Archivo de la categoría: Relatos por Entregas (serie uno)

Relatos literarios escritos por entregas

Entre Emi y Rodri: sentimientos a distancia (capítulo dos)

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(viene del capítulo anterior)

Rodrigo intentó comunicarse con Emilia durante los finales pero su celular no contestó. Pues bien: tan sólo le quedaba estudiar por él y no por ambos. Pero se le hizo difícil: cual mágico encantamiento, cada palabra de cada libro hacía lo posible por recordarle a ella.

“No sé qué hacer”, se decía así mismo al salir de cada examen y ver que ella salía antes sin decirle nada. Al final, para cuando recogió sus calificaciones, se dio con la ingrata sorpresa que casi desaprobó todas las materias.

Su propio padre lo recriminó cuando se enteró por boca de su hijo de lo ocurrido. “Tú nunca trajiste tan bajas notas. ¿Qué te ocurre?”, preguntó él esperando una respuesta. “Es por mi amiga, no me habla y eso me desconcentra”, confesó el joven haciendo una mueca de tristeza.

El padre se mostró comprensivo pero firme al mismo tiempo: “Te entiendo, no es fácil decirle los sentimientos a una persona que quieres… pero no quiero que eso interfiera con tus estudios, ¿entendido?”. Rodrigo asintió con la cabeza. Su padre lo abrazó y le dijo que se fuera a dormir.

l joven subió a su cuarto. No tenía ganas de dormirse aún, así que prendió su computadora y abrió su correo electrónico. Tenía varios mensajes nuevos, pero sólo uno le llamó la atención: era del correo electrónico de Emilia.
Emocionado, Rodrigo abrió el mensaje. Su entusiasmo se diluyó mientras lo leía:

“Dear Rodri…

Sorry por no despedirme de ti… pero necesito tiempo lejos de ti… mi familia decidió viajar el verano a Europa… creo que será lo mejor…

Cuídate mucho Rodri… bye”.

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Entre Emi y Rodri: sentimientos a distancia

[Visto: 762 veces]

(viene de la historia anterior)

Rodrigo bajó del taxi una vez que llegó a su casa. Miró otra vez la mancha de labial que había quedado en su camisa, intentando comprender el por qué tuvo que ser tan idiota aquella noche con Emilia y, sobretodo, con su enamorada Giuli, que en realidad ya no lo era.

Ante sus padres, sólo le quedó difícilmente disimular su mal rato, mientras su padre comenta orgulloso “que su hijo ya es todo un hombre”, al descubrir la mancha rojo carmesí, la misma de la cual su madre se queja tiernamente por tener que lavarla.

El chico estudioso terminó de cenar y se fue a su habitación. Agarró su celular y llamó a Emilia. Una. Dos. Tres veces. El buzón de voz fue lo único que escuchó del otro lado. “Tranquilo, seguro se fue a dormir ya o salió con sus amigas”, intentó aliviarse el pensamiento con esa inútil frase.

Se fue a dormir imaginando que mañana, cuando la encontrara por la universidad, podría explicarle bien su patética reacción. Pero realmente no tuvo suerte: la llamó pero el buzón de voz siguió contestando, en las clases no estuvo, se dirigió a los salones de estudio pero no la halló.

Se le volvía preocupante tener que pensar en ella y, al mismo tiempo, buscarla cuando debía estudiar para los finales de la próxima semana. Cuando quiso dar por finalizada su pretensión, la vio que venía en dirección opuesta.

Emilia se dio cuenta de su presencia y se dio media vuelta para salir por otro lado, pero Rodrigo no perdió otro segundo y corrió detrás de ella. La alcanzó y la sujetó del brazo, mas no fue necesario. En su rostro se notaban los ojos enrojecidos por las lágrimas del despecho.

“Rodri, sorry… hoy no”, fue toda la contestación que ella pronunció, pero fue suficiente para dejarlo a él, parado y perplejo en aquel sitio, mientras ella se alejó a paso lento y con la cabeza gacha.

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El muchacho de la noche (capítulo final)

[Visto: 744 veces]

(viene del capítulo anterior)

Mica, aunque insegura, accedió a su petición. José abrió la puerta y bajaron juntos, incluso pasaron entre sus padres que seguían roncando como si nada. Salieron de la casa y caminaron por el parque.

“No soy humano: soy un ser mágico, un guardián de la noche”, empezó por explicar José. Él le contó que desciende de Nix, el mitológico ser con que los antiguos nombraron a la noche. “Me enviaron para conocer el mundo… hasta que te conocí a ti”, dijo él dando a revelar su sentimiento.

José le contó que tenía que hacer su labor con discreción, pero no pudo dejar de admirar aquella juvenil belleza al salvarla aquella noche. “Ahora me encuentro en un dilema: olvidarte o morir… y no creo que pueda lo primero”, se confesó él y comenzó a entristecerse.

“¿Y cómo es que morirás?”, preguntó ella aun sin entender del todo. “Recibiré los rayos de sol del amanecer y me desvaneceré para siempre”, respondió el muchacho de la noche empezando a llorar. Los dos se abrazaron en un momento que se hizo eterno.

Estuvieron conversando de cualquier cosa hasta que el primer albor de la mañana le avisó a José. “Me tengo que ir”, dijo él y la abrazó otra vez. Mica le rogó que se ocultara, que se escondiera, y lo tomó del brazo para llevarlo a un lugar con sombra.

Fue entonces que José se escurrió de sus manos. La joven trató de alcanzarlo pero no logró su cometido: el sol iluminó el cielo y el muchacho de la noche se hizo difuso en el cielo. “Adiós José, gracias por salvarme”, se despidió Mica mirando al firmamento con ojos llorosos. Sigue leyendo

El muchacho de la noche (capítulo nueve)

[Visto: 734 veces]

(viene del capítulo anterior)

Mica llegó a su casa sola y desconsolada. No sabía qué pensar ni qué decir. Aun así, antes de entrar en su casa secó sus lágrimas y agachó la cabeza. Notó que sus padres todavía dormían, por lo que se fue directo a su cuarto a lavarse su dolor.

Luego de ducharse y cambiarse con ropa hogareña, llamó a Katy. Su amiga nunca contestó a pesar de las repetidas ocasiones que marcó su número. Bajó de nuevo para la sala: sus padres continuaban un profundo sueño. Mica tuvo que gritarles a sus padres para que pudieran despertar.

“¿Qué me pasó?”, fue lo primero que preguntó su padre tras bostezar inusitadamente. Su madre también le preguntó qué había sido de su amigo. “No lo sé, quizá sólo se desvaneció en el aire”, dijo ella con honda tristeza.

Su padre rio con lo que consideró una ironía y después le comentó que esperaba que su amigo volviera pronto porque le “ha caído muy bien”. Ante eso, Mica no supo qué decir y volvió a subir a su cuarto. Se encerró toda la mañana y la tarde en su habitación tratando de entender lo que había sucedido.

La llamaron para el desayuno y el almuerzo pero no bajó. Su madre subió con un plato para que se alimentara pero la joven se lo rechazó. “No tengo hambre”, fue toda la respuesta que recibió. Cuando cayó la noche, Mica se sintió más vulnerable: sentía que no era otra noche normal, que seguramente José vendría a verla.

Y así fue: él apareció por su puerta como a las ocho, saludó a sus padres y, tras hablarles unos minutos, los hipnotizó y los volvió a dormir. Subió hasta el cuarto de Mica, quien cerró con pestillo al percatarse de los pasos que se acercaban. “Mica, abre por favor”, le rogó el muchacho intentando no usar sus poderes, pero fue en vano: ella se rehusó repetidas veces.

José, entonces, usó su magia y se transformó en humo negro para pasar al otro lado de la puerta. Mica, asustada por lo que veía, comenzó a llorar de nuevo. José tomó otra vez forma humana y se acercó a ella para abrazarla. “¿Quieres saber qué soy?”, le preguntó él tras tranquilizarla.

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El muchacho de la noche (capítulo ocho)

[Visto: 700 veces]

(viene del capítulo anterior)

“Lo siento, lo siento mucho. Debo irme”, dijo José y sentó a Mica en un banco de cemento cercano. “Quédate por favor: dime qué pasa”, ella se volvió histérica y lo abrazó con fuerza para no dejarlo escapar.

Pero él era mucho más fuerte y logró zafarte. Repitió que debía irse de allí. Empezó a correr y no se dio cuenta que un auto venía a gran velocidad por la avenida. El conductor se sorprendió de ver a José justo en frente suyo y frenó inmediatamente.

Mica se asustó al escuchar el estruendoso chirrido de las llantas sobre el asfalto. Presurosa caminó hacia donde el auto se detuvo: el conductor estaba ileso aunque dormido, y una niebla negra se hallaba dispersa en el sitio. Dicha niebla comenzó a juntarse en un punto y tomó forma humana.

Mica quedó absorta al ver que era José quien aparecía así en medio de la noche. Llorando con sus ojos de ébano, el muchacho de la noche se disculpó con ella: “No quería que te enterarás así”, dijo afligido y se desvaneció al percatarse del primer rayo de sol de la mañana.

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El muchacho de la noche (capítulo siete)

[Visto: 945 veces]

(viene del capítulo anterior)

José notó esa mirada de desconcierto en Mica. “¿Pasa algo?”, le preguntó distendido. “No, nada”, dijo ella y comenzaron a caminar por las calles. Ella empezó a sentir frío y José se ofreció a prestarle el saco que lleva puesto.

Ella agradeció el gesto y se puso el saco: al instante un calor la arropó y la mantuvo cálida. Mica se asustó un tanto que el abrigo fuera tan efectivo. “Debe ser la tela”, le comentó José haciendo una sonrisa al percibir su inusitado asombro.

Mica sonrió también. Llegaron al paradero y pidieron un taxi para que los llevara al lugar donde se conocieron. Una vez que bajaron en el sitio, ella quiso llamar a Katy para que la acompañara, pero no contestó su celular.

“¡Qué raro! Nunca para dormida los sábados por la noche”, le comentó a José. “Ni modo, mejor para nosotros”, afirmó él con aplomo y entraron en la discoteca. Se sirvieron unos tragos y comenzaron a bailar frenéticos al ritmo de la música.

Mica se sintió muy alegre y emocionada: le pareció que como nunca había disfrutado una noche así. Al salir de la discoteca, sus pasos algo tambaleantes por el cansancio y el alcohol, abrazó por el cuello a José.

“Esta noche ha sido muy especial”, afirmó ella y lo besó apasionadamente. Al contacto con sus labios, un frío extremo la atravesó y tuvo que alejarse para recobrar el aliento. “¿Qué fue eso?”, le inquirió Mica recuperándose de su estado etílico.

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El muchacho de la noche (capítulo seis)

[Visto: 733 veces]

(viene del capítulo anterior)

Mica cumplió su promesa sin chistar y no dejaba de fantasear con los planes que le estaría preparando José. “Seguro y me lleva a un lugar muy lindo”, se decía si misma cada día al despertarse. Aquella noche de sábado en su cuarto, sintió un murmullo y se acercó a la ventana.

Era José, vestido al estilo casual, para indicarle que ya iba a entrar en la casa. José tocó el timbre y Mica empezó a alistarse. “¿Quién es?”, preguntó el padre de Mica en la puerta. José se identificó como amigo de su hija. Aunque al hombre le extrañó su facha, lo dejó pasar.

En ese instante, tanto el padre como la madre de Mica, que estaba entrando en la sala, sintieron un sopor sobre sus cabezas. Se sentaron en el gran sofá y José en una silla. Cuando bajó Mica, los tres mantenían una amena charla.

José se levantó para recibirla con un beso en la mejilla. “Justo le había pedido permiso a tus padres para salir”, dijo él con tono seguro. “Sí, ya cumpliste tu castigo, así que ve”, habló su padre muy lentamente. Mica lo miró a su papá y le pareció inusitado ver sus ojos medio cerrados, como hipnotizados.

Ella le preguntó si estaba bien. “Sí, todo bien, anda hijita, vuelve temprano”, le dijo su papá del mismo modo. Mica dejó de preocuparse y salió junto con José. Adentro, sus padres empezaron a roncar en medio de su sueño.

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El muchacho de la noche (capítulo cinco)

[Visto: 785 veces]

(viene del capítulo anterior)

Cansada por la resaca, Mica no tardó en quedarse dormida. Llegada la noche, la brisa fría la despertó con susurrándole al oído. Una atrayente sensación la motivó a levantarse y mirar por la ventana: José estaba parado sobre el jardín exterior de la casa.

“¿Cómo me encontraste?”, le preguntó la joven, sorprendida y emocionada a la vez por su aparición. Él le dijo que fue a buscar a Katy y ella le dio su dirección. Mica le agradeció su gesto pero poco después se puso a llorar.

“¿Qué es lo que pasó, Mica?”, le preguntó el muchacho de la noche al no comprender su llanto. Ella le contó la discusión con su padre y el castigo que él le había impuesto. “Sé que va a sonar un poco extraño”, inició José su inaudita respuesta, “pero quiero que cumplas tu castigo y yo te buscaré al final de la semana para que salgamos juntos”.

Efectivamente, a Mica no le pareció la condición de José pero, animada con su promesa, se apresuró en darle un “sí, lo haré” al muchacho de la noche, quien esbozó una gran sonrisa. “Recuérdalo: al final de la semana”, le repitió José y se alejó de la casa.

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El muchacho de la noche (capítulo cuatro)

[Visto: 704 veces]

(viene del capítulo anterior)

Luego de darse un duchazo, Mica salió de la casa de su amiga y se dirigió a la suya. Su padre abrió la puerta apenas ella tocó la puerta. “Hola papá”, le saludó la joven muy temerosa. “Sube a tu cuarto ya”, dijo el hombre con tono decepcionado.

Mica no dijo nada y subió a su habitación sin protestar. Sentada en su cama, la esperaba su madre. Su padre cerró la puerta apenas entró en el cuarto. La charla familiar no tuvo un buen ambiente. Rápidamente se tornó incómoda por los cuestionamientos de ambos padres hacia Mica.

Y Mica también se quedó intransigente en su posición. “Ya estoy grande: ustedes no saben qué es bueno o no para mí”, se cerró la joven en dicho argumento. “¿Y acaso tú sí?”, le preguntó su padre ya exasperado y siguió, “¿Acaso es bueno escaparse de casa? ¿Lo es? ¿O es bueno volver toda borracha?”.

“Ya basta”, le reclamó Mica tapándose las orejas con las manos. “No, tú ya basta: te quedas castigada toda esta semana, sólo saldrás para la escuela”, advirtió tajante su padre, señalándole con el dedo. Los dos padres salieron del cuarto, mientras su hija se recostaba a llorar sobre la almohada de su cama.

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El muchacho de la noche (capítulo tres)

[Visto: 744 veces]

(viene del capítulo anterior)

“Gracias”, dijo Mica con tono cansado y preguntó en su borrachera, “¿quién eres?”. “José, un amigo de la noche”, dijo en tono amable. “Yo soy Mica… y no me siento muy bien”, habló la chica pero no pudo hablar más. El mareo le ganó y sus ojos se cerraron.

Para cuando volvió a abrirlos, miró a Katy contenta de que despertara. “¿Dónde estoy?”, preguntó Mica agarrándose la cabeza de inmediato por el dolor. “No, no… no te levantes. Estás bien, en mi casa”, respondió su amiga muy atenta y emocionada.

Mica le preguntó por José. Katy le respondió que, ni bien se desmayó, José le pidió que parara un taxi y se las llevó a la casa. “Cuando llegamos no se despegó de ti, te acostó y se quedó mirándote”, le narró entusiasmada.

Mica le preguntó a dónde se fue. “No lo sé, a eso de las cinco se fue sin ninguna explicación”, respondió Katy haciendo una mueca de extrañeza. Mica sintió que debía volver a verlo, al menos sólo para agradecérselo. “Olvídalo amiga, ni su celular dejó”, comentó Katy mientras ayuda a su amiga a pararse de la cama.

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