El muchacho de la noche (capítulo cuatro)

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(viene del capítulo anterior)

Luego de darse un duchazo, Mica salió de la casa de su amiga y se dirigió a la suya. Su padre abrió la puerta apenas ella tocó la puerta. “Hola papá”, le saludó la joven muy temerosa. “Sube a tu cuarto ya”, dijo el hombre con tono decepcionado.

Mica no dijo nada y subió a su habitación sin protestar. Sentada en su cama, la esperaba su madre. Su padre cerró la puerta apenas entró en el cuarto. La charla familiar no tuvo un buen ambiente. Rápidamente se tornó incómoda por los cuestionamientos de ambos padres hacia Mica.

Y Mica también se quedó intransigente en su posición. “Ya estoy grande: ustedes no saben qué es bueno o no para mí”, se cerró la joven en dicho argumento. “¿Y acaso tú sí?”, le preguntó su padre ya exasperado y siguió, “¿Acaso es bueno escaparse de casa? ¿Lo es? ¿O es bueno volver toda borracha?”.

“Ya basta”, le reclamó Mica tapándose las orejas con las manos. “No, tú ya basta: te quedas castigada toda esta semana, sólo saldrás para la escuela”, advirtió tajante su padre, señalándole con el dedo. Los dos padres salieron del cuarto, mientras su hija se recostaba a llorar sobre la almohada de su cama.

(continúa)

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