No podía entenderlo. Estaba sola en aquel lugar, ¡y sin embargo, Alberto le contestaba desde el más allá! “¿O es acaso una broma?”, dudó. Decidida a convencerse de una vez por todas que esto era real, lanzó una frase al viento: “dame una pista que me lleve a tu asesino”. A pesar de repetirla varias veces, no apareció otro papel.
Entristecida y desganada, Malena dejó el puente. No pensaba volver a pasar por allí pero súbitas circunstancias la obligaron a caminar por la zona la mañana siguiente. Había resuelto dejar que sus pasos la alejaran lo más rápido de aquella acera. Pero, cuando miró hacia la flor de ayer que comenzaba a marchitarse, la cogió con delicadeza.
Grande fue su sorpresa al descubrir un mensaje atado a su débil tallo. “Busca en mi departamento”, leyó el breve mensaje luego de desenrollarlo. Esa línea la perturbó: había decidido olvidar todo lo que estuviera relacionado con él. Empero, decida a encontrar la verdad, se dirigió hacia ese lugar de ingrata recordación.
Al llegar, se detuvo un momento. Empezó a llorar sobre la puerta unos segundos. Una vez que se sintió más calmada, sacó su llave y abrió la puerta. Se extrañó de ver cosas desordenadas sobre el cuarto. Caminó unos metros más y se encontró con un joven. La impresión fue tal que se desmayó inmediatamente. Después de unos minutos volvió en sí: ¡era la cara de Alberto! “Soy Gerardo, el hermano de Alberto”, le respondió…