)

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Durante el tercer año (capítulo seis)

[Visto: 471 veces]

(viene del capítulo anterior)

Al día siguiente al “frío”, Mónica llamó a Luis en la mañana. Una. dos veces. No contestó. Le pareció extraño pero decidió llamarlo más tarde. Así luego del almuerzo, le volvió a timbrar al celular. Una. Dos. Tres veces. No contestó. Ella se comenzó a preocupar por la actitud que había tomado. “Sigue aun molesto. Espero que se le pase pronto”, se dijo para sus adentros.

Decidió ponerse a estudiar los cuadernos de curso. Llegó la noche. Se había quedado absorta pensando en la clase del día después, cuando su celular comenzó a sonar. Era Luis y le respondió de inmediato. “Mi amor, lo siento”, fue lo primero que dijo ella al oir su voz. Esto derrumbó un poco la belicosidad con la que él venía cargado y decidió escucharla.

“Sé que hice mal, que querías que la pasáramos bien”, continuó Mónica con su argumentación. “Sí, me alegra que lo reconozcas. Hace días que no nos veíamos, quería que fuera un buen día para los dos”, respondió Luis aún contrariado pero cediendo. “Lo sé, ahora lo sé. No quiero que estemos así, ven por favor”, le rogó ella hablando tan grave como un susurro. “Amor, te veré mañana”, respondió Luis y le envió muchos besos.

(continúa)

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Durante el tercer año (capítulo cinco)

[Visto: 446 veces]

(viene del capítulo anterior)

Un par de semanas más tarde, las turbulencias parecen haber pasado. Luis siente que la relación está pasando por un buen momento pero no se habían detenido a hablar mucho. Consideró que es una buen oportunidad para consolidarse como pareja, así que decidió invitarla a cenar el sábado.

Él fue a buscarla a su casa y ambos fueron a un concurrido centro comercial. Empezaron a pasear alrededor de las tiendas, sobretodo Mónica viendo las ropas y accesorios novedosos en las vitrinas. Esto incomodó un tanto a Luis, porque el restaurante al que quería llevarla se repleta de público los fines de semana.

“Que no esté lleno, que no esté lleno”, él se decía para sí, pero su cara de decepción se hizo evidente cuando llegó a la entrada: habían cinco personas haciendo cola para esperar mesa. En un primer momento, se sumaron a la lista de espera pero, luego de diez o veinte minutos, Mónica comenzó a desesperarse.

“Cómo tardan”, “¿por qué demoran?” o el molesto movimiento de sus zapatos, hizo que Luis se resignara ante lo sucedido. “Nos vamos”, dijo y ellos se fueron a buscar algo qué comer de vuelta hacia la casa de Mónica. Finalmente, llegaron hasta la puerta comiendo unas empanadas y gaseosas que compraron en una panadería cercana.

Ella lo besó y sintió la frialdad de su despedida. “¿Te pasa algo?”, le preguntó la joven sabiendo de antemano la respuesta. “Pues sí. Pero no quiero discutirlo ahora”, fue la escueta respuesta de Luis, quien se retiró caminando lento.

(continúa)

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Durante el tercer año (capítulo cuatro)

[Visto: 392 veces]

(viene del capítulo anterior)

Apenas terminó la llamada, Luis se cambió rápidamente y salió de su casa. Ya se le había hecho costumbre caminar hasta allá porque era cercano a su casa. Pero esta vez el esfuerzo se le hizo enorme: parecía que las calles eran muy largas y el cansancio se le acumula a mil. Finalmente, luego de un rato, llegó y se pidió un café con un sánguche.

Quince minutos más tarde, Mónica llegó al local. Como nunca antes, su rostro refleja el gran enojo que le hiere por la supuesta no respuesta de su enamorado. Luis la ve y le pide que se siente. Al inicio ella no está dispuesta a ceder, pero él comienza a hablar con sutileza. “Por favor, vamos a conversar”, le dice Luis con delicadeza y ella suaviza su gesto y se sienta.

Él le explica que no fue su intención no responderle, que se había quedado muy dormido y que el fin de semana sería otra historia. “Te lo pido, perdóname, no volverá a suceder”, fue la forma en que Luis cerró la conversación: disculpándose por algo lo que no actuó mal. Mónica se le acercó y lo abrazó por el cuello. Él acepta su saludo con ternura; ella tiene en su mirada una sonrisa que no es alegría sino de manipulación.

(continúa)

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Durante el tercer año (capítulo tres)

[Visto: 374 veces]

(viene del capítulo anterior)

Luis se fue a su casa. Luego de saludar a sus padres, tomó su toalla y se metió al baño a darse una ducha. Terminó y caminó a su habitación a ponerse ropa limpia. Pero la ducha lo relajó más de la cuenta y, apenas se recostó sobre la cama, se quedó profundamente dormido.

Se levantó aún somnoliento, imaginando que se encontraba a media mañana. Miró su reloj: ya eran las cuatro de la tarde. Sorprendido, se acordó de Mónica y miró en su celular. Tenía cerca de cinco llamadas perdidas, la más reciente hace unos cinco minutos. Apurado, llamó de vuelta a su enamorada.

Una, dos… A la tercera llamada, Mónica decidió contestar. Luis le iba a explicar que se había quedado dormido cuando… “¿Qué se supone que piense? Hace rato que paro llamándote y ¡tú no contestas!”, respondió ella totalmente enfurecida. No lo entendía. Luis no tiene cómo entenderlo. Le pide por favor que se vean más tarde en la cafetería para aclarar todo.

(continúa)

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Durante el tercer año (capítulo dos)

[Visto: 404 veces]

(viene del capítulo anterior)

La memoria de Luis está muy fresca y, mientras Mónica le expresa sus razones, su mente vuelve a recordar el inicio de la debacle. El principio del tercer año había sido más que auspicioso. Aquel sábado salieron a bailar  la discoteca. “Hasta las últimas”, le comentó Mónica como exigencia… y Luis cumplió con creces.

Se mantuvo en ritmo hasta las seis de la mañana, hora en la que ella se dio más que satisfecha y le pidió le llevara a su casa. Caminaron muy despacio por la vereda, ella acariciando el brazo de su enamorado, él mirándola con obvia ternura. Felizmente la casa quedaba cerca, así que su caminata fue algo breve.

Ya en la puerta, Mónica lo abrazó por el cuello y empezó a besarlo con muchas ganas. Luis fue recíproco y respondió de la misma manera pero algo le causa fastidio. Mónica le pregunta qué pasa. “No es nada, sólo que ya me tengo que ir y no quiero”, responde él en tono de resignación. Ella le pide que se quede un rato más. “Dos minutos más”, contesta algo tacaño.

“¡Que sean tres!”, se emociona Mónica y le roba otro par de besos. Luis agradece la despedida y le promete llamarla más tarde.

(continúa)

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Durante el tercer año

[Visto: 472 veces]

Mónica se halla sentada en una banca del parque. Está inquieta, algo desesperada. No es para menos. Lleva cerca de media hora esperando a que Luis aparezca. Lo llamó temprano para conversar sobre su relación de pareja. Él respondió de modo afirmativo, pero el tono de su voz la dejó en un mar de dudas.

Aún así decidió ir al momento por ella pactado. Sin embargo, los prolongados minutos que pasan la hacían arrepentirse de su presencia en ese lugar. Se paró para irse, cuando lo divisó venir por una de las esquinas. Luis caminó con completa libertad y sumamente tranquilo. A pesar de ello, la saludó con mucha sequedad.

Mónica se sentía desarmada. El chico que creía conocer se presenta ahora como un joven inalcanzable cuya sola mirada le infundía un profundo respeto. No podía creer que se tratara de la misma persona. Sobreponiendose al desconcierto, le preguntó qué rumbo tomaría su relación. “¿En serio quieres que te recuerde todo lo que pasamos?”, fue la retórica frase con que la fulminó.

(viene del capítulo anterior)

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La caída de Toño (capítulo final)

[Visto: 504 veces]

(viene del capítulo anterior)

Los policías comenzaron la búsqueda sin mucho éxito. Toño se quedó muriendo de frío y, sobretodo, de incertidumbre, hasta las cuatro de la mañana, cuando el cielo empezó a ponerse más claro. “¡Aquí, aquí!”, gritó uno de ellos y entró un grupo en el escondite para verificar su identidad. Una vez que lo reconocieron, dieron aviso al comisario para que se acercara.

Se presentó ante Toño y le dio la mano. “Sr. Aguilar, sepa que pondremos todo nuestro esfuerzo para atrapar a los asesinos de Trelles”, afirmó y le pidió que subiera al patrullero para trasladarlo hasta la ciudad. Los policías se daban vivas por el deber cumplido, mientras el comisario salía a la carretera en su auto rumbo a la ciudad.

O al menos eso pensaba Toño, quien aprovechó para mirar otra vez el papel que encontró en su vieja casa. En él se halla escrito un consejo de su padre: “Cuando las cosas salgan muy bien, desconfía mucho”. Se lo había escrito hace muchos años cuando perdió la casona en La Huella y tuve que mudarse lejos de allí.

Y esa misma sensación tenía ahora, cuando el comisario salió de la carretera y se dirigió por algunas calles inhóspitas. Pronto, llegó hasta una cuadra, donde un auto oscuro lo esperaba. Toño vio cómo uno de los asesinos baja del auto junto con un viejo caballero. Se dio cuenta que había sido llevado donde el taita, y que este es el momento de su caída.

 

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La caída de Toño (capítulo trece)

[Visto: 499 veces]

(viene del capítulo anterior)

“Ya lo tengo ubicado”, fue lo primero que dijo Torres cuando llamó al taita. “Bien hecho. Ahora, has lo que tienes que hacer”, fue la escueta respuesta del delincuente, que Torres no dudó en aceptar. Esperó que se apagaran las luces de la casa y se acercó con mucho cuidado hasta la puerta. La forzó un poco y la puerta se abrió con un tenue pero percepctible rechinar.

Las tablas de madera en el piso tampoco lo ayudaron. Todos esos ruidos pusieron de sobreaviso a Toño, quien escapó por la puerta de atrás hacia su escondite seguro. Su salida fue tan silenciosa que el policía pensó que se había equivocado de lugar. Volvió sobre sus pasos y se dirigió otra vez hacia la puerta principal.

El salir hacia afuera fue su último error. Dos policías lo esperaban y procedieron a detenerlo con bastante rudeza. Torres trató de defenderse señalando que también era policía, hasta que apareció el comisario. “¿Reconoces tu voz?”, dijo y reprodujo el audio de su conversación con el taita.

Atrapado por la evidencia, Torres se derrumbó y dejó que lo arrastraran hasta el patrullero. Mientras tanto, el comisario ordenó que buscaran en los alrededores. “Busquen con atención: estoy seguro que el objetivo está cerca”, mandó a sus subordinados y estos comenzaron a registrar la zona.

(continúa)

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La caída de Toño (capítulo doce)

[Visto: 523 veces]

(viene del capítulo anterior)

A la mañana siguiente, Torres entró en la comisaria y fue directamente a la oficina del comisario. Dijo que tenía que ir al sur un par de días a atender un asunto familiar. El comisario se lo pensó un momento, pero finalmente firmó la hoja de permiso. Seguro porque le habían creído, fue a su casa, se vistió de civil y tomó un carro rumbo al sur.

Luego de varias horas de trayecto, llegó a La Huella. En la plaza central no encontró mucha gente, salvo algunas personas ancianas que conversaban amenamente. Pasaba caminando lento cuando oyó hablar de un tal “joven Toño”. Se le quedó escuchando atentamente hasta que el anciano se retiró de allí.

Torres caminó unas cuantas cuadras hasta llegar a la vieja casa de Toño. Se quedó esperando en una de las esquinas hasta que empezó a caer la noche. Vio cómo las luces de la casa se iluminaron y decidió acercarse para confirmar la identidad del residente. Con mucho sigilo avanzó hasta la ventana. No le quedaron dudas: el inquilino de la residencia es el fugitivo.

(continúa)

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