Archivo de la categoría: Relatos por Entregas (serie uno)

Relatos literarios escritos por entregas

El final del dilema

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“Ya son las seis”, dijo Álvaro luego de ver su reloj en la mesa de la cafetería. Había pasado más de media hora desde que llamó a Sixto, y él le había prometido que se verían para conversar aquella tarde. Pensó que no habría problema si espera unos cinco minutos más. Como el café estuviera por acabarse, se tomó el último sorbo y se fue a pedir otro en el mostrador.

En ese proceso estaba, cuando sintió que su celular vibra en el bolsillo de su pantalón. Álvaro no logra contestar pero, luego de pagar, vuelve hasta su mesa y mira la pantalla del celular. Precisamente su amigo es quien le ha timbrado. Sin demora, Álvaro marca el número y espera que le contesten.

“Hola Sixto. ¿Por dónde andas?”, pregunta su amigo. Sixto señala que se encuentra al frente. “Ya pues, cruza hasta la cafetería. Allí nos vemos”, respondió Álvaro más aliviado. Dos minutos más tarde, Sixto apareció a su lado y su amigo se levantó para saludarlo muy efusivo. “Amigo, ¡qué bueno verte!”, dijo Álvaro mirándolo. Con un gesto sobrio pero serio, Sixto se limitó a agradecerle.

(continuará)

Treinta días (capítulo final)

[Visto: 344 veces]

(viene del capítulo anterior)

Ambos empezaron a caminar hacia la avenida. Alberto no decía más nada, tan sólo estaba concentrado en tomar pronto un taxi. Marisela, sin embargo, no se quedó tranquila y se le puso a insistir qué había hecho mal.

“¿Por qué no confiaste en mí desde el comienzo?¿Por qué?”, fue como respondió él, sintiendo que se desespera de forma incontenible, de forma amarga. Marisela no supo ni qué decir. Nunca antes lo había visto tan enojado.

“Si sólo me lo hubieras dicho desde un inicio, seguiría confiando en ti”, terminó de argumentar el joven. En ese momento, pasó un taxi y él le dio una dirección al taxista. Le pidió a Marisela que subiera, que ese carro la llevaría hasta su casa.

Viendo que él no subía al auto, ella se sintió aún peor y le preguntó por qué. “Ya no puedo seguir contigo. Esto es un adiós”, dijo él sintiéndose derrotado y cerró la puerta. Marisela quiso decir algo, pero el taxi arrancó antes que pudiera hablar nada. Sólo sus ojos se manifestaron en gruesas lágrimas una vez que se alejó de allí.

Treinta días (capítulo diez)

[Visto: 335 veces]

(viene del capítulo anterior)

Alberto empezó a leer el papel. Nombre. Padres. Fecha de nacimiento. Sellos. Identifica al momento que se trata de una partida de nacimiento. “¿Por qué me muestras esto?”, preguntó él aún sin haberse fijado en los detalles.

 Marisela le pide que vea el detalle de su fecha de nacimiento. Alberto quedó sorprendido: su enamorada, la que creía mayor de edad, recién cumple dieciocho en ese día. “Pero… tú no tenías diecisiete”, respondió él aún en shock por lo ocurrido. El joven se levanta y se va al baño. Demora cerca de diez minutos para reponerse.

La espera incomoda un tanto a Marisela, que también está desconcertada con la reacción de su enamorado. Finalmente él regresa a la mesa pero para pedirle que se vayan. “Lo siento, perdí el apetito”, fue lo único que respondió cuando ella le reclamó su cambio de actitud.

(continuará)

Treinta días (capítulo nueve)

[Visto: 295 veces]

(viene el capítulo anterior)

“Ya no tengo nada qué perder”, fue la resignada conclusión a la que llegó Alberto luego de esa inesperada respuesta. Dejó pasar los tres días que le pidió Marisela, con la esperanza de que sería la única forma de acabar con las discusiones.

Vencido el plazo, ella lo llamó más que alegre. “Vamos a cenar a otro sitio”, fue lo que ella le dijo. Alberto le sugirió llevarla a un restaurante nuevo que recién había visto. Marisela aceptó y quedaron en encontrarse en la casa de la joven.

Tomaron un taxi hasta el restaurante nuevo. Marisela quedó deslumbrada al ver lo bonito que es el sitio. Entran y se sientan en una de las mesas. Alberto se dispone a pedir la orden cuando ella le pide un momento para entregarle un papel y decirle que lo lea.

“¿De qué se trata eso?”, pregunta Alberto con cierto asombro. “Es esta la razón de mi desgano y nuestros malos ratos que hoy se acaban”, señaló la joven y tomó la mano de su enamorado entre las suyas.

(continuará)

Treinta días (capítulo ocho)

[Visto: 361 veces]

(viene del capítulo anterior)

El desánimo de Alberto fue muy evidente en su oficina. Desde el día que discutió con Marisela, tenía una actitud rebelde y desafiante. Aquella semana, Alberto terminó amonestado y suspendido un día de sus labores.

Ese día nefasto, se fue para su casa y se echó sobre su cama, intentando comprender por qué esa discusión lo fastidia demasiado. Y sólo se le ocurrió lo primero que le vino a la cabeza: llamó a Marisela para saber qué de malo está pasando entre los dos.

Pero ella, sabiendo que se trata de él, no contesta. La llamada va al buzón de voz. “Por favor, déjame ayudarte, déjame entender qué es lo que te pasa”, dijo el joven y su voz se quebró al decirlo. “Espérame tres días, sólo tres días más. Te lo pido por favor”, Marisela contestó emocionada al minuto siguiente.

(continuará)

Treinta días (capítulo siete)

[Visto: 397 veces]

(viene del capítulo anterior)

“No puedo creerlo”, fue lo primero que dijo José cuando escuchó el relato de su amigo. Si Alberto no había podido descifrar el comportamiento de su enamorada, su compañero menos. “Algo muy raro está sucediendo”, fue la única conclusión a la que José llegó.

“Es que no sé qué más pensar”, respondió Alberto, añadiendo que ya lleva más de quince días sin poder conversar con ella. “Eso nos deja diez días más de espera; seguro que hay una explicación”, contesto su amigo esperando que él recapacitara.

“No broder, tengo que saber qué pasa”, insistió Alberto, convencido que necesita apoyarla. “Entiendo tu fastidio, pero es mejor que esperes”, afirmó José intentando apaciguar sus ánimos. No lo consiguió: Alberto se levantó de la mesa y salió afuera a fumar un cigarrillo.

(continuará)

Treinta días (capítulo seis)

[Visto: 337 veces]

(viene del capítulo anterior)

Alberto miró el reloj en su brazo. “Son las siete de la noche”, dijo ya con cierto fastidio. Las horas parecían pasar lentamente hasta que llegó a ese momento. Para su suerte, no tuvo que esperar más. La puerta se abrió, dejando salir a los dos amigos.

Marisela se despidió y él se fue caminando en dirección a la avenida principal. Alberto aprovechó para acercarse hasta la casa. Ella lo vio venir y se quedó algo sorprendida, pero igual lo saludó. Alberto le preguntó que pasaba. “Pensé que venías mañana”, respondió Marisela algo resignada.

Ambos pasaron adentro y Alberto vio que en la mesita de la sala había unos vasos de refresco y algunas galletas. Alberto le volvió a preguntar por su amigo. “Es de mi trabajo. Le pedí un favor y me está ayudando a realizarlo”, contestó ella con cierto nerviosismo.

Él le dijo que quería ayudarla también. “No puedo explicártelo ahora, en unos días lo entenderás”, fue su respuesta. Como Alberto insistiera en saber, ella se enojó y le pidió que se fuera de su casa.

(continuará)

Treinta días (capítulo cinco)

[Visto: 328 veces]

(viene del capítulo anterior)

“Amigo, amigo”, se repitió Alberto con insistencia. Su memoria dio varias vueltas a la palabra hasta que lo llevó al lugar que quería. Y sí recordó a un muchacho que había buscado a Marisela con cierta frecuencia.

No se lo cruzó con anterioridad, quizá porque se iba temprano, quizá porque sabía qué días no iba a buscarla. Sin importar cómo el otro lo hacía, Alberto decidió hacer una silenciosa ofensiva. Uno de esos días que no debía ir por ella, se quedó esperando cerca de la casa de Marisela.

Detrás de una pared, de rato en rato mira hacia la puerta de su enamorada. No sucede nada durante una hora y, casi a punto de rendirse, lo vio. El muchacho fue de frente hacia la casa con caminar pausado y tocó el timbre. Marisela le abrió la puerta y lo dejó entrar.

Detrás de esa pared, Alberto se tomó su tiempo: sabía que más temprano que tarde, ellos tendrían que salir.

(continúa)

 

Treinta días (capítulo cuatro)

[Visto: 557 veces]

(viene del capítulo anterior)

José entró en estado de estupor. Había sido oyente de primera mano de todo lo que Alberto le contó de sus encuentros con Marisela, así que no comprendía por qué el repentino cambio de actitud.

De hecho, luego de tremenda revelación, le preguntó si insistió en preguntarle las razones. “No hay razones: sólo un ‘espera treinta días’ y ya”, se expresó Alberto medio acongojado. Al verlo así, su amigo le dijo si, más allá de su actitud, había visto en ella signos que delaten otra cosa.

“Si hay otra cosa, no lo sé, nos hemos visto poco últimamente”, respondió Alberto de corazón y no con alguna razón. “Piénsalo un poco más, debe haber algo: alguna enfermedad, algún familiar, algún amigo…”, lanzó ideas al azar hasta que el rostro de Alberto se detuvo en esa palabra.

(continuará)

Treinta días (capítulo tres)

[Visto: 343 veces]

(viene del capítulo anterior)

Aquella noche, Alberto no durmió tranquilo. Entiende que, por más que treinta días se pasan volando, no hay razón suficiente para que ella se niegue a sus caricias. De hecho, hasta hace unos meses se la veía muy cariñosa con él… y de pronto las cosas habían cambiado.

A la mañana siguiente, llegó a la oficina con los ojos chinos. José, su compañero de módulo, se asustó de verlo llegar de esa manera y le preguntó qué le había pasado. “Me fui a dormir recién a las dos de la mañana”, le respondió Alberto y lanzó un profundo bostezo.

José trató de indagar por el motivo de esa falta de sueño pero Alberto le pidió hasta el almuerzo para contárselo. Su compañero respetó su pedido y espero hasta que se fueron a almorzar para saber de su preocupación.

“¿Y qué es lo que te tiene así?”, preguntó José en un brusco cambio de tema después del almuerzo. Alberto lo miró con cansancio y, aunque se mostró un poco reacio, su respuesta fue tajante: “Es Marisela, me ha pedido tiempo”.

(continúa)