Reviviendo

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Son las siete de la mañana, y he despertado asustado, recordando que me toca trabajar hoy y que ya es tarde. Con una rapidez inusitada, me aseo y me visto, tomo mi desayuno y salgo de mi casa, caminando con firmeza para poder llegar pronto al paradero. Son las siete y media, y estoy parado esperando.

Cinco, diez… Trece minutos son al final los que tardo en ver llegar el autobús que me llevara a mi destino. Los párpados me pesan aún, pero no puedo pegar una pestañeada. Los asientos están copados y sólo me queda aguantar parado y rodeado de personas que, al igual que yo, están más preocupadas por el sueño y menos por su oficina.

El bus avanza, la hora avanza y los paraderos también. Los pasajeros empiezan a volverse menos y los espacios más amplios. De pronto, el milagro: algunos asientos libres, de esos que están pegados a la ventana. Me quedo con uno de ellos y no me siento. Me acomodo con todas las ganas de alguien que espera su recompensa.

Mi cabeza se inclina, los ojos se cierran. El mundo se vuelve oscuro alrededor. No siento nada. O tal vez sí: un choque potente me hace saltar.

(continúa)

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El misterio del atrapasueños (capítulo quince)

[Visto: 475 veces]

(viene del capítulo anterior)

Yarek caminó con el atrapasueños entre sus manos hasta llegar a la sala. Allí lo esperaba Nora, quien quería una explicación a lo sucedido. “Le fallé a Muchek, le fallé”, dijo el viejo y comenzó a llorar sentado en un sillón. Alfredo y Alonso se acercaron hasta él. El padre le preguntó por qué decía eso.

“Muchek fue mi hijo. Cuando él era un niño, yo me preocupe más de mi tribu y no de prestarle atención”, contó Yarek cuando estuvo más calmado. Él señaló que le regaló el atrapasueños para protegerlo, pero sólo fue una excusa para descuidarlo. Un día, el niño desapareció y sólo encontró en las tierras áridas las dos partes del amuleto partido.

Unas noches después de la desaparición, el espíritu de Muchek se le presentó en su casa y comenzó a atormentarlo. El juguetero no encontraba la forma de que se fuera, hasta que logró encerrarlo en el oso de peluche. “Yo les regalé el oso con la esperanza que pudieran cuidarlo”, terminó Yarek con notorio descontento. Alfredo lo miró condescendiente, cuando Alonso se le adelantó: “creo que sé lo que hay que hacer”.

(continúa)

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Una voz entre las olas

[Visto: 481 veces]

Hoy que en la orilla

me encuentro sentado,

mirando al vacío,

abandonado a mi suerte.

Tu voz se aparece

entre el ruido de olas,

que suave murmulla

un reclamo pendiente.

Que me alejé de ti

en ese día tan gris,

de una manera burda

en una situación absurda.

Que me alejé de ti

con cara de tristeza,

sin luchar por nosotros,

mostrando tibieza.

Oigo tu voz atento

y dejo que la lleve el viento,

porque no soy el mismo,

porque ya no es el tiempo.

 

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La duda de Jorge (capítulo cuatro)

[Visto: 462 veces]

(viene del capítulo anterior)

A la mañana siguiente, lo primero que hizo fue ir al baño a revisarse la cara. Y aunque el moretón que le mostró el espejo era muy feo, el dolor físico no era ni remotamente comparable al dolor que sentía en su corazón. Como reacción al episodio con Viviana, Jorge se volvió errático en su comportamiento posterior.

Cada mes se lucía por la universidad con una nueva chica, pero de pronto todo terminaba porque, a la menor sensación de aburrimiento, Jorge se portaba como un patán. Sus amigas dejaron de soportarlo y, más temprano que tarde, lo abandonaron. Era un hecho que, pretendiendo rehacer su vida sentimental, revivía la ruptura con Nati y contaminaba sus pasos.

Llegó el momento que Jorge se cansó de cortejar a las chicas, pero no podía evitar estar solo. Buscando alguna salida, se refugió en la biblioteca de su universidad. Pasó tardes enteras leyendo libros de autoayuda y de literatura, intentando escapar de la realidad en la cual se hundió.

Una de esas tardes, se quedó bien dormido, con la cabeza recostada sobre la mesa. Cuando despertó, miró su reloj y se percató que era muy de noche. Salió corriendo por el pasillo y no se dio cuenta de dos chicos que estaban abrazados y los chocó en su huida. Los tres cayeron al piso y la pareja le recriminó su imprudencia.

Jorge, algo adolorido, los miró levantarse y vio que se apoyaron mutuamente. Sin esperar sus disculpas, ellos salieron de la biblioteca agarrados de la mano. Esta imagen tuvo un efecto revolucionario en él. “Eso es”, se dijo para sí Jorge, “¡así entenderé a Nati!”.

(continúa)

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El misterio del atrapasueños (capítulo catorce)

[Visto: 450 veces]

(viene del capítulo anterior)

Alfredo entró en la habitación y corrió hasta Alonso. “¡Hijo, hijo!”, exclamó el padre con desesperación al ver al niño tan pálido. “Ve y tráeme un poco de agua en un vaso”, le dijo un cansado Yarek. Como no le hiciera caso, el viejo tuvo que gritarle para que reaccionara Alfredo. 

El hombre salió y se dirigió hacia la cocina donde sirvió un vaso con agua y se lo llevó hasta la habitación. Una vez en sus manos, Yarek pronunció una letanía en su idioma nativo y le devolvió el vaso al padre. “Dale que beba un par de sorbos”, afirmó el juguetero aún sentado en el piso.

Alfredo recostó la cabeza de su hijo en su mano y con la otra le dio de beber los dos sorbos de agua. Alonso recuperó la vivacidad en su piel y, unos segundos después, abrió sus ojos. “Estás aquí papá”, habló el niño y lo abrazó con mucha fuerza. Él también lo abrazó y dejó caer algunas lágrimas. Viendo la escena, Yarek recordó algo y salió fuera de allí.

(continúa)

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Antes de los 28 (capítulo final)

[Visto: 420 veces]

(viene del capítulo anterior)

Al recordar aquel día, Nico descubrió que las muertes de sus amigos no habían sido al azar: tanto el atropello como el robo fueron acciones destinadas a hacerlos callar si algún día atestiguaran por el asesinato de Dante. Y si bien nadie estuvo cerca, Nico corrió todo lo que pudo para irse de esa infortunada calle.

Caminó sin rumbo por varios minutos hasta que llegó al malecón. Se quedó un rato mirando el mar hasta que una voz familiar lo sacó de su marasmo. “Veo que te pegué un buen susto”, dijo Dante parado junto a él. Efectivamente Nico se asustó al verlo pero su guía le recordó que ya había muerto.

“Era la única forma de salvarte, que creyeran que te asesinaron. Eres libre”, afirmó Dante dibujando en su rostro una leve sonrisa. Y empezó a caminar en dirección hacia la avenida. “¿Y qué harás ahora?”, le preguntó Nico más tranquilo. “Yo también soy libre”, lo miró Dante y se despidió. Mientras caminaba de nuevo, una suave brisa sopló y, como arena que lleva el aire, se desvaneció en la calle.

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El lienzo inconcluso

[Visto: 493 veces]

Hoy como hace cinco años

entro a mi sencillo cuarto,

que tan ordenado parece

y al cual algo le falta.

El retrato de una mujer

a medio colorear,

redescubro en una esquina

y vuelvo a recordar.

Eras tú que me veías

con ojos de musa,

con actitud de diva

y con sonrisa divina.

Eras tú quien se prestaba

a reflejar mis fantasías,

impulsando mis deseos

que en el lienzo se imprimían.

Hasta que te fuiste,

ese día que no viniste,

que no supe ni cómo ni por qué

mi alegría no quisiste.

Y hoy veo ese lienzo,

ese retrato que no me hace falta,

lo saco fuera, lo aviento

para que se pierda en la nada.

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La duda de Jorge (capítulo tres)

[Visto: 461 veces]

(viene del capítulo anterior)

Dándose cuenta de su error, Jorge no reacciona a pesar que Nati se ha puesto agresiva con él. Con palabras de grueso calibre y alzando las manos, Nati arremte contra su ex enamorado, mientras él intenta reanimar a Viviana. Un par de minutos después, la joven en el suelo despierta y Jorge la ayuda a reincorporarse.

“Pucha, en serio, creí que eras…”, y no pudo terminar su frase de disculpa porque un puñetazo lo derribó al piso. “Tarado”, dijo Viviana vengándose del golpe recibido y se alejó con Nati caminando tranquilamente. Sin nadie que lo apoyara, Jorge se levantó solo y a pesar del dolor, no se quejó de nada hasta que llegó a su casa.

Encerrado en su habitación, se quejó amargamente mientras la noche empezó a oscurecerla. Echado sobre su cama, más que su boca, le dolía el alma. “¿En qué momento dejó de ser mía?”, se preguntó esperando encontrar una respuesta, una respuesta que no llegó porque el sueño apareció de pronto y lo sepultó en sus sábanas hasta el día siguiente

(continúa)

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Antes de los 28 (capítulo doce)

[Visto: 418 veces]

(viene del capítulo anterior)

Aún arrodillado, Nico retrocedió su mente hasta el día de su anterior cumpleaños. Él y sus dos amigos habían salido hace poco del bar y deambulan por una de las calles, avanzando con borracho acompasamiento. Fue en esa circunstancia que se cruzaron con dos hombres que venían en dirección contraria.

“Sí, carajo, tenía que morir como un perro”, dijo uno de ellos todo eufórico, sin percatarse que venían personas del otro lado. Al instante, callaron y se dirigieron hacia la otra acera. Sin embargo, Sergio, José y Nico ya se habían puesto a pensar de qué estarían hablando. “No sé broder, pero mejor caminamos caleta como si no oímos nada”, habló Sergio en voz baja.

Cuando se aproximaron al bar para ingresar otra vez, la seguridad de la zona ya había asegurado la calle y no se podía pasar. José indicó con su dedo un punto en el callejón: tendido en el suelo, allí está Dante. Los tres amigos vieron el cuerpo y se les pasó la borrachera de un susto. Pronto, decidieron tomar un taxi de vuelta a sus casas. Detrás de ellos, una camioneta negra los venía siguiendo.

(continúa)

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El misterio del atrapasueños (capítulo trece)

[Visto: 477 veces]

(viene del capítulo anterior)

Apenas salieron de la casa del vecino, los dos hombres vieron a Nora correr hacia ellos. “Alonso entró en la casa y se encerró en su habitación”, dijo sintiéndose confundida por la situación. “Nuestro hijo está secuestrado, pero vamos a salvarlo”, le explicó Alfredo mientras Yarek se adelantó y entró en la casa.

El juguetero caminó hasta la puerta, mientras el atrapasueños brilla tenuemente. Acciona la manija y abre la puerta. El niño, poseído por Muchek, está sentado al costado de la cama, jadeando por el cansancio producido. “Te pido por favor que abandones a este niño y regreses a tu descanso”, le pidió Yarek desde la entrada de la habitación.

“¡Jamás!”, gritó Muchek y se abalanzó contra el juguetero, quien no tuvo otra opción que levantar en sus manos el atrapasueños. El cuerpo del niño cayó al piso y empezó a convulsionar, mientras Yarek vio cómo el espíritu salió del niño y es absorbido por el resplandeciente artefacto. “Está hecho”, clamó el juguetero y se arrodilló en el piso.

(continúa)

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