Archivo de la categoría: Relatos por Entregas (serie uno)

Relatos literarios escritos por entregas

Preparándome pal lunes (capítulo cinco)

[Visto: 805 veces]

(viene del capítulo anterior)

Para cuando se levantó, miró por la ventana de su cuarto. Se veía algo oscurecido, lo cual llamó particularmente su atención. Kike volvió su vista hacia su reloj, el que confirmó sus peores temores: habían pasado más de las dos horas pensadas, y esto lo desesperaba.

“¡Tamare!”, se gritó a sí mismo, mientras se agarraba de los pelos. Luego, cogió su mochila y partió raudo para la facultad a ver si se había quedado por allí. Cuando llegó allá, estuvo preguntando por Fabi a algunos amigos que encontró.

Sin embargo, parecía que la mala suerte lo perseguía. Hasta que se acordó y lo llamó a Edson. “¿Te encontraste con Fabi?”, le preguntó con ansiedad. Edson demoró un poco en responder, pero luego dijo que sí y que también le había sacado copia a su cuaderno. “Chévere man, tons voy a tu jato”, cortó la llamada y salió hacia el paradero.

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Preparándome pal lunes (capítulo cuatro)

[Visto: 817 veces]

(viene del capítulo anterior)

“¡Examen, examen!”, repitió angustiado mientras terminaba de ponerse el polo. ¿A quién rayos le iba a pedir apuntes? Sus amigos eran unos vagos, leer no era su fuerte, así que odiaría ir a buscarlos como encerrarse en la biblioteca.

“¿A quién, a quién?”, siguió preguntándose insistentemente, hasta que tuvo un instante de lucidez, como si se le hubiera prendido un foco. “Fabi”, se respondió, y la llamó de inmediato; la llamó otra vez, y otra. Nada. Llamó luego al chato Edson para preguntar por ella.

“No sé nada bro, también le voy a preguntar hoy en la facu”, fue lo único que le dijo su pata antes de cortar. Otra vez a modificar su sábado. Tomó su desayuno y se fue otra vez a su cuarto. Sabiendo que la clase de Fabi no acabaría sino en dos horas, se echó en sobre la cama y no tardó en quedarse dormido.

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Preparándome pal lunes (capítulo tres)

[Visto: 806 veces]

(viene del capítulo anterior)

Kike retorno a su casa como a los quince minutos. Su madre ya lo esperaba en la puerta, pensando que se había escapado a otro lado. “Había una colaza, má”, se excusó la muchacho con su masticada pronunciación. Ella quería creerle pero un pensamiento se lo impedía.

“Vete a bañar”, zanjó finalmente la breve conversación. Él quiso poner peros, mas su mamá le alcanzó la toalla y el jabón para que de una vez, faltándole poco a la buena mujer para empujarlo dentro de la tina con todo y ropa.

“Ok, ok”, reclamó el muchacho, y la señora lo dejó solo para que se duche. Fue casi un renacer para Kike, a pesar que demoró como una hora allí y pensaba la familia si se había caído y golpeado en la bañera. Finalmente, salió y se dirigió a su cuarto a cambiarse.

Ya secado y vestido, trató de recordar qué tenía que hacer aquel sábado. Buscó en su organizador, viendo cada actividad del día, “salida al cine con Vane”, “chupeta con el chato”, etcétera, etcétera. Uno de los papeles se resbaló y vio el día lunes. Sus ojos se abrieron enormes. “¡No!”, la exclamación rotunda y prolongada se hizo escuchar en toda la casa.

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Preparándome pal lunes (capítulo dos)

[Visto: 832 veces]

(viene del capítulo anterior)

No sabe cómo logró tomar una combi a luca en medio de su tambaleante andar. Tampoco cómo logró abrir la puerta del cuarto. Cuando ya entraba a hurtadillas hacia el cuarto, resbaló y cayó. “¿Quién es?”, preguntó desde el otro cuarto una voz femenina.

Kike trató de levantarse, pero se sentía muy pesado. “Veste muchacho, ¿estas son hora de llegar?”, le recriminó su madre apenas lo vio en ese estado. Él trató de excusarse, mas lo cortaron: “anda a comprar el pan”, le ordenó ella.

Kike logró ponerse de pie, con algo de dolor, y salió del recibidor hacia la calle. Era lo que menos quería hacer en ese momento pero no tuvo opción. Cuando llegó a la panadería, se encontró con una cola larga, tan larga que exclamó: “¡qué salado!”.

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Preparándome pal lunes

[Visto: 744 veces]

Poco es lo que sientes. Viendo con los ojos en medio de la oscuridad que se baña en luces multicolores, el cuerpo bailando casi por inercia, la risa desternillada provocada por una broma monse. Ya no te queda aliento, pero ni te inmutas porque poco sientes.

Fabi mira desconcertada la actitud de Enrique. “Kike, ¿cuánto has tomado?”, le pregunta haciendo muecas de desaire. Pero él no le hace caso. Son las tres de la mañana y quiere divertirse un rato más. Aunque no lo sienta.

Dos horas después, sin embargo, despierta y… ya no hay nadie. La discoteca está cerrando, las mesas están vacías y apenas una pareja en la pista, coreografiando una danza que poco importa. Levanta el brazo para ver el reloj. “¡Por las!”, exclama, levantándose de la silla con desgano.

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El hombre en la capucha: Que Dios te perdone, Ciudad Tejeda (capítulo final)

[Visto: 948 veces]

(viene del capítulo anterior)

Las luces de la ciudad permiten una mayor visibilidad al avión que ya llegó al valle. El piloto llama por radio esperando confirmación de la orden. “Afirmativo”, responden del otro lado sin un ápice de duda. “Que Dios te perdone, Ciudad Tejeda”, atina a reflexionar el copiloto mientras sale hacia la parte posterior del avión.

En tierra, la procesión se ha desenvuelto con normal lentitud al paso sereno de los fieles. Algunos, sin embargo, creen observar, en medio de la noche, una mancha que cae rápidamente. Un estallido ocurre a pocas cuadras de allí, luego un inusitado temblor en el suelo, luego gritos de pánico, luego el fuego…

Unos kilómetros alejados de la ciudad, Jano, Mirella y Neto contemplan entristecidos la desolación del ataque. “No hay esperanza”, Neto rompe el silencio con pesar. Entonces, Jano recordó a su compañero caído: “Quinto decía que siempre que existiera un encapuchado, habrá esperanza”. Luego, volvió a caminar hacia fuera del valle, mientras murmuraba: “No te defraudaré”.
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El hombre en la capucha: Que Dios te perdone, Ciudad Tejeda (capítulo once)

[Visto: 789 veces]

(viene del capítulo anterior)

El encapuchado no se movió y uno de los sicarios se apresuró en revelar su rostro: no era Jano. Ninguno de ellos sabía explicarse cómo un joven cualquiera había sido confundido con su mayor enemigo. “Lo perdimos”, comunicó otro por radio.

“Prepárense para el plan total”, ordenó la voz al otro lado. Algo alejado de ahí, Jano y sus amigos llegaban al inicio de la Ruta de las Lágrimas. “Tengo que volver”, dijo Quinto. En su rostro se veía la mirada de quien ya no va a regresar.

Se despidió por última vez de su viejo compañero de aventuras y volvió hacia la ciudad. Los tres empezaron a avanzar por el camino, cuando Mirella se percató de un ruido en el aire. “Aviones”, murmuró Neto al ver hacia el cielo. “Corran”, les advirtió Jano ante el inminente peligro.

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El hombre en la capucha: Que Dios te perdone, Ciudad Tejeda (capítulo diez)

[Visto: 849 veces]

(viene del capítulo anterior)

Diez para las doce, el hombre de la capucha negra sale del bar y se dirige hacia la procesión. El espía que cauto esperó desde la azotea de un hotel, se puso en alerta. “Síganlo”, se escucha que ordena por medio de su transmisor.

Al instante, hombres comunes entran en escena y se empiezan a camuflar con el gentío, siguiendo discretamente al encapuchado. Los feligreses avanzan hacia la zona sur de la ciudad, dando muestras de fervor a su paso.

Luego de unos minutos de andar el recorrido de la gente, el encapuchado salió de la manifestación y empezó a caminar hacia el este por una calle. En ese momento, los sicarios de El Mecenas se acercan al objetivo para no dejarlo escapar. Formaron un círculo alrededor de él y sacan sus revólveres. “¡Quieto ahí!”, lo conminaron a pararse.

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El hombre en la capucha: Que Dios te perdone, Ciudad Tejeda (capítulo nueve)

[Visto: 800 veces]

(viene del capítulo anterior)

Quinto previno a Jano diciéndole que los esbirros de El Mecenas lo habían estado rastreando en su huida, ya que descubrieron el pasadizo en la casa de su padre. El joven se quedó pensativo: ¿cómo es que su viejo amigo sabía eso?

Quinto, viendo el cambio de expresión en su rostro, le explicó su situación: él se había infiltrado en las huestes del líder criminal, y por eso contaba con cierto nivel de información. “Será un ataque rápido y despiadado”, habló con tono resignado.

Cuando Jano inquirió por las armas que el enemigo iba a utilizar, Quinto dijo desconocer su verdadero poder de fuego. Se limitó a repetir su frase desencantada. Preocupado, Jano le preguntó cuándo iba a ocurrir todo. “En la procesión de medianoche”, respondió Quinto apesadumbrado.

(continúa)
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El hombre en la capucha: Que Dios te perdone, Ciudad Tejeda (capítulo ocho)

[Visto: 862 veces]

(viene del capítulo anterior)

Avanzaron un largo trecho, primero, bajando escalinatas; después, el pasadizo ampliándose en suelo llano hacia la derecha, hasta que llegaron a un pequeño cuarto. Aunque rústico, se notaba cierto nivel de técnica en el excavado del ambiente.

“Bienvenidos a mi ‘cueva’”, volteó Quinto hacia los recién llegado, mientras cogía unas linternas y las encendía. Jano y los demás pudieron ver una mesa instalada en aquel lugar. Encima, había unos mapas a medio desenrollar.

Viendo que llamaban la atención, el de capucha gris extendió uno de ellos. Marcado con un círculo azul, aparecía un paraje de la zona sur de la ciudad. “Los lugareños la conocen como la Ruta de las Lágrimas”, dijo Quinto con tono solemne.

Para explicar el nombre, él contó que, en la guerra de conquista y una vez que el invasor derrotó al habitante indígena, los pocos sobrevivientes huyeron por esta senda que comunica con otras partes del valle.

“Al alejarse de su terruño, los vencidos lloraron durante la ruta”, terminó de narrar. “¿Y por qué has marcado ahora ese camino?”, preguntó Jano sin mucho entender. “Porque se viene otra invasión”, afirmó Quinto con los ojos perplejos.

(continuará)
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