Justificada indignación por agente peruano espiando para FF. AA. chilenas

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La dignidad no fue impedimento para que el agente de inteligencia de la Fuerza Aérea del Perú, Víctor Ariza Mendoza, haya espiado para las fuerzas armadas chilenas a cambio de sumas de dinero, montos de 3 mil dólares mensuales por supuesta necesidad económica, que se depositaron en su cuenta corriente. El delator, un suboficial de la FAP, sacó del anonimato al mal elemento al tratar de captarlo para realizar dichas labores.

Ariza, quien se había laborado en la embajada peruana en Santiago de Chile en el 2003, estaba siendo buscado por las autoridades, según precisó el Ministerio de Defensa, bajo los supuestos cargos de traición a la patria. De ser hallado culpable, el suboficial enfrentaría una pena máxima de 35 años, y no la pena de muerte. Al respecto el abogado Luis Lamas Puccio precisó que la ejecución sólo sería bajo el supuesto de estar en un conflicto bélico.

Esta revelación ha causado un hondo malestar en el Ejecutivo, lo que se demostraría por el súbito cambio de agenda del presidente García en su gira asiática, donde canceló entrevistas con medios y dignatarios. Y no es para menos: la codicia desmedida puede convertir en un vil truhán a una persona al punto de perder su patriotismo. Lo cual nada bien hace a este sujeto, como es venderse por un plato de lentejas. Sigue leyendo

El bailarín del quiebre

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Sentados en la vieja banca de madera, Jorge y Aurelio recordaban aquellos gloriosos tiempos cuando se escapaban del colegio y buscaban las canchas vacías donde jugar con la pelota. En aquellos días sólo eran un par de mozalbetes que, a pesar de sus vicisitudes, las dejaban de lado jugando al toque, el quite y el remate en cualquier cuadrado de cemento o algún extenso pasto. De pronto, vieron aparecer por el sendero a su amigo Vásquez.

“Miren quien viene”, confirmó Jorge, y los tres echaron a reír mientras Vásquez se acomodaba en la grada. A él no se le tenía por muy habilidoso en su juego, más dedicado a defender y a rechazar que a crear pinturitas con la bola. “¿Aún te acuerdas de aquella vez que te ganaste el apelativo de “El Bailarín”?”, preguntó seguro Aurelio. Vásquez afirmó con la cabeza. A pesar de ser una persona amable, era siempre poco dado a conversar, pero la memoria se abrió y dio paso a su relato:

En aquella ocasión, si mal no estoy, jugamos en esta cancha en equipos de cuatro, porque el espacio nos pareció muy chico y no había mucha gente. Aurelio jugó en el equipo de Manongo y yo junto a Germán. Era un partido como cualquier otro, de idas y vueltas, de goles lindos y también horrorosos. Perdíamos, volteábamos el resultado, y nos lo volvían a voltear. Finalmente, nos pudimos poner en ventaja después de un rato y tomamos el trámite con más calma.

Fue en eso que, Aurelio perdió un balón, lo recogí y me fui directo a la portería. Y allí estaba Manongo, todo altivo y sereno, preparado para tapar el tiro que iba a sacar. Sin embargo, en vez de patear, hizo el amague para la derecha, de manera que Manongo tuvo que moverse para el otro lado, momento que le alcanzó a Aurelio para llegar al arco y ayudarlo. Pero cometió el error de dirigirse al mismo lado que su amigo, así que cuando fueron a buscar tapar de nuevo el tiro, el amague a la izquierda los sorprendió.

Tan sólo me bastó el movimiento de cadera para acomodarme y colocar el tiro que a la postre significó que perdieran el partido, porque estaban cansados y eso les bajoneó el ánimo. Fue entonces que Germán todo exclamó “¡Qué tal baile!” y desde entonces me quede con el susodicho apodo. “¿Y ahora bailas?”, inquirió Jorge. “Depende de a quienes hice el quiebre”, dijo El Bailarín y echaron todos a carcajear. Sigue leyendo

Una raya más al tigre: Incomodidad en el Poder Judicial por viaje de magistrados pagado por litigante

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La semana pasada los magistrados del Poder Judicial (PJ), Francisco Távara y Jorge Solís viajaron a Francia para participar como expositores en un homenaje a nuestro poeta máximo César Vallejo. El asunto quedaría en la mera anécdota, de no ser porque, según información recogida por el diario La República, los gastos por pasajes y estadía fueron pagados por la Universidad Alas Peruanas, litigante frecuente (110 procesos) en diferentes instancias judiciales.

Su rector Fidel Ramírez Prado, que fue considerado presentador del evento, también se encuentra incurso en 29 investigaciones del orgnismo de justicia. Esta situación obligó al presidente del PJ, Dr. Javier Villa Stein, a debatir el tema en una Sala Plena y a que el Consejo Nacional de la Magistratura investigue si existe algún fin oculto detrás de estos hechos, dado que, algunos de estos litigios podrían ser vistos por los involucrados.

Si bien el Dr. Francisco Távara ha señalado que hace un año se inhibió de ver procesos de dicho centro de estudios y el Dr. Jorge Solís se defendió diciendo que, al ser miembro del Consejo Ejecutivo del PJ, no realiza labor jurisdiccional, lo cierto es que el escozor causado en los pasillos judiciales daña aún más la mellada reputación de este poder del Estado y espera una pronta respuesta a una ciudadanía que, hace mucho, perdió la fe en sus magistrados. Sigue leyendo

A mi amada desconocida

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Querida amiga,
mi amada desconocida,
cada día que empieza
me sabe suicida.

Desde aquel paseo
del invierno intenso
escuchaba voces ciertas
de un ambiente tenso.

Me miraste triste
y me contaste tu pena,
me fulminaste en el acto
como dolor de una vena.

Que esto acabó,
que no continuaremos,
y yo insistiendo por qué
si aún nos queremos.

Dijiste que era tarde
y sola te marchaste,
dejando atrás al que un día
por su amor luchaste.

Entonces comprenderás
que no fue fácil olvidarte,
como son otras cosas simples
que parecen un arte.

Y que te maté en mi recuerdo
como perverso homicida,
llamándote desde ahí
mi amada desconocida.

Porque ya olvidé el viernes etéreo
de la negra despedida
que me dejó en los labios
ésta, tu amarga partida.
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Vicepresidente Giampietri en entredicho tras acusación de coima

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Nada bien le ha caído al vicepresidente Giampietri la acusación que formulara en su contra la fiscal Marlene Berrú por los presuntos delitos de colusión ilegal y asociación ilícita para delinquir. Como infoma El Comercio, además de responder junto a otros 27 oficiales de la Marina de Guerra por irregularidades en compras de armamento cuando se desempeñaba como jefe de Estado Mayor de esa institución entre 1995 y 1997, diversos parlamentarios han pedido que no reemplace al presidente en la gira asiática programada para la próxima semana.

A pesar de que el marino retirado ha calificado la denuncia de “equivocada”, refiriendo que existen informes exculpatorios en la Marina, la Contraloría y la Policía Nacional por adquisiciones cercanas a 45 millones de dólares, lo saludable para la propia honra del ex almirante, y para la clase política como ejemplo, es que pueda explicar en concreto la forma cómo se llevaron a cabo estos procesos de compra. Sería lo más decente y prudente, y no un viaje que acrecentaría los ya molestos rumores. Sigue leyendo

La muerte del vampiro (parte cuatro)

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(viene de la parte tres)

Sergio García, el joven de los lentes, permanecía callado. Su expediente académico lo señalaba como estudiante de medicina, pero lo que reveló la pesquisa en su departamento resultó peculiar: ropa de color negro, literatura oscurantista, un manual de rituales y, lo más bizarro, cabezas de murciélago conservadas en frascos. La posible conexión con De Almeida era poco probable si no compartían los mismos círculos de conocidos.

Incluso los testimonios de los vecinos eran endebles pues, a pesar de las misteriosas visitas que recibía los jueves a medianoche, ninguno pudo identificar a Enio como uno de sus frecuentes. La investigación parecía estar condenada al fracaso dado que, además de las pocas pistas encontradas, Sergio se veía como hipnotizado al dar las respuestas del interrogatorio, respuestas certeras que, ocultando todo, no daban lugar a ni una contradicción.

Tras tres días de frustrantes resultados, Gómez estaba listo para firmar la orden de excarcelación del estudiante, pero apenas entró en su oficina, vio que alguien lo esperaba. “Me llamo Contreras, soy detective retirado”, habló el hombre calvo y de cara enferma. El recién llegado dijo conocer el caso desde hace treinta años y que probablemente conocía al sospechoso. El detective le mostró la foto de García pero Contreras no lo reconoció.

Sin embargo, cuando le presentó la imagen de Enio, el hombre calvo hizo un silencio reverencial. Sacó una fotografía y Gómez no salía de su asombro. “En esa época se hacía llamar Enrique Borja”, señaló Contreras, agregando que, cuando lo atraparon, llevaba cinco asesinatos, todos con idéntico modus operandi. Mas la culpa recayó en un estudiante de medicina que apareció en una escena con los guantes de látex manchados en sangre, mientras Borja se hacía humo de la ciudad.

Sólo él quedó inconforme con la conclusión del caso y empezó a seguir los rastros del vampiro. Así que Gómez, alentado por la nueva evidencia, hizo que Contreras interrogara al joven y le sacara la confesión. Nada más entrar en la sala, el hombre calvo murmuró una letanía en lengua extraña. Llevaba un termo que contenía una infusión que no tardó en invitar al detenido. Sergio bebió el líquido ofrecido y empezó a sentir que la cabeza le iba a estallar. “¿Quién te mandó hacer esto?”, inquirió Contreras.

Como no recibía respuesta, hizo un chasquido con sus dedos. El dolor que sentía el joven era intenso pero no dijo nada. El hombre calvo iba a volver a chasquear cuando el detenido se quebró. Dijo que había sido contactado por una sociedad secreta que requería sus servicios, que se volvieron frecuentes sus pedidos y, finalmente, que El Maestro en persona lo quiso conocer. Contreras le mostró la foto de Enio y Sergio lo identificó. Entonces, el hombre calvo le preguntó que le había prometido El Maestro. “Vida eterna”, sentenció el sospechoso.

(continúa en parte final) Sigue leyendo

Creación del ministerio de cultura entra en debate

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El sábado 30 el presidente Alan García suscribió el proyecto de ley para la creación del ministerio de Cultura, y fue enviado al parlamento para que se discuta su aprobación. Dicha institución constaría de dos viceministerios (de patrimonio cultural y de fomento cultual) y absorbería al Instituto Nacional de Cultura, la Biblioteca Nacional, el Instituto de Radio y Televisión, la Academia Mayor de la Lengua Quechua y el Archivo General de la Nación.

En declaraciones recogidas por El Comercio, el mandatario señaló que el organismo será un puenet entre el Estado y las personas, naturales o jurídicas que quieren colaborar con la promoción cultural en el país, al establecer la norma una deducción del 50% del valor de las donaciones. Además, el jefe de Estado consideró que la creación de dicho organismo no acarreará excesivos gastos en el presupuesto.

Si bien el reclamo de la existencia de esta institución por parte de los artistas peruanos tiene una no muy reciente data, lo importante es que la promoción cultural por fin salga del olvido en que estaba condenada y agregue valor superlativo, pero con criterio técnico, a las obras de tantos pintores, escultores, músicos y otros que, a pesar de su enorme talento, no siempre reciben el apoyo que bien merecido tienen. Sigue leyendo

Criollo y aparecido

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La historia que voy a contarles es una anécdota con el dueño de la guitarra que acaricio en mi manos. Sucedió hace un año. Hace no mucho había perdido a mi esposa y paraba todo el día en casa, recordando cómo era, recordando nuestros buenos tiempos. Es en ese ensimismamiento que un amigo vino a visitarme y me invitó a tomarnos unos tragos en una peña de la parte antigua de la ciudad.

Aquel treinta y uno de octubre tomamos un taxi hacia aquel lugar. Cuando el conductor paró en una esquina, miré por la ventana a un grupo de niños que, disfrazados, reían mientras recolectaban sus golosinas bajo el “truco o dulce”. “Tonterías”, dijo Augusto, acérrimo criollo. Yo sólo atiné a alegrarme de esos traviesos gestos infantiles, mientras mi amigo hacía hígado por su postura tradicionista.

Después de unos cuantos semáforos, llegamos al local. La gente ya estaba muy animosa con el paso de cada artista por el escenario. Augusto y yo nos acomodamos en una mesa -de milagro- vacía, y pedimos un par de chelas. Un tondero, un vals y una polca sazonaron los minutos siguientes a nuestro arribo. De pronto, el anfitrión de evento presentó a un joven moreno, alto y de rasgos finos, que cargaba una guitarra.

Lo nombró José Baldeón, quien pidió una silla de madera para poder comenzar. Al instante que empezó a sacarle notas a la guitarra, el público quedó hipnotizado de la incomparable belleza de los sonidos, la armoniosa cadencia de los acordes y la viva voz puesta en cada una de las canciones; de modo que, al terminar una interpretación, el respetable lo distinguía con una tremenda ovación y yo empezaba a interesarme más en el virtuoso.

En una de las pausas, y con varias copas encima, me escabullí al camerino de Baldeón, lo felicité con efusividad y, en un arranque de entusiasmo, le pedí que me regalara su guitarra. Él no lo pensó dos veces, me la regaló y además la autografió con dedicatoria. Me dio su tarjeta con su nombre y un teléfono, 2651979. Y antes de retirarme del aposento, el guitarrista dijo: “Estoy seguro que nos volveremos a encontrar”.

En mi estado etílico, sólo pude sonreirle y salir de allí. Al volver a mi sitio, Augusto quería irse pero lo convencí de quedarnos un rato más. Como a la media hora, todo alcoholizados, nos retiramos. Ciertamente había disfrutado esa noche pero, en el fondo, sabía que necesitaba descanso para ir al cementerio mañana primero. Como esperaba, me levanté tarde y la resaca hacía mella mi cabeza con un fuerte dolor.

Aún así decidí ducharme, vestir el terno, comprar unas flores e ir al encuentro con mi esposa. Atrás quedaban los regaños de mi amigo y, ¡qué extraño!, la guitarra perdida en la peña. Ya en la tumba, cambié las flores, hice unas oraciones y luego quedé en un silencio meditativo. Unos segundo después, volteé la mirada hacia la izquierda y, como a dos metros, descubrí una guitarra encima de otra tumba.

Me acercaba hacia allí y, a cada paso que avanzaba, el instrumento me parecía conocido. Llegado al punto, grande fue mi sorpresa al identificar que era la misma guitarra que me habían regalado la noche anterior, y con la misma dedicatoria firmada “J. Baldeón”, en cuya lápida decía “Fallecido 26-5-1979”. Sigue leyendo

Una muerte que no debió ocurrir

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Parecía otro sábado cualquiera para María Paola Vargas Ortiz, 25 años, contadora. Salía de su casa a encontrarse con unas amigas pero nunca llegó a su destino. Un grupo de hinchas de Universitario que se dirigían al estadio Monumental subió a la misma coaster donde ella viajaba. Vargas quiso entonces bajar y terminó golpeándose la cabeza en el pavimento, con un severo traumatismo que provoco su deceso al día siguiente.

Si bien la Policía maneja la hipótesis que uno de los barristas la empujó deliberadamente fuera del carro, estos se han defendido dando distintas versiones de aquella trágica tarde sin poder corroborar sus testimonios. Sin embargo, los amigos de la fallecida no han decidido esperar y a través de un grupo creado en Facebook esperan recibir información que lleve a la captura de el o los asesinos que, vestidos de hinchas, cegaron la vida de una persona que nada tenía que ver con sus problemas.

La indiganación de la ciudadanía es totlamente justificada. Las personas tenemos derecho a vivir de forma tranquila y, más aún, si nos mantenemos al margen de pasionales fanatismos como el que demuestran los criminales de esta joven. Que lo sucedido con María Paola sirva de reflexión a estos barra bravas, que seguramente también tienen padres preocupados por su salud cada vez que salen. Que este sea el punto final de esta violencia instintiva y homicida que afecta a toda la sociedad.
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El trozo de becerrillo

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La supervisora encontró a Benito comiendo aquella carne cocida de becerro que se le hacía tan familiar. Benito, descubierto, sólo atinó a hacer una sonrisa nerviosa. Él era una de esos muchachos de provincia que se había venido a la capital a trabajar duro y, en el camino, alcanzar fortuna. Se consiguió un empleo en una recientemente inaugurada clínica privada donde los pudientes mandaban a curar a sus familiares enfermos.

En su calidad de mozo, Benito se encargaba de servir a las distintas habitaciones que le indicara la señora Marga, una mujer ya mayor y con carácter autoritario que verificaba el valor proteico de las dietas requerido y que sean servidas en forma apropiada. Poco a poco, el muchacho, con su gracia y dedicación, se ganó la confianza de los cocineros, ayudándolos incluso a preparar ciertos platos y manejar el almacén de alimentos.

Cierta tarde, a la hora del almuerzo, Benito entró en la cocina con mucho sigilo. Si bien las reglas de la clínica permitían a los empleados comer fuera de la institución, el pícaro mozo había observado el pedido de alimentos que había sido puesto en el almacén aquella mañana, en especial un gran trozo de carne de becerro que le hacía agua la boca.

Como los cocineros aprovechaban su tiempo libre, nadie más estaba en la cocina, así que Benito cogió la llave del almacén, abrió la puerta, sacó un pedazo considerable de carne, cerró y luego se puso a cocinar el becerro. Se lo sirvió con una ración de aguadito y se propuso degustarlo. Pero ni dos minutos corrían cuando doña Marga entró en la cocina, extrañada por el ruido y el olor que de allí salía.

Benito se puso blanco de la sorpresa pero, al preguntar la supervisora por la sospechosa carne, recuperó el aplomo y la invitó a probar del plato. Doña Marga tomó cuchillo y tenedor y comió de la carne que le ofrecía el pícaro mozo, expresando su satisfacción que estuviera tan rica. Entonces, Benito le dijo que “el trozo de becerrillo, si se sabe tan bien, es porque es de mi tierra”. La señora rió un poco y después, con su característico semblante endemoniado, al mozo le espetó: “¡y a tu tierra volverás!”. Sigue leyendo