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(viene del capítulo anterior)
A la mañana siguiente, lo primero que hizo fue ir al baño a revisarse la cara. Y aunque el moretón que le mostró el espejo era muy feo, el dolor físico no era ni remotamente comparable al dolor que sentía en su corazón. Como reacción al episodio con Viviana, Jorge se volvió errático en su comportamiento posterior.
Cada mes se lucía por la universidad con una nueva chica, pero de pronto todo terminaba porque, a la menor sensación de aburrimiento, Jorge se portaba como un patán. Sus amigas dejaron de soportarlo y, más temprano que tarde, lo abandonaron. Era un hecho que, pretendiendo rehacer su vida sentimental, revivía la ruptura con Nati y contaminaba sus pasos.
Llegó el momento que Jorge se cansó de cortejar a las chicas, pero no podía evitar estar solo. Buscando alguna salida, se refugió en la biblioteca de su universidad. Pasó tardes enteras leyendo libros de autoayuda y de literatura, intentando escapar de la realidad en la cual se hundió.
Una de esas tardes, se quedó bien dormido, con la cabeza recostada sobre la mesa. Cuando despertó, miró su reloj y se percató que era muy de noche. Salió corriendo por el pasillo y no se dio cuenta de dos chicos que estaban abrazados y los chocó en su huida. Los tres cayeron al piso y la pareja le recriminó su imprudencia.
Jorge, algo adolorido, los miró levantarse y vio que se apoyaron mutuamente. Sin esperar sus disculpas, ellos salieron de la biblioteca agarrados de la mano. Esta imagen tuvo un efecto revolucionario en él. “Eso es”, se dijo para sí Jorge, “¡así entenderé a Nati!”.
(continúa)
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