Archivo de la categoría: Relatos por Entregas (serie uno)

Relatos literarios escritos por entregas

La puerta que cruzas

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La señora espera sentada en una mesa blanca, simple pero sofisticada. Mientras mira hacia la calle ardiente, se entretiene comiendo unos panecillos que descansan en pequeño plato. A los pocos minutos, aparece una mujer más joven que ella. Una amplia sonrisa surca su rostro y las dos se abrazan celebrando el reencuentro.

“Arminia, ¿cómo has estado?”, preguntó la más joven. “Muy bien, pero no más que tú, Lorena”, afirmó la noble dama y ambas rieron otra vez de alegría. Se sentaron y empezaron a conversar de las cosas que la vida no había permitido hablar en quince años. Lorena le escucha intrigada y sorprendida por todo lo que narra la mujer mayor.

De pronto, Arminia recibe una llamada. “Sí, estoy aquí. Ven a recogerme”, señala a quien le llamó. “¿Tu esposo?”, preguntó Lorena. “No, mi hijo Alfredo, está por aquí cerca, ya llega”, dijo la dama con otra sonrisa. Luego de unos diez minutos, un joven bien parecido se presentó en el lugar y saludó a su madre.

Ella lo saluda muy efusiva. “¿Te acuerdas de Lorena”, dijo Arminia presentando a su invitada. “Pues claro, como si hubiera sido ayer”, afirmó Alfredo encantado con la amiga de su madre. “Te veo mucho mejor… y más viejo”, bromeó Lorena y todos rieron con su ocurrencia.

(continuará)

Inesperado (capítulo final)

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(viene del capítulo anterior)

“Lo recuerdas, ¿verdad?”, Alisa habla detrás mío y un nombre se le escapa. “Markus”, me llama y la incertidumbre se desvanece. Me acerco a ella. La abrazo. La beso. Alisa me sonríe. No deja de mirarme por haberme recuperado. Hasta aquí la parte cursi…

“Me he perdido estos cinco años”, le comento aún aturdido por los recuerdos que siguen volviendo a mi memoria. “Desde tu desaparición no dejé de buscarte, pero era difícil: había que saldar la deuda primero”, señaló Alisa y me mostró las amplias cicatrices de su espalda, aquellas marcas que sólo la tortura le podía dejar.

“¿Quién era el cliente?”, pregunta Markus cada vez más enojado. “Aquel que nos tendió la trampa y me apartó de tu lado”, respondió Alisa con un semblante duro y homicida. “¿Tienes un plan para hallarlo?”, señaló Markus decidido. La fría sicaria sonrió maléfica: “Pues claro. ¿Cuándo le hacemos una visita?”.

Inesperado (capítulo cinco)

[Visto: 402 veces]

(viene del capítulo anterior)

He despertado. No sé cuántas horas han pasado. Sólo siento que ha sido mucho tiempo y ya no quiero estar echado. Me incorporo y me pongo de pie. La puerta de la habitación está abierta. “Es mi oportunidad”, pienso mientras avanzo hacia esa salida. No parece haber ningún peligro y camino a la sala.

Tampoco hay nadie. Miro a mi alrededor. Una mesa, un sofá, una puerta. Me dirijo hacia la puerta, con la esperanza que sea la salida de mi escondite. Cuando estoy por alcanzarla, algo me llama la atención sobre la mesa. Son una serie de fotografías. Veo una y otra y otra. Y me dejan desconcertado.

En ellas estoy con Alisa. Alisa me sonríe, ella me abraza, ella me besa. No sé cómo pueden existir esas fotos si recién las miro. No lo entiendo. Trato de huir. Mi mano se posa sobre la manija de la puerta… y empiezo a recordar. De pronto, ella se me hace tan familiar que ya no tengo temor. Las emociones afloran naturales. “¿Qué es lo que me pasa?”, me pregunto sin comprender del todo lo que ha sucedido.

(continuará)

Inesperado (capítulo cuatro)

[Visto: 356 veces]

(viene del capítulo anterior)

Es aburrido tener que admitir que Alisa me ha secuestrado. ¿Qué ganaría teniéndome de su rehén? ¿Acaso no sabe que puedo huir? Trato de salir por la puerta. No se puede. Un pestillo parece estar evitando que logre escapar. Hago un berrinche enorme y golpeo y pateo la puerta, esperando que ceda.

La seguridad de esta habitación, se nota, es a prueba de mi enojo. Sólo me queda echarme a descansar porque la espalda me vuelve a fastidiar. Me quedo divagando mirando hacia ese techo blanco y algo sucio que se muestra sobre mi cabeza.

“Alisa, quisiera saber qué estás tramando”, me dije interiormente mientras la mirada al techo me cansó y me quedé dormido con esa fastidiosa duda. Estoy tan cansado que no me importa estar adentro. Estoy tan cansado que no me importa llegar afuera.

(continuará)

Inesperado (capítulo tres)

[Visto: 363 veces]

(viene del capítulo anterior)

Abro mis ojos. No sé cuánto tiempo ha pasado pero aún me siento aturdido. Estoy echado en algo que parece un colchón, mas no es mi cama. Trato de incorporarme y no puedo. La espalda me revienta de dolor y tengo que echarme otra vez. Miro alrededor: es obvio que no me encuentro en mi habitación.

Trato de incorporarme de nuevo. Con algo mas de esfuerzo, casi logro sentarme. Percibo que una sombra parece estar cerca. Pierdo la concentración y caigo otra vez sobre el colchón. Entonces veo que ella se acerca.  Se trata de una joven. Una joven vestida sencillamente: me mira y me sonríe al notar que he despertado.

“Hola dormilón”, dice ella saludándome. “¿Quién eres?¿Qué quieres?”, son las frases que digo de forma automática. “Soy Alisa y sólo quiero que te recuperes”, es su breve respuesta antes de irse de la habitación por la puerta de madera. Aunque respondió mis preguntas, la respuesta me dejó insatisfecho; tan sólo quiero salir de allí.

(continuará)

Inesperado (capítulo dos)

[Visto: 341 veces]

(viene del capítulo anterior)

Alisa avanza por la calle. Su rostro inexpresivo oculto bajo unos anteojos oscuros no muestra la determinación con la que viene. En su mano, una bolsa de papel decorado parece llevar algo que parece un regalo. Llegando a una esquina, se detiene ante el semáforo. Mira el reloj en su brazo: son las seis y veinticinco.

Sabe que no queda mucho tiempo, pero no podría apurar el paso sin darse por descubierta. Qué va si acelero un poco el paso, piensa para sí, y se permite avanzar con mayor vigor. Su paso se vuelve más apresurado pero nadie más lo nota. Llega a tiempo al lugar donde todo ocurrirá.

Hace como que recibe una llamada y deja la bolsa detrás de un arbusto. Cuál autómata, se va alejando por el lado contrario de la calle. Nadie nota de su olvido. Vuelve a acelerar su paso, segura de su éxito. De pronto, mira que en sentido contrario, avanza una persona. Un joven no consciente de lo que está por venir.

Quiere ignorarlo. Sigue avanzando pero no puede. Sabe que no tiene nada que ver con lo que va a suceder. Detiene su paso y voltea pero no dice nada. Se queda a cierta distancia y ocurre la explosión. Entonces se acerca: el joven cae golpeado contra una puerta. Alisa va a recogerlo mientras él se va durmiendo.

(continuará)

Inesperado

[Visto: 387 veces]

Son las seis de la tarde y nada parece ser especial en este ambiente. El aire de la oficina se siente viciado tras las ventanas cerradas que me protegen del frío. A mi lado, mi compañero se encuentra entusiasmo con la tarea que está terminando. “¡Excelente!”, pronuncia eufórico al escribir la última línea de su reporte.

Qué va, pienso yo, que me siento tan cansado de la misma rutina. De pensar que ayer fue igual. De pensar que mañana será igual. Que la semana y el mes entero se irán en lo mismo. En fin, que esto ya me gano, sin remedio. Seis y media, es la señal. Guardo mi tarea, apago la compu, guardo mis cosas, me despido de los que quedan.

Las escaleras silentes son las breves conocidas que me acompañan en este minuto de abandono. Sólo ellas soportan todo lo que pienso del día. Pero se van o, mejor dicho, las dejo atrás. Me toca salir por la negra puerta donde mi libertad me espera. O tal vez no. Tal vez es la entrada a otro espejismo que no quiero cambiar.

Izquierda, derecha, izquierda, derecha. Camino, camino. Aligero el paso, camino, cruzo la calle. La misma monotonía que me lleva a casa. Ya queda poco para llegar al paradero. De pronto, un estruendo irrumpe en escena. Una onda expansiva que me alcanza directa. Y vuelo, y vuelo. Y voy cayendo, y chocó contra una puerta.

Trato de incorporarme pero no puedo. Mi cuerpo se siente destrozado y mis ojos apenas alcanzan a ver. Una silueta femenina parece ser. No puedo, el cansancio me vence. Y cierro los ojos, y sueño.

El final del dilema (capítulo final)

[Visto: 380 veces]

(viene del capítulo anterior)

Sixto pasó una semana en silencio. Había tomado ya una decisión, pero la cuestión eran las palabras. Sus sesos se estresan intentando formar las contundentes frases que terminen con su laberinto. Estaba en dicho pensamiento, cuando el timbre de su celular sonó con insistencia. Era Estela quien contesta del otro lado de la línea.

“¿Podemos hablar? Sí. ¿Este viernes? No. ¿Este sábado? Sí. ¿Por dónde vamos? En el parque frente a mi casa está bien. Ok”, esta fue la breve y cortante conversación que tuvieron entre ellos. No es que no quisiera ceder, para Sixto era importante sentir que tiene el control de la situación.

Aquel sábado, ella lo llamó temprano para decirle que iría como a las cinco. Él aceptó gustoso y se preparó para cuando llegue ese momento. Media hora antes ya se encuentra limpio y perfumado. Y antes que sea la hora, sale de su casa y se dirige al parque. Mira una de las bancas y decide que es bueno esperarla allí.

Unos minutos después, Estela aparece en el parque. Avanza a paso lento y la mirada un tanto perdida. “Hola”, dice él cuando la tiene cerca y ella le devuelve el saludo. “Pues quisiera saber qué pensaste sobre lo que te dije”, señaló Estela sobre volver a estar juntos. Su cara, algo inexpresiva, adquirió una dureza inusitada en Sixto. Inmediatamente Estela entendió que este es el final del dilema.

 

 

El final del dilema (capítulo tres)

[Visto: 359 veces]

(viene del capítulo anterior)

Esa frase lo había dejado estupefacto. ¿Qué podía ser peor que una ruptura amorosa?, pensó Álvaro para sus adentros, tratando de negarse a pensar en situaciones demasiado obvias. O tal vez no lo pensó lo suficiente. “Estela me dijo para volver… y lo estoy considerando”, fue la breve respuesta de Sixto que dejó a su amigo con más dudas que respuestas.

“¿Cómo siquiera puede ser eso posible? ¡Tú, que justamente estás tratando de superar todo esto!” le reclamó Álvaro impactado por la absurda contestación. La reacción de su amigo fue tan airada, que Sixto se vio obligado a comprarle otro café para que se calmara un poco. Álvaro bebió un par de sorbos, y al parecer funcionó porque sintió muy amarga la bebida.

“Me imagino entonces que has venido aquí por consejo”, dijo Álvaro un tanto más tranquilo. Sixto asintió con un gesto de su cabeza y se tomó un sorbo de su taza para amortiguar el golpe. Su amigo empezó diciendo que nunca había estado en esa situación de volver y señaló por qué: “Soy alguien práctico, si algo terminó, se acabó. No regreso por el mismo sitio”.

Álvaro, aunque breve, fue muy enfático y contundente. “Ni vuelta que darle”, resumió Sixto tomándose otro sorbo. Su amigo asintió, esperando que el hombre sentado frente a él haya entendido el mensaje. Luego pasaron a hablar de otras cosas pero, para Sixto, el momento clave de su conversa había finito allí.

(continuará)

El final del dilema (capítulo dos)

[Visto: 338 veces]

(viene del capítulo anterior)

“Ha pasado mucho tiempo desde la última vez que te vi”, dijo Álvaro intentando romper el hielo acumulado durante tantos meses. Sixto asintió con la cabeza: “ya no recuerdo si fue hace un año o tres meses”, sonrió mirándole con profusa melancolía.

Sixto se sentó en la silla y, antes que su amigo pudiera comentar algo más, resumió su tragedia en la siguiente frase: “estoy emocionalmente quebrado”. Álvaro, que no podía creer lo que oía, le preguntó a qué se debía eso. “Terminé con Estela hace un mes. Aún no sé cómo superarlo”, respondió envuelto en tristeza.

Para Álvaro se le hace difícil pensar siquiera en un desenlace en esa historia. Si bien no se habían visto desde hace mucho, siempre mantenían comunicación constante por el Facebook. Así pudo saber que, desde hace ocho meses, el soltero empedernido de Sixto tiene enamorada. O al menos la tuvo, a juzgar por la reciente actualización.

Álvaro le preguntó por qué había sucedido la ruptura. “Pues… por discusiones sin sentido… en temas sin sentido”, respondió Sixto a la defensiva, como si le torturaran a confesar la verdad, en vez de entregarla por iniciativa propia. “Pero, eso no es lo peor de todo”, añadió él, encendiendo las alarmas de Álvaro que siente predecir la aparición de una nueva revelación.

(continuará)