Archivo por meses: febrero 2015

Durante el tercer año (capítulo cinco)

[Visto: 442 veces]

(viene del capítulo anterior)

Un par de semanas más tarde, las turbulencias parecen haber pasado. Luis siente que la relación está pasando por un buen momento pero no se habían detenido a hablar mucho. Consideró que es una buen oportunidad para consolidarse como pareja, así que decidió invitarla a cenar el sábado.

Él fue a buscarla a su casa y ambos fueron a un concurrido centro comercial. Empezaron a pasear alrededor de las tiendas, sobretodo Mónica viendo las ropas y accesorios novedosos en las vitrinas. Esto incomodó un tanto a Luis, porque el restaurante al que quería llevarla se repleta de público los fines de semana.

“Que no esté lleno, que no esté lleno”, él se decía para sí, pero su cara de decepción se hizo evidente cuando llegó a la entrada: habían cinco personas haciendo cola para esperar mesa. En un primer momento, se sumaron a la lista de espera pero, luego de diez o veinte minutos, Mónica comenzó a desesperarse.

“Cómo tardan”, “¿por qué demoran?” o el molesto movimiento de sus zapatos, hizo que Luis se resignara ante lo sucedido. “Nos vamos”, dijo y ellos se fueron a buscar algo qué comer de vuelta hacia la casa de Mónica. Finalmente, llegaron hasta la puerta comiendo unas empanadas y gaseosas que compraron en una panadería cercana.

Ella lo besó y sintió la frialdad de su despedida. “¿Te pasa algo?”, le preguntó la joven sabiendo de antemano la respuesta. “Pues sí. Pero no quiero discutirlo ahora”, fue la escueta respuesta de Luis, quien se retiró caminando lento.

(continúa)

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Ilusión rota

[Visto: 413 veces]

Si te dijera que esperaras,

que no vayas tan rápido,

te darías cuenta

que no soy quien se aparece.

Bajo la sonrisa encandilante

y las palabras empalagosas,

vas pasando por alto

mi extraña indiferencia.

Llamas, no contesto;

me escribes, no respondo;

y si en la esquina me encuentras

la conversa suele ser muy breve.

Mas vives enamorada

con pajarillos revoloteantes,

los ojos brillosos

y el corazón henchido.

Que pena decirte,

que no va más, que esto ya fue:

apelo a mis peores muecas

y me alejo en silencio.

Al inicio no lo entiendes,

después ya te resignas,

sola te vas a llorar

por tu ilusión rota.

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Tatuajes y sombras (capítulo tres)

[Visto: 500 veces]

(viene del capítulo anterior)

Flores siguió visitando a Laura cada día en el hospital. A veces conversaron algunas cosas, pero ella se muestra reacia a contarle sobre lo vivido ese día. Flores siente que la joven se ha bloqueado y, a pesar de haber sido paciente, comienza a desesperarle su silencio. Uno de esos días sin resultados, volvió a la comisaria con el rostro ofuscado.

Se sienta en su silla y mira hacia sus papeles tratando de direccionar su frustración. De otro lado del escritorio, el detective Silva, su compañero y amigo, se acerca a él. “¿Es por el hombre de los tatuajes?”, preguntó retóricamente. Flores le comenta lo infrucuoso de las visitas al hospital y lo poco que puede avanzar con la investigación.

“Entiendo tu desazón, por eso quiero darte esto”, dice Silva y le alcanza un cuaderno de dibujo. En tono sarcástico, Flores le dice si acaso quiere que se dedique a la pintura. Silva sonrie un poco y luego se lo explica: “No es para ti. Es para ella, para que dibuje cuando pueda. Seguro tiene alguna sensibilidad artística”.

Silva se retiró. “Gracias”, dijo Flores con muy poco convencimiento. Luego lo pensó mejor: “Si he pedido ayuda, lo lógico es que lo intente”. Esa misma noche volvió al hospital. Era la hora justa en que ella se iba a dormir. “Hola Laura. Te he traido un regalo”, dijo y le dio el cuaderno de dibujo en sus manos. Una sensación de alegría se manifestó por su ser. “Gracias”, agradeció ella con una elocuente sonrisa.

(continúa)

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El rey Azul (capítulo tres)

[Visto: 490 veces]

(viene del capítulo anterior)

En el castillo, el rey Eduardo mira desde lo alto de la torre que corona la estructura de defensa. Uno de sus consejeros, sorprendido por su actitud, se le acerca a saber sobre su ánimo. “Mi señor, ¿está todo bien?”, pregunta el consejero con cierto temor. Eduardo se queda unos segundos callado, gira la cabeza para ver quién le habla y vuelve a mirar la noche.

“La guerra llegará a su fin pronto, pero algo aun me inquieta”, respondió Eduardo de forma ambigua. El consejero le inquirió qué asunto lo tenía tan desconcertado. “Sé que ganaré la guerra, pero no sé si mi gemelo vivirá”, señaló el rey y miró a su interlocutor con cierta tristeza. Se siente perdido: no es fácil que aquel con quien has crecido, de pronto se oponga a tus ambiciones.

“El príncipe se rebeló a tu deseos y es un traidor a la causa…”, argumentó el consejero para preparar su recomendación, “sin embargo, te sugiero prepares una comitiva para que los que quieran rendirse puedan volver a sus casas”. El rey agradece la sugerencia y el consejero se retira. Eduardo se toma la cabeza entre sus manos y enuncia compungido: “ay Azul, hermano, si me hubieras sido leal…”

(continúa)

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Durante el tercer año (capítulo cuatro)

[Visto: 389 veces]

(viene del capítulo anterior)

Apenas terminó la llamada, Luis se cambió rápidamente y salió de su casa. Ya se le había hecho costumbre caminar hasta allá porque era cercano a su casa. Pero esta vez el esfuerzo se le hizo enorme: parecía que las calles eran muy largas y el cansancio se le acumula a mil. Finalmente, luego de un rato, llegó y se pidió un café con un sánguche.

Quince minutos más tarde, Mónica llegó al local. Como nunca antes, su rostro refleja el gran enojo que le hiere por la supuesta no respuesta de su enamorado. Luis la ve y le pide que se siente. Al inicio ella no está dispuesta a ceder, pero él comienza a hablar con sutileza. “Por favor, vamos a conversar”, le dice Luis con delicadeza y ella suaviza su gesto y se sienta.

Él le explica que no fue su intención no responderle, que se había quedado muy dormido y que el fin de semana sería otra historia. “Te lo pido, perdóname, no volverá a suceder”, fue la forma en que Luis cerró la conversación: disculpándose por algo lo que no actuó mal. Mónica se le acercó y lo abrazó por el cuello. Él acepta su saludo con ternura; ella tiene en su mirada una sonrisa que no es alegría sino de manipulación.

(continúa)

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Lo confieso de veras

[Visto: 376 veces]

Ese silencio incómodo

que se respira

en el aire envolvente

que a los dos rodea.

Una mesa, dos sillas,

las preguntas que atacan,

las miradas que rehuyen

y el sudor que aparece.

Cómo parecer inocente

si a tu lado he vivido

mil delitos innombrables

que muy hondo me condenan.

Al fin me rindo

abrumado por las pruebas,

lo confieso de veras:

Culpable, sí, culpable soy.

Hoy nos separan,

hoy nos alejan,

yo cargando la culpa,

tú ocultando el dolor.

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El rey Azul (capítulo dos)

[Visto: 369 veces]

(viene del capítulo anterior)

Edoren y Azul montaron sus caballos y cabalgaron bosque adentro hasta encontrar el claro donde acampa la mayor parte de su ejército. Edoren desmontó y se dirigió a los líderes para conversar en la carpa del campamento. Ellos esperaban una decisión final sobre la guerra: han combatido durante más de tres años y era obvio que, a pesar de algunos éxitos, no consiguieron la victoria final.

De hecho, su pensamiento se inclina más por la disolución del ejército y el éxodo hacia otras comarcas. Además, Edoren compartía esa misma opinión. Por eso se sorprendieron cuando Azul enunció su veredicto. “Pasaremos a la ofensiva y ganaremos la guerra”, señaló el impetuoso y joven caballero. Los líderes comenzaron a reir ante lo que consideraron un desvarío de Azul.

Edoren lo llamó aparte. “¿Qué carajos estás diciendo?”, le recriminó  con dureza al no entender lo que acaba de escuchar. Azul rió, desconcertando aún más a su segundo, y se dirigió a los presentes: “Eduardo el Rojo cree tenernos acorralados… pero eso no es así. Dentro de tres días se los demostraré”, dijo el caballero totalmente convencido.

Los líderes se miraron uno a uno intentando tener un consenso: levantaron sus espadas en señal de respaldo a Azul. Entonces, el joven miró a Edoren con gran confianza y le respondió: “Hagamos la estrategia”.

(continúa)

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Tatuajes y sombras (capítulo dos)

[Visto: 422 veces]

(viene del capítulo anterior)

La muchacha se mantuvo consciente hasta que llegó la policía. Una vez que la subieron en la camilla, se desmayó debido al continuo sangrado en la pierna. Para cuando abrió los ojos, se encontró descansando en la cama de un hospital. Por la ventana podía ver cómo ingresa la luz de la mañana.

Una vez que se sintió bien despierta, avisó a una de las enfermeras por un vaso con agua. Ese momento fue aprovechado por el detective para ingresar en su habitación. “Soy el detective Flores, quisiera saber si puede ayudarme con la investigación”, se presentó ante ella. Laura, que es así como se llama, aún se siente cansada con todo lo ocurrido pero accede a contestarle algunas preguntas.

Le preguntó por la forma cómo la encontró el delincuente y ella le explicó que habí decidido tomar el atajo cuando él pasó por allí. Después, Flores le pidió que describiera al hombre que la había salvado. “El no es un salvador”, respondió Laura como mucho temor. “Él quiso dañar al delincuente… y lo hizo”, respondió con un tono de voz alterado.

Desconcertado por el cambio de ánimo de la paciente, Flores decidió salir de la habitación y dejarla descansar. “El tatuado no es un héroe. Es un sospechoso más”, argumentó para sí mismo y caminó fuera del hospital.

(continúa)

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Durante el tercer año (capítulo tres)

[Visto: 374 veces]

(viene del capítulo anterior)

Luis se fue a su casa. Luego de saludar a sus padres, tomó su toalla y se metió al baño a darse una ducha. Terminó y caminó a su habitación a ponerse ropa limpia. Pero la ducha lo relajó más de la cuenta y, apenas se recostó sobre la cama, se quedó profundamente dormido.

Se levantó aún somnoliento, imaginando que se encontraba a media mañana. Miró su reloj: ya eran las cuatro de la tarde. Sorprendido, se acordó de Mónica y miró en su celular. Tenía cerca de cinco llamadas perdidas, la más reciente hace unos cinco minutos. Apurado, llamó de vuelta a su enamorada.

Una, dos… A la tercera llamada, Mónica decidió contestar. Luis le iba a explicar que se había quedado dormido cuando… “¿Qué se supone que piense? Hace rato que paro llamándote y ¡tú no contestas!”, respondió ella totalmente enfurecida. No lo entendía. Luis no tiene cómo entenderlo. Le pide por favor que se vean más tarde en la cafetería para aclarar todo.

(continúa)

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