Tatuajes y sombras (capítulo siete)

[Visto: 475 veces]

(viene del capítulo anterior)

Han pasado varias noches y Flores ha ido recopilando las pistas en torno a Laura. Puso a trabajar a algunos informantes para poder ubicar alguna casa donde estuviese alojada. Uno de ellos lo llamó para darle una dirección. Apenas recibió el dato, se apresuró en ir a buscarla. Silva le pidió acompañarlo.

“Lo siento compañero. Esto es personal”, dijo el detective y salió de la comisaria. Condujo sigiloso su vehículo y lo estacionó en la acera de frente. Miró por la ventana. Una simple casa de fachada color verde es la breve descripción que logra autenticar. Observa algunas luces que provienen de las ventanas del segundo piso.

De pronto, las luces de la casa se apagan. Flores actúa con cautela y agacha un tanto su cabeza sin perder de vista la puerta de la casa. Ya no le queda duda: quien sale por la puerta es Laura. Lo concretamente sospechoso es que viste un ceñido vestido negro. Flores siente como si contuviera la respiración hasta que ella logra subir a un taxi en busca de su destino. Viendo al taxi alejarse, el detective enciende el motor del auto y empieza a seguirla.

(continúa)

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El rey Azul (capítulo siete)

[Visto: 520 veces]

(viene del capítulo anterior)

La determinación de Azul al ejecutar al consejero, infundió temor en Petreos. Montó en su caballo y miró cómo se desangra el desafortunado. Junto con los demás miembros de la comitiva, cabalgó raudamente de regreso al reino. Cabalgó con mucha tensión, como si los rebeldes estuvieran detrás de él.

“Abran las puertas”, gritó el líder al llegar hasta las puertas del castillo. Los soldados se apresuraron al escuchar su voz, y las abrieron. Sorprendido por lo que estaba ocurriendo, el rey Eduardo preguntó el por qué. Petreos se acercó hasta él y Eduardo pudo ver que algunas partes de la vestimenta que cubría sus piernas tienen manchas rojas.

“Mira las manchas y dime si esa es la sangre de tu consejero”, respondió Petreos haciendo obvia la respuesta. El rey vio que no había forma de someter a los rebeldes por las buenas y que la única opción era aniquilarlos. Eduardo le pidió que dirigiera al ejército desde la primera línea. “Tú y yo juntos, desde la primera línea”, señaló Petreos y Eduardo consintió con firmeza, con el objetivo de obtener venganza.

(continúa)

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Nueva oportunidad

[Visto: 446 veces]

Permanezco hoy alejado

mirando de reojo

cómo es que haces las cosas,

cómo las impulsas.

Me animas a que venga,

que te dé una mano,

que sin mi ayuda no es posible

que puedas avanzar más.

No te escucho,

no te atiendo,

es mi indiferencia

que vence tu  llamado.

Pero es como búmeran

que me ataca sin querer,

pues me llena de tristeza

mi extraño proceder.

A pesar de todo,

vienes y me confortas

me devuelves tu amistad.

Yo espero y confío

en que esta oportunidad

no la voy a desaprovechar.

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Tatuajes y sombras (capítulo seis)

[Visto: 576 veces]

(viene de capítulo anterior)

Apenas ubicó a Silva en la comisaría, Flores le entregó las hojas dibujadas. Con mucha cuidado, el detective borró varios de los rayones hasta que pudo descubrir dos figuras que se le hacían conocidas. Las miró más de cerca con una lupa y luego revisó las fotos de la piel de la víctima. Poco a poco se sorprendió de lo que fue encontrando.

“Quiero que mires con detenimiento estas figuras”, dijo Silva y le mostró los dos tatuajes que Laura se imprimió en su piel. Flores tomó la lupa y empezó a examinar las fotos. Luego miró con mayor detalle los símbolos que Laura había dibujado. No tenía ninguna duda: eran totalmente idénticos.

“¿Pero cómo es posible?”, se preguntó Flores intentando armar un argumento. “Es muy simple: ella armó una historia para despistarnos de su responsabilidad”, respondió Silva, dejando en claro que Laura no sólo había sido víctima sino también ocasional verdugo. Flores se sintió como un tonto y decidió poner todos sus esfuerzos en capturar a la fugitiva.

(continúa)

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El rey Azul (capítulo seis)

[Visto: 435 veces]

(viene del capítulo anterior)

“Venimos de parte del rey a proponer una tregua”, se adelantó Petreos para que no los dañaran, pero fue en vano. Otros guardias aparecieron en escena y los tomaron prisioneros. La comitiva fue llevada dentro del bosque hasta que los hicieron arrodillarse frente a una alta carpa. Los prisioneros esperaron con incertidumbre hasta que un hombre salió desde adentro.

Era Azul quien salió y se dirigió hacia ellos. El líder de los rebeldes les preguntó qué hacían en sus dominios. Otra vez Petreos se adelantó y repitió su proposición de tregua. Con un ademán de Azul, dos soldados llevaron a Petreos toscamente hasta dentro de la carpa. Durante cerca de media hora, los dos hombres estuvieron discutiendo la propuesta del rey Rojo.

Sintiendo que la demora era por demás exagerada, el consejero del rey se quejaba con sus captores. “¿No saben que acaso el rey puede arrasar con esta comarca?”, gritó encolerizado el prisionero viendo con enojo a los guardias. Ellos tan sólo atinaban a burlarse y reirse de él. En ese momento, la entrada de la carpa se abrió y salieron los dos hombres.

“He escuchado atentamente su propuesta y he tomado una decisión”, comenzó por decir Azul ante los cautivos. “¿Y qué es lo que has decidido?”, preguntó ya colérico el consejero. Irritado por su actitud, Azul desenvainó su espada y le cortó la garganta al fastidiado hombre, quien se derrumbó sobre el suelo, manchando de rojo la tierra bajo su cuerpo. “No aceptamos la tregua”, fue la escueta respuesta del rebelde. 

(continúa)

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Durante el tercer año (capítulo siete)

[Visto: 414 veces]

(viene del capítulo anterior)

A la mañana siguiente, Luis se presentó temprano en la puerta de la casa de Mónica. Luego de unos minutos, ella salió de su casa. Se saludaron y se fueron caminando hacia la avenida. Todo parecía tan normal como antes, salvo por el inusitado silencio al cual Luis le tiene sometida. Mónica lo veía a ratos, sin entender nada hasta que se decidió a hablar.

“¿Sigues molesto?”, preguntó muy directa. Luis la miró y de pronto paró en sus pasos. “Sí, aún estoy algo molesto”, respondió con decepción. Reconociendo que se había equivocado, ella se abalanzó sobre él y lo abrazó con sus brazos. “Lo siento, lo siento mucho”, dijo Mónica con el rostro apoyado sobre Luis.

Luis se quebró, no pudo continuar con su dureza: abrazó a Mónica y la besó con hartas ganas. “A veces siento que me sacas de quicio mal, y no lo entiendo porque lo único que hago es quererte”, explicó él revelando ese sentimiento que tuvo contenido tanto tiempo. Otra vez ella le ofreció disculpas, y él se las aceptó tomando su mano y robándole otro beso. “¿Te parece bien si vamos más tarde al cine?”, ella lo invitó con una emocionada sonrisa.

(continúa)

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Noche incierta

[Visto: 384 veces]

Hoy quisiera soñar,

imaginar mil cosas

pero el cansancio me duerme,

es implacable.

Me quedo sentado

al borde de la cama,

tratando de recordar

todo eso que es mañana.

Pero no puedo,

los ojos se cierran,

se vuelve oscuro,

pierdo la conciencia.

Derrumbado me veo

esperando en silencio

que sea mañana.

O tal vez nada espero,

ni un sobresalto de medianoche

ni el sol que brillaba.

 

 

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Tatuajes y sombras (capítulo cinco)

[Visto: 489 veces]

(viene del capítulo anterior)

Una de las enfermeras le comentó que la había dejado un rato sola para que se pudiera cambiar y, luego de unos minutos, al abrir la puerta, ya no estaba dentro. Flores se encontró desconcertado con la actitud de la víctima; fue por eso que dispuso que la habitación fuera acordonada para buscar pistas de su escape.

Los resultados preliminares tampoco fueron alentadores. “No hay ninguna pista biológica que nos pueda ayudar”, reconoció uno de los forenses al detective cuando pidió una opinión. El detective Flores no entiende cómo es posible que una persona desaparezca de un espacio cerrado sin dejar marca. Silva, en cambio, decidió ser más práctico.

Se acercó a uno de los forenses y consultó si tenían fotos de la chica, del día que ella llegó al nosocomio. Como la respuesta fuera afirmativa, Silva le dijo a Flores que iba a buscar las imágenes y que se las mostraría luego. El detective aceptó y se quedó con los especialistas hasta que terminaron su labor y empacaron sus cosas para salir.

Tres horas más tarde, siendo conducido en uno de los patrulleros, el detective recibió una llamada de Silva. “¿Tienes en tus manos el cuaderno de dibujo?”, le inquirió emocionado. “Así es”, respondió Flores. Entonces Silva le pidió que lo trajera a la comisaría: “estamos a punto de resolver el caso”, señaló.

(continúa)

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El rey Azul (capítulo cinco)

[Visto: 439 veces]

(viene del capítulo anterior)

Aquella noche, los asistentes al banquete se desbordaron. El vino fue servido a mares y las doncellas aparecieron por doquier. Para cuando el rey despertó, ya era el mediodía y la resaca lo traía bien cansado. Mirando a su alrededor, salvo algunas excepciones, los soldados estaban totalmente borrachos.

“En este estado no puedo iniciar la batalla”, pensó para sí y llamó al consejero que le habló el otro día. Su consejero no tardó en llegar y Eduardo le pidió que armara la comitiva para que, en dos días, llevara la oferta de indulgencia para los rebeldes. “Mi señor, si me permite, quisiera ser yo quien lleve el mensaje”, se ofreció Petreos, quien es el más sobrio de los presentes.

Eduardo le da su consentimiento y junto con el consejero arman una comitiva de cinco hombres. Ellos montan sus caballos y se dirigen hacia el bosque. Luego de una cabalgata de más de cinco horas, la comitiva es detenida por dos vigilantes. Ellos les preguntan rudamente de dónde vienen.

(continúa)

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Durante el tercer año (capítulo seis)

[Visto: 471 veces]

(viene del capítulo anterior)

Al día siguiente al “frío”, Mónica llamó a Luis en la mañana. Una. dos veces. No contestó. Le pareció extraño pero decidió llamarlo más tarde. Así luego del almuerzo, le volvió a timbrar al celular. Una. Dos. Tres veces. No contestó. Ella se comenzó a preocupar por la actitud que había tomado. “Sigue aun molesto. Espero que se le pase pronto”, se dijo para sus adentros.

Decidió ponerse a estudiar los cuadernos de curso. Llegó la noche. Se había quedado absorta pensando en la clase del día después, cuando su celular comenzó a sonar. Era Luis y le respondió de inmediato. “Mi amor, lo siento”, fue lo primero que dijo ella al oir su voz. Esto derrumbó un poco la belicosidad con la que él venía cargado y decidió escucharla.

“Sé que hice mal, que querías que la pasáramos bien”, continuó Mónica con su argumentación. “Sí, me alegra que lo reconozcas. Hace días que no nos veíamos, quería que fuera un buen día para los dos”, respondió Luis aún contrariado pero cediendo. “Lo sé, ahora lo sé. No quiero que estemos así, ven por favor”, le rogó ella hablando tan grave como un susurro. “Amor, te veré mañana”, respondió Luis y le envió muchos besos.

(continúa)

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