Archivo de la categoría: Inclasificable

Autorreflexión en clave literaria y otros

Muere presidente de Polonia en accidente de aviación

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96 personas, entre las que se encontraba el presidente de Polonia, Lech Kaczynski, su esposa y varios altos miembros de su gobierno, fallecieron al estrellarse el avión que los trasladaba en tierra rusa. La tragedia se habría originado por la neblina en la zona del aeropuerto de Smolensk, así como el presunto error del piloto de haber decidido aterrizar en esa complicada situación climática.

La cruel ironía del vuelo es que las altas autoridades polacas se dirigían a Rusia para rendir homenaje a sus oficiales caídos durante la masacre ocurrida en el bosque de Katyn el año de 1940: un cruento episodio que, catalogado en principio como desaparición, sirvió en ese entonces para acusaciones mutuas entre la Alemania nazi y la Unión Soviética bajo el mando de Stalin.

Ante estos acontecimientos, el presidente interino Bronislaw Komorowski anunció siete días de duelo en la nación polaca y decretará, según la Constitución, elecciones anticipadas para junio próximo. Velas y flores frente al palacio presidencial de Polonia y las embajadas polacas han quedado como símbolos de consternación ante las irreparables pérdidas. Sigue leyendo

Arturo ‘Zambo’ Cavero (1940-2009), Contigo Perú…

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Afectado por una grave infección, la melodiosa voz de Arturo “Zambo” Cavero (1940-2009) se apagó en medio de una tristísima y gris tarde de primavera. Destacado como Patrimonio Artístico de América por la OEA, su voz era capaz de emocionar hasta las lágrimas cuando interpretaba canciones como “Cada domingo a las doce”, “Y se llama Perú” o “Contigo Perú”.

En especial, sobre esta última, recuerdo las veces que la escuchaba, ejecutada junto a otra luminaria del criollismo como el maestro don Óscar Avilés, y constato el gran amor de este gran peruano por su patria, el cual lo llevaba a entonar de modo vibrante y lleno de orgullo. Y hoy no es la excepción: te unes a la tierra con tu querido Perú.

Gracias por toda tu música, y descansa en paz. Sigue leyendo

Parado (literalmente)

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Es día de paro, y yo ni enterado. Sólo pensando en las cosas que tenía que hacer en el día, me apresuré en tomar el desayuno y, como siempre, prendí el televisor. Con ver a cientos de pasajeros subiendo desesperados a una combi, ya a uno le entran ganas de pasar la leche de un sorbo y comerse el pan con jamón de un bocado, casi casi atragantándose. Llego al paradero y la escena se repite: decenas de personas esperando como yo el paso de alguna unidad de transporte.

Primero pasa una combi casi llena; después, una coaster con un cobrador aprovechado, “china a Plaza”. “A luca voy, chino”. Y para finalizar, se aparece una van caleta ofertando ruta hasta el Callao. El mar humano se desborda y empieza a llenar el pequeño vehículo. Miro el reloj y 5 minutos han volado. Encima de la mala noche, tal parece que volveré a a caminar. ” Media hora de latear”, frunzo el ceño pensativo, “aun me queda tiempo”. Sin embargo, las ganas no me sobran.

Decidio en mi mente, empiezo el trayecto más, de pronto, se aparece un camión de pollos. “Atrás, rápido”, grita el chofer, mientras su copiltoto empieza a cobrar a los que suben en la tolva. Me recuesto sobre una de las esquinas y veo a mi alrededor: empleados, obreros y estudiantes, cual manada de animales, nos arriesgamos por el camino, vaya uno a saber los baches que le toca. No quedaba de otra, irme parado (literalmente). Sigue leyendo

Mi querido viejo

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Siempre se le concede al padre el papel del “hombre de la casa”, aquel que otorga el soporte económico del hogar y el que toma las decisiones más difíciles en torno a su familia. A veces cuando veo a mi padre reclinado en el sofá, rendido y durmiente, me llama poderosamente la atención. Me sorprende que después de más 30 años de labores incansables, e incluso algunas muy sufridas, por fin pueda descansar.

Sin embargo, no ha perdido ni el ánimo ni la vitalidad para conversar y debatir, sobre política, deportes y otro temas afines, y cómo no agradecerle el millar o más de anécdotas de su infancia en la sierra de Áncash, de sus viajes por el Perú, de sus tiempos en las empresas agrícolas, de sus paisanos, de sus clientes e incluso de personas que malos ratos le hicieron pasar.

Me sorprende aún, aunque seguro entenderé con el tiempo, que me haya traído al mundo cuando ya tenía 42, habiendose casado a los 38. Si bien recién inicia su vejez y se vuelva un poco más casacarrabias y más dogmático, siempre admiraré su espíritu por darme lo mejor de él. Y hoy que lo veo, sentado en su mueble, sólo deseo decirle: Te quiero papá.

(Del mismo modo, reciban de mi parte un afectuoso saludo todos los padres, en especial aquellos que han sabido transmitir a su hijos lo mejor de su experiencia y amor.) Sigue leyendo

A mi madre

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Hola mamá.

Se supone que hoy estaría contigo el día entero, pero las obligaciones que tengo me alejarán de ti al menos por unas horas. Y me duele pensar que esto pasa, porque hay muy pocos días en los que nos encontramos. Tú fajándote día a día por nosotros en tu trabajo, durante el día, y cuidando a mi abuelas por la noche. Yo, pasándomela en clases, leyendo o conversando con mis amigos en la universidad: diez y media de la noche al regresar ya no es hora que te encuentre en casa.

Llega el fin de semana, un par de saludos, yo en mi cuarto y tú, con mucho merecimiento, viendo tu novela, olvidando que quizá estás esperando que te dirija la palabra, para comentarme cómo te fue en la semana o para contarte cuánto he avanzado en mis estudios. No puedo menos que declararme culpable de esta desidia infinita. Y al final del día te vas, y me quedo triste, ausente en mi melancolía, buscando la forma de acompañarte bien.

Pues no es la duración del tiempo lo que puede unirnos sino la calidad del mismo el que crea los vínculos y lazos entre nosotros. Hoy que estando cerca, me siento lejos, no quiero estar en esta rutina ni un segundo más. Hoy que estando cerca, quiero sentirme cerca, te abrazaré, te besaré y te desearé Feliz Día, mamá.

(Hago extensivo mi saludo a todas las madres del mundo, en especial a las madres de nuestros estimados lectores, que gocen de buena salud y que vivan siempre rodeadas del cariño de sus hijos.) Sigue leyendo

Carrusel de emociones (It’s over. It’s over.)

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Didier Drogba cruza los brazos, mostrando el signo a la afición, y luego los separa. “It’s over. It’s over”, gritan los hinchas del Chelsea. El equipo del multimillonario ruso acaba de empatar por segunda vez el partido faltando sólo los cuatro minutos de la prórroga. Y pensar que una hora antes la historia parecía favorable al visitante. El Liverpool, sacudido de la presión del 1 a 3 en Anfield, logró ponerse a tiro de clasificación con dos goles en apenas 28 minutos.

Primero, Fabio Aurelio con remate de tiro libre en el que Cech regaló su poste izquierdo y, luego, Xabi Alonso anotando el penal concedido tras falta de Ivanovic, héroe en la ida convertido en villano. Con todo a su favor, el equipo rojo no liquidó y se fue al descanso con esa merecida ventaja. Para el complemento, Guus Hiddink, técnico blue, sirvió el café cargado y su equipo reaccionó.

Son las tres y media y no puedo creerlo. Mi apuesta se está yendo al tacho y mi broder está más que feliz con el resultado. Apesadumbrado, me voy a dormir. “Como la …”, él se derrumba: “Frankie” Lampard ha anotado el 3 a 2 que voltea el resultado, Didí y Alex ya habían hecho lo suyo. Asado, mi hermano se va al baño. Extasiado, cambio al Barza-Bayern. Qué pena comprobar el juego timorato que traba la pelota en mitad de cancha, y lo cierto es que no debí ser tan condescendiente en darles cinco minutos de mi precioso otro partido.

Otra vez cambio de canal y la sorpresa se instala: Liverpool está adelante 4 a 3. “Conch…”, digo resignado, afligido, compungido, sintiéndome peor que crema volteada. Minuto 89, el pase al medio es alcanzado por Lampard, la redonda se estrella en los dos parantes y entra mansita en el arco de Pepe Reina. “¡Bien!”, exclamo, devolviéndole el color a mi rostro. Cómo un partido de fútbol puede parecerse tanto a la vida, cual si fuese un carrusel de emociones, de momentos triste, de momentos eufórico, pero como este nunca, never!, dejándonos indiferentes. Ante su afición, Didier Drogba cruza los brazos y luego los separa. Los hinchas gritan “It’s over. It’s over”. Sigue leyendo

Presagios

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No son aún las nueve de la mañana y ya te permiten entrar. Las luces no están encendidas pero la limpieza acaba de comenzar: de hecho, te toca mover uno de los muebles improvisado de caja rápida de recaudación que, no sin esfuerzo, colocas en el patio.

Apenas si van a ser las tres de la tarde y te han mandado a almorzar el taper que tercamente llevaste a expensas del negativo comentario de tu padre. Nada más hablar de cosas tristes e inevitables, el depósito se te resbala y cae al suelo. “Ta mare”, susurras, “me quedé sin almuerzo”. Sin embargo, tus solidarios amigos te convidan parte de sus platos y logras completar el bocado de arroz y torrejas que se fue al piso.

Comienza la noche y las ventas en despacho están muy disminuidas. Luis se encuentra en el cuarto aparte, intentando terminar rápidamente el pedido de un cliente bajo las especificaciones propuestas por éste. Te ofreces a ayudarlo ya que te sientes aburrido en el almacén con tan poco por sacar. Le prometes que se irá a las nueve: dicho y hecho, tu apoyo fue clave para que finalice su tarea antes de lo esperado.

Luis sale raudo pero todos los demás se mantienen en la tienda, incluso Mayta, tan reacio a quedarse después de las ocho. Hugo te llama a ti y a otros tres: les presenta las cartas de renuncia que sólo tienen que firmar. Caes en la cuenta que lo intuiste desde el inicio del día; a pesar de eso, no fue tan fácil asimilarlo por segunda vez. Lo supiste desde que bajaron las ventas, y decidiste pensar que cada día que pasaba era de pura sobrevivencia. Ya no más, “la empresa no tiene más dinero para que continues con nosotros”.

A paso seguido vienen los abrazos sinceros y los apagados hasta luego. Traspones la puerta de fierro que tantas veces vio despedirse a otros y que hoy duda en dejarte ir. Finalmente cede, convencida -tal vez- que te verá volver. Sigue leyendo

Indiferente desprecio

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He llegado a mi casa
envuelto en cansancio,
las sonrisas no me alegran,
y el indolente mal humor
transforma mi cara.

Son diez de la noche, y recién se le ocurre llegar a este hombre. Cierto que trabaja duro, pero no por eso debiera laborar tanto en una fecha tan especial. Es un catorce de febrero horroroso, con una casa vacía y sin amistades a quienes llamar porque están gratamente ocupadas. Hubiese querido celebrar esto de otro modo.

La puerta cierro
con lento desánimo,
la tenue luz se esfuerza
en mostrarme la desidia
de mi pequeño lar.

Lo recibo con un beso y un “buenas noches”, pero mi esposo no responde. Mudo y algo ciego, se derrumba en el sillón, y a pesar de decirle que su cena está servida, su rostro no se inmuta aunque mencione su nombre con insistencia. Dos minutos después, al fin reacciona, y girando su cabeza hacia donde estoy sentada, él sólo atina a susurrar:

Cada día que nos pasa
muero de sólo pensar
que he dejado de quererte,
como sombra del ayer
al verse en el espejo.

Porque aquel que vive sin sentir
elige a la indiferencia,
que mis emociones amilana
y destruye los tiernos lazos
que me atan a ti, esposa mía.

Sin agregar más, él se levanta cariacontecido, como si hubiera recibida una sórdida visión. Come despacio el plato ya frío, exasperándome tanto que deforma mi faz. Luego de unos minutos, se limpia con la servilleta, abandona la mesa, va al baño y se lava las manos. Se pone el saco y camina hacia la puerta, ante lo cual le pregunto a dónde va.

– Voy a encontrarme con mis compañeros. Hoy, es día de la amistad. Sigue leyendo

A la Sazón: Behind the Scene

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[Advertencia: Los presentados en este relato son personajes ficticios y cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia.]

La Pelvia apenas podía abrir sus ojos. Cuando logró hacerlo por completo, recordó los momentos previos a la entrada de su invitado, quien había llegado con las justas pues salió tarde de su trabajo y, mientras almorzaba y se alistaba, demoró lo mismo que una chica cuando se va de compras. Ni hubo tiempo para ensayar, apenas cinco minutos para que su asistente le explicase la tónica del show y, de paso, avisarle que La Pelvia, el famoso travesti venido a menos con este programa de cocina, solía sobrepasarse un tanto con sus entrevistados.

Para mala suerte de Pelvia, él tuvo un día pésimo en la oficina, teniendo que soportar las fuertes críticas de su jefe por su baja comisión de ventas y, de paso, por el desánimo que le causaba haberse dejado convencer por Luis Deryta de que ésta era una buena opción para que explote su carrera como escritor. De hecho, lo primero que Pelvia vió fue a Luis, al pie de su cama, con una cara de alivio, pero denotando aquellas ojeras de la noche anterior.

“Tiene suerte que no lo denuncie porque es tu amigo”, dijo Pelvia, recuperando la conciencia sobre el dolor que estaba sufriendo: tras la arremetida del travesti en pleno show, Héctor salió corriendo ofuscado para bastidores, pero “ella” lo siguió, originando una gresca de la que salió muy magullada, con la cara moreteada y el estómago doliente por la paliza recibida. Sabía bien que, de no ser por Luis, habría aceptado la ayuda de inescrupulosos abogados dispuestos a demandar al blogger y quitarle hasta el último centavo.

“Ya lo creo”, afirmó Luis, y le comentó a la animadora que más tarde su atacante iría a disculparse: dicho y hecho, casi anocheciendo, Héctor apareció por el hospital, sin ocultar los arañazos que ella le propinó por defenderse. “Perdona que te haya ocurrido esto”, comenzó, “no tengo forma de justificar mi agresión”; Pelvia comprendió que sus disculpas eran sinceras y se dispuso a levantarse, pero el cansancio era grande y cerró los ojos, mientras oía retumbar “Pelvia, Pelvia”…

-Pelvia…

-Dime.

– ¡¡¿Por qué me tocas la pierna?!!

– Sorry, me sentí mareada de repente, pero ya estoy mejor… y bien, cuéntame, ¿cuál fue el momento más picante?

– Déjame pensar… Ya recuerdo: creo que el momento más picante de mi vida fue… Sigue leyendo

A la Sazón: Fake Interview

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[Advertencia: Los presentados en este relato son personajes ficticios y cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia.]

La Pelvia: Bien, hoy tengo de invitado en esta sección de mi programa “A la Sazón” a uno de los recientes bloggers que han aparecido en el portal Blog PUCP. Héctor Sánchez, bienvenido, ¿cómo estás?

HS: Bien. Agradezco mucho la oportunidad que me das por tu sintonizado programa para poder dirigirme a tu gran público.

LP: Cuéntame, ¿cómo así nace la idea de tu blog?

HS: Supongo que fue un impulso a no quedarme callado, y pensé que ya habiendo escrito tanto en varios años, pues consideré el blog como una forma interesante de publicar mis creaciones, así que no lo dudé… y aquí estoy casi dos meses después, con un proyecto que cada día que pasa se va consolidando.

LP: Básicamente lo tuyo es poesía y cuentos, ¿cierto?

HS: En principio, sí, más cuentos que poesía… y bueno, últimamente también me he metido a hacer pequeños resúmenes de noticias que me parecen relevantes en la semana, porque, tú sabes, es bueno estar informado aunque sea un poco de lo que sucede en el mundo.

LP: Cierto, capto tu punto, entonces. Pero bueno, como el estilo de este programa es “a la sazón”, pues me toca preguntarte sobre tu momento más dulce en tu vida.

HS: ¿El más dulce? Umm… Si mal no recuerdo, creo que uno de los mejores y más dulces fue cuando ingresé a la universidad en la primera opción… ah, y también cuando ganamos un torneo interno de fulbito en quinto de secundaria… eso sí que fue emocionante porque, como éramos el equipo B y el A era un fuera de serie, pues nadie daba un mango por nosotros.

LP: ¿Y el que consideras el más amargo, el más agrio?

HS: Sin duda, cuando fallecieron mis abuelos, por parte de mi padre, con un año de diferencia entre sus decesos, y también cuando murió una tía mía, muy querida, antes de mi fiesta de graduación. Simplemente, los quería mucho a ellos, y los admiro porque, siendo provincianos, lograron asentarse acá en la capital, y darle a sus hijos lo mejor de sí mismos.

LP: Oh… que pena. Pero así nos toca, mi estimado y hay que seguir con nuestros caminos.

HS: Cierto. Y ahora, ¿qué sabor viene?

LP: ¿Qué tal el más picante?

HS: Pelvia…

LP: Dime.

HS: ¡¡¿Por qué me tocas la pierna?!! Sigue leyendo