Archivo de la categoría: Relatos por Entregas (serie uno)

Relatos literarios escritos por entregas

El muchacho de la noche (capítulo dos)

[Visto: 782 veces]

(viene del capítulo anterior)

Micaela caminó hasta la esquina para encontrarse con Katy y sus amigos. “¡Qué linda estás!”, le dijo su amiga mientras la abraza con mucha alegría. Mica le devolvió el elogio y saludó a Miguel y Gino. “Se te ve muy bien”, agregó Gino como para justificar su embobada mirada.

Las chicas rieron un rato ante la gracia surgida, y decidieron para un taxi para que los lleve a una discoteca. Los cuatro se vacilaron de lo lindo bailando y tomando hasta que a eso de las cuatro de la mañana, Mica se tomó el estómago y se fue corriendo al baño. Movida como por un resorte, Katy la alcanzó y vio a su amiga vomitar sobre el lavadero.

“Ya tranquila, ya fue”, le dijo Katy mientras le mojaba el rostro y la cabeza para refrescarla. Una vez que se sintió mejor, Katy les avisó a los chicos para irse, colocó el brazo de Mica sobre su cuello y salieron caminando despacio del lugar.

Llegados a la acera, Katy cometió la imprudencia de dejar a su amiga sentada al borde. “Espera un minuto, ya vengo por estos pesados”, dijo y corrió al encuentro de Miguel y Gino que se habían quedado atrasados por su estado etílico. Mica se levantó con dificultad y comenzó a caminar tambaleante sobre la pista.

“Me siento bien, me siento bien”, se repetía sin coherencia, cuando unas luces la iluminaron de pronto. Sintió el viento rozar su espalda y unas manos sujetarla suavemente. El auto pasó apenas a su lado, mientras ella se abraza a un desconocido. Mica levantó la mirada. “Eso estuvo cerca”, dijo el desconocido mirándola con ojos penetrantes y con una sonrisa radiante.

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El muchacho de la noche

[Visto: 709 veces]

“Qué aburrida y sin hacer nada”, se lamenta Micaela mientras escucha la música de sus audífonos en su cuarto. Había tenido un sábado fatal: en la mañana una prueba que dio mal y, por la tarde, una discusión con su padre que terminó mandándola a su habitación. “Te quedas allí hasta que reflexiones en tus actos”, le dijo él mientras ella subía por la escalera.

Una llamada, sin embargo, empezó a cambiar su suerte: “Hola Mica”, habló Katy, su amiga, con tono alegre. Mica le contó sus pesares en aquel aciago día, esperando algo de comprensión. “Ok, entiendo, pero podemos resolverlo si nos vemos más tarde”, así la convenció Katy para salir.

Sin dudarlo un instante, Micaela dejó los audífonos y, luego de un duchazo, se alistó para salir con su vestido negro, sus botas de cuero y sus pulseras de ensueño. “Qué linda te ves niña”, dijo y se rió al mirarse en el espejo, sintiendo que en la noche todo le iría bien.

Saliendo por la sala, su madre la vio dirigirse a la puerta. “Espere señorita, recuerde que su padre la ha castigado”, le recriminó con voz dubitativa. “Me pidió que reflexionara… ¡y ya lo hice!”, acotó la adolescente con aire desafiante y golpeando la puerta al cerrar.

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La escalera de Chronos (capítulo final)

[Visto: 739 veces]

(viene del capítulo anterior)

Átropos se levantó y trató de atacar con hechizos a Joel pero no pudo. El joven eterno no sólo se había apoderado del Báculo Dorado: también vestía la armadura de Chronos. Las piezas de platino, con motivos griegos, iluminaban toda la extensión del templo.

“No puede ser”, gritó la Moira desafiante, “¡tú no puedes dominar el tiempo!”. “Si Chronos me dio el báculo, es porque sabía que podía hacer esto”, dijo Joel y extendiendo el arma hacia su adversaria, lanzó un rayo que la dejó inconsciente unos minutos.

Átropos despertó y, viendo que aún estaba viva, decidió amenazar a Joel. Iba a utilizar sus poderes, pero no logró nada: sujeta al suelo del salón con largas cadenas, la Moira sólo atinó a ver al joven eterno sentarse en el Trono del Tiempo. Sigue leyendo

La escalera de Chronos (capítulo quince)

[Visto: 736 veces]

(viene del capítulo anterior)

Como se negara a darle el Báculo Dorado, Átropos levantó la guadaña y lanzó su punta contra el suelo: al instante, se produjeron rayos y vientos cruzados que hirieron gravemente a Joel. A pesar del espectacular ataque, el joven eterno mantuvo el báculo en sus manos.

Fue ahí, en ese momento de debilidad, que pudo percatarse lo peculiar de dicho bastón: no era su color, sino una especie de reloj incrustado en su superficie, con una sola aguja que se movía rápidamente. “No tienes el poder para calibrar el tiempo del universo, por eso es que sólo puedes destruirlo”, sentenció la Moira extendiendo la mano una vez más.

Resignado, Joel iba a entregarle el báculo, cuando una voz lo detuvo. Era Chronos quien le hablaba directamente a su cerebro: “No confíes en Átropos: su meta es la muerte del universo y de todo ser viviente, para reinar sin oposición”.

“Confía en la medalla y en tu fuerza interior”, le exhortó el espíritu del dios antes de silenciarse. Joel tomó la medalla entre sus manos y animoso gritó: “Por la humanidad”. Átropos lo atacó con su guadaña, cuando un destello la encegueció unos segundos. “No es posible”, dijo asombrada la Moira al ver que la guadaña se había roto.

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La escalera de Chronos (capítulo catorce)

[Visto: 705 veces]

(viene del capítulo anterior)

“Ahora entiendes por qué no debes tener tu juventud eterna”, afirmó Chronos en tono reflexivo, “todo el pasado pesa y cuando ya no se puede soportar, es el fin”. El Señor del Tiempo le pidió al joven que renunciara a su poder para que evitara hacerse más daño.

Como Joel se negara a ello, Chronos intentó golpearlo otra vez con su báculo. Un rayo atravesó la sala de un lado a otro. Joel, como liberado de una prisión, se levantó cuando el dolor desapareció, sólo para apreciar a Chronos sangrante y agonizando.

Joel se acercó al anciano con respeto. “No confíes en ella”, le susurró al oído antes de desvanecerse en el viento. Cogió el Báculo Dorado mientras Átropos, la dama de negro, aparecía en el salón sosteniendo la guadaña que acabó con Chronos. “Entrégame el báculo”, ordenó la terrible Moira.

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La escalera de Chronos (capítulo trece)

[Visto: 708 veces]

(viene del capítulo anterior)

Joel se inclinó ante la presencia del dios. “Chronos, me encuentro ante ti para demostrarte que mi juventud eterna te puede ser de gran utilidad: déjame conservarla”, rogó ante el anciano que lo escuchó con indiferencia.

Chronos se levantó de su trono. “Eres un humano, no un dios: no tienes derecho a pedir eso”, sentenció el Señor del Tiempo sin una pizca de duda. “No quería enfrentarte”, dijo Joel e invocó el poder de la medalla; sin embargo, quedó desconcertado al ver el salón vacío.

Chronos se había desvanecido, pero su voz estaba en el aire. “No es a mí a quien tienes que enfrentar: es a ti mismo”, afirmó el anciano y, tomándolo por sorpresa, lo golpeó con el báculo en su cabeza.

Joel pareció no haberlo sentido pero, cuando quiso devolver el golpe, un extraño mareo le devolvió imágenes de su pasado: Sofía, Manuel, Fernando, Alexia. Todos hablando contra él, acusándolo, haciéndolo dudar. El joven eterno se tomó la cabeza gritando su dolor.

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La escalera de Chronos (capítulo doce)

[Visto: 752 veces]

(viene del capítulo anterior)

Cansado y desanimado, Joel siguió sentado al costado del cadáver de Pitia. De pronto, cual bruma que se despeja, la explanada se extendió, dejando ver nuevos escalones. El joven eterno se levantó y caminó hasta su inicio.

En el muro contiguo al camino, había una especie de letrero que decía: “Esta es la Escalera al Templo de Chronos, Señor del Tiempo”. Avanzó con cautela en su recorrido; sin embargo, no sufrió el acecho de ninguna trampa inesperada.

Finalmente, llegó hasta el edificio, una serie de columnas de mármol que sostienen un techo a dos aguas también de mármol. Entró en este, sin encontrar resistencia alguna hasta el salón principal. Allí vio un trono, donde un anciano sentado sostenía un báculo dorado. “Saludos, campeón de la humanidad”, fue el irónico saludo del dios al recién llegado.

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La escalera de Chronos (capítulo once)

[Visto: 818 veces]

(viene del capítulo anterior)

Joel sentía tambalearse mientras que “Átropos”, la Moira que finaliza la vida, se acercó tranquila hasta su víctima. “Nunca ningún humano había enfrentado un destino así, supongo que Láquesis te deparó este destino”, le explicó la Moira al levantar sus afiladas tijeras doradas.

Una vez más el joven eterno se rebeló ante el final: recurriendo a la medalla, una luz resplandeciente cegó a la Moira, la que dejó caer sus tijeras. Habiendo quedado a espaldas suyas, Joel las recogió del suelo y atacó a la dama de negro, clavando las tijeras en pleno corazón.

Una vez que el resplandor se desvaneció, Joel se arrodilló sobre el suelo. Estaba exhausto, pero satisfecho. “Eliminé a Cloto, a Láquesis y a Átropos: ¡Conquisté mi destino!”, gritó exaltado y con tono triunfalista.

Se acercó a remover las tijeras doradas del cuerpo: su mirada cambió súbitamente a perplejidad. Una mujer con una cara distinta, ataviada con túnica griega, sangraba profusamente desde su pecho. Unas letras escritas sobre la tela en el idioma helénico, le revelaron su identidad: Pitia.

Desde el balcón de su palacio de mármol, Chronos mira contento la inquietante escena. “Nadie engaña a la muerte”, apareció de pronto la verdadera Átropos detrás del Señor del Tiempo. “Es verdad, pero bien que puedes engañar a los demás”, dijo Chronos felicitando a la Moira.

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La escalera de Chronos (capítulo diez)

[Visto: 760 veces]

(viene del capítulo anterior)

La Moira se desangró, pero Joel aguardó hasta que no tuvo reacción alguna para continuar su camino. Se sentía cansado, pero decidió seguir avanzando por la escalinata, aunque lento, hacia la siguiente explanada.

Tras varias horas que le parecieron eternas, finalmente logró llegar a la tercera explanada. Avanzó unos pasos, y sintió que bajos sus pasos, el suelo se deshacía. Miró hacia abajo: el piso tan firme se había convertido en tierra removida, como si recién se hubiera enterrado a alguien.

Luego, sopló un viento negro. Joel sintió la pegada de la ráfaga que arrastraba cenizas que enrarecían el aire, dificultándole respirar. Una vez que amainó la ráfaga, el joven eterno pudo divisar a la tercera Moira, la dama de negro que, esta vez, le cierra el paso.

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La escalera de Chronos (capítulo nueve)

[Visto: 786 veces]

(viene del capítulo anterior)

Joel logró levantarse a duras penas. Iba a llamar al poder de la medalla, cuando Láquesis levantó su vara y la hundió sobre el sueldo. Una ráfaga avanzó sobre el aire: Joel sintió como si chocara contra una pared al mismo tiempo que parecía traspasado por una fuerza inconmensurable.

“Has recibido el ataque de Medición, ahora sé cómo acabarte”, dijo la Moira y volvió a atacarlo por segunda vez. El joven eterno acabó en el suelo con su cuerpo severamente golpeado. Sin embargo, mientras Láquesis se acercaba, podía oír la risa dificultosa del caído.

“¿De qué te ríes?”, preguntó Láquesis desconcertada al observar a Joel levantarse nuevamente. “Atácame y verás”, respondió desafiante el joven eterno, y extendió sus brazos para demostrar que no se defendería.

Láquesis rió victoriosa y hundió otra vez su vara contra el piso, pero ésta se quebró y su ataque explotó sobre ella. Una vez que hubo disipado el humo, Láquesis se encontró herida y arrodillada sobre la explanada.

Joel la miró: sostenía el pedazo más en punta de la vara. “No hubo necesidad de hacer mucho, sólo lanzar un golpe lo suficientemente fuerte y sutil sobre tu arma”, explicó el joven eterno. Empujó el pedazo, el cual atravesó el pecho de Láquesis, hiriéndola mortalmente.

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