Treinta días (capítulo seis)

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(viene del capítulo anterior)

Alberto miró el reloj en su brazo. “Son las siete de la noche”, dijo ya con cierto fastidio. Las horas parecían pasar lentamente hasta que llegó a ese momento. Para su suerte, no tuvo que esperar más. La puerta se abrió, dejando salir a los dos amigos.

Marisela se despidió y él se fue caminando en dirección a la avenida principal. Alberto aprovechó para acercarse hasta la casa. Ella lo vio venir y se quedó algo sorprendida, pero igual lo saludó. Alberto le preguntó que pasaba. “Pensé que venías mañana”, respondió Marisela algo resignada.

Ambos pasaron adentro y Alberto vio que en la mesita de la sala había unos vasos de refresco y algunas galletas. Alberto le volvió a preguntar por su amigo. “Es de mi trabajo. Le pedí un favor y me está ayudando a realizarlo”, contestó ella con cierto nerviosismo.

Él le dijo que quería ayudarla también. “No puedo explicártelo ahora, en unos días lo entenderás”, fue su respuesta. Como Alberto insistiera en saber, ella se enojó y le pidió que se fuera de su casa.

(continuará)

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