(viene del capítulo anterior)
Un par de semanas más tarde, las turbulencias parecen haber pasado. Luis siente que la relación está pasando por un buen momento pero no se habían detenido a hablar mucho. Consideró que es una buen oportunidad para consolidarse como pareja, así que decidió invitarla a cenar el sábado.
Él fue a buscarla a su casa y ambos fueron a un concurrido centro comercial. Empezaron a pasear alrededor de las tiendas, sobretodo Mónica viendo las ropas y accesorios novedosos en las vitrinas. Esto incomodó un tanto a Luis, porque el restaurante al que quería llevarla se repleta de público los fines de semana.
“Que no esté lleno, que no esté lleno”, él se decía para sí, pero su cara de decepción se hizo evidente cuando llegó a la entrada: habían cinco personas haciendo cola para esperar mesa. En un primer momento, se sumaron a la lista de espera pero, luego de diez o veinte minutos, Mónica comenzó a desesperarse.
“Cómo tardan”, “¿por qué demoran?” o el molesto movimiento de sus zapatos, hizo que Luis se resignara ante lo sucedido. “Nos vamos”, dijo y ellos se fueron a buscar algo qué comer de vuelta hacia la casa de Mónica. Finalmente, llegaron hasta la puerta comiendo unas empanadas y gaseosas que compraron en una panadería cercana.
Ella lo besó y sintió la frialdad de su despedida. “¿Te pasa algo?”, le preguntó la joven sabiendo de antemano la respuesta. “Pues sí. Pero no quiero discutirlo ahora”, fue la escueta respuesta de Luis, quien se retiró caminando lento.
(continúa)