El hombre en la capucha: Que Dios te perdone, Ciudad Tejeda (capítulo ocho)

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(viene del capítulo anterior)

Avanzaron un largo trecho, primero, bajando escalinatas; después, el pasadizo ampliándose en suelo llano hacia la derecha, hasta que llegaron a un pequeño cuarto. Aunque rústico, se notaba cierto nivel de técnica en el excavado del ambiente.

“Bienvenidos a mi ‘cueva’”, volteó Quinto hacia los recién llegado, mientras cogía unas linternas y las encendía. Jano y los demás pudieron ver una mesa instalada en aquel lugar. Encima, había unos mapas a medio desenrollar.

Viendo que llamaban la atención, el de capucha gris extendió uno de ellos. Marcado con un círculo azul, aparecía un paraje de la zona sur de la ciudad. “Los lugareños la conocen como la Ruta de las Lágrimas”, dijo Quinto con tono solemne.

Para explicar el nombre, él contó que, en la guerra de conquista y una vez que el invasor derrotó al habitante indígena, los pocos sobrevivientes huyeron por esta senda que comunica con otras partes del valle.

“Al alejarse de su terruño, los vencidos lloraron durante la ruta”, terminó de narrar. “¿Y por qué has marcado ahora ese camino?”, preguntó Jano sin mucho entender. “Porque se viene otra invasión”, afirmó Quinto con los ojos perplejos.

(continuará)

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