Archivo de la categoría: Fragmentos literarios

Breves creaciones literarias del autor

Los tiempos de Joel (capítulo cinco)

[Visto: 799 veces]

(viene del capítulo anterior)

Sofía arregla unas rosas blancas en el florero. No lo hace con naturalidad, sino de forma casi mecánica. “Veinticinco años”, se dice para sí, y rompe a llorar. Veinticinco años, el tiempo que ha pasado desde que se casó enamorada de Manuel.

Un casamiento que creyó sería eterno, pero que poco a poco la relación se estancó en tontas discusiones y decayó en su fortaleza. Aún en el verano, las noches le eran frías. Sí, Manuel estaba en su cama, pero es una total indiferencia.

Si tenía la iniciativa para emprender proyectos, allí estaba él para recalcarle sinrazones. Una vida vacía, odiosa. Una vida que sólo llenaba con lo único bueno que le dio su casi ex esposo, sus dos hijos: Fernando, de veintidós, y Alexia, de veinte.

Sofía miró el reloj en su muñeca: son las diez de la mañana de otro jueves cualquiera. “Hora de ir a comprar”, recordó mientras elaboraba mentalmente la lista de cosas que necesita para el almuerzo. Coge las llaves y el monedero, saliendo presurosa.

Luego de una media hora casi eterna, finalmente pasa el último producto por la máquina registradora y paga la compra. Cruza la calle y llega al paradero. Está mirando hacia los ómnibus que vienen cuando, de pronto, su mirada se desvía al otro lado de la avenida. “No puede ser”, ella se sorprende y deja caer las bolsas.

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Los tiempos de Joel (capítulo cuatro)

[Visto: 859 veces]

(viene del capítulo anterior)

Joel rompió a llorar. En verdad, nunca había imaginado un cambio de actitud tan decidido en ella. Del mismo modo que no había estado consciente del cambio emocional que había ocurrido en su corazón. Y es que le dolía, le dolía demasiado.

Se dirigió tambaleándose hacia el balcón de su depa. La noche, tan clara y serena como no la experimentó antes, dejaba ver un cielo salpicado de estrellas. Él se sentó sobre el piso del balcón, al extremo izquierdo del barandal.

Con sus ojos contemplaba aquella hermosa vista cuando, de pronto, observó a un punto en particular. Divisó una estrella fugaz moviéndose de oriente a occidente. En su alcoholismo, se acordó del mito que rodea a estos celestiales objetos. “¡Quiero ser joven por siempre!”, exclamó Joel antes de derrumbarse.

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Los tiempos de Joel (capítulo tres)

[Visto: 966 veces]

(viene del capítulo anterior)

Si bien Joel tuvo algunos inconvenientes a la hora del arranque, el bólido recorrió a buen ritmo las frías avenidas. “Detente en la esquina”, le ordenó Sofía a un par de cuadras de su casa, “desde aquí sigo sola”.

Intuyendo la única respuesta que le daría, él estacionó su auto y apagó el motor. Como para que no hubieran dudas, primero ella bajó y, luego por la ventana, le dijo: “adiós”. El dolor que le quedó a Joel fue insoportable: dejó de trabajar, se descuidó en su aspecto y se dio a la bebida.

Uno de esos aciagos días que intentaba calmar con una borrachera, él abrió la puerta de su depa y se tropezó al ingresar. Mientras se levantaba, pudo apenas darse cuenta que había un sobre en el piso, el que probablemente dejaron cuando no estaba. Lo tomó en sus manos y le quitó el cintillo que ocultaba su contenido: era la invitación al matrimonio de Sofía.

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Los tiempos de Joel (capítulo dos)

[Visto: 909 veces]

(viene del capítulo anterior)

“Esto no puede continuar”, rompió ella el silencio mientras las esperanzas se esfumaban. “¿Por qué?”, preguntó Joel atónito. Sofía exhaló un suspiro tembloroso antes de responder: “Porque me caso”. Para él, esto no parecía una gran sorpresa.

Sabía que Manuel era el enamorado de Sofía desde hace un par de años. También que, mucho antes que entrara en la vida de Sofía, ellos dos ya tenían relaciones, incluso cuando ella tuvo otros novios. “Él no es tan distinto a los otros”, ironizó Joel.

“Pero lo es”, ella afirmó resuelta. Luego, le confesó el motivo de su demora: había pensado en no ir con Joel esa noche. “¿Y por qué viniste?”, otra vez preguntó él con marcado desgano. “Porque quería despedirme”, dijo Sofía convencida.

Enseguida, ella comenzó a vestirse con sus ropas, obligando a Joel, cada vez más desconcertado, a hacer lo mismo. Salieron del cuarto, devolvieron la llave y fueron a la calle, donde los aguarda, incólume, el auto azul.

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Los tiempos de Joel

[Visto: 936 veces]

Joel miró su reloj otra vez. “Nueve y diez”, susurró para sí y se acomodó la casaca, jalando el cuello hacia delante, como si quisiera alargarlo. Su cuerpo se apoyó sobre la puerta del copiloto del auto azul, al tiempo que su exhalación se tornaba blanca por acción del frío.

Cinco minutos después, el taconeo apresurado sobre las escalinatas de la entrada del edificio, le hicieron levantar un tanto la mirada: Sofía se acercaba a su encuentro, la expresión cansada, los pasos breves. “Vamos”, fue lo único que dijo ante la incomodidad de Joel, no tan obvia, por la demora.

A pesar de ello, él no decidió reprocharle nada, sino que se mantuvo callado hasta que llegaron a un pequeño hostal. Ellos no mostraron la menor prisa en entrar allí, ni siquiera porque el encargado les entregara rápido la llave de la habitación.

Dos horas más tarde, y tras haber hecho el amor varias veces, los dos cuerpos desnudos respiraban agitados bajo la sábana clara, en medio de un ardoroso ambiente que los hacía inusualmente sudar. Fue entonces cuando Sofía, recuperando el aliento, lo miró a él. Era una mirada de decepción que, poco a poco, llenó de temor a Joel.

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La nota en el puente (final de temporada)

[Visto: 797 veces]

(viene del capítulo anterior)

Una vez que estuvieron dentro, sentado sobre la cama, Gerardo pareció arrepentirse: “Creo que esto no está bien”. Iba a irse, pero ella lo detuvo. “Déjame darte otro trago”, y llevó su copa a llenar con la botella de vino que dejó sobre la cómoda. “No tiene nada de malo lo que hacemos”, le dijo Malena, ofreciéndole la bebida.

Gerardo tomo un par de sorbos y luego se quedó pensativo: “Serás hermosa, pero él era mi hermano y tú, su enamorada”, respondió tras su breve reflexión. “Tu hermano no te culpara por esto”, dijo ella antes de volver a besarlo. Los dos se reclinaron sobre la suave superficie. Parecían disfrutar del momento hasta que…

“¡No puedo respirar!”, gritó él levantándose violentamente y echarse de nuevo. “¿Qué te pasa?”, preguntó Malena, notando que el gemelo se asfixiaba rápidamente. Se movió unos segundos y, luego, su cuerpo quedó en calma. Ella le tomó el pulso: no tenía. Su boca abierta fue el signo más contundente de que estaba muerto.

Malena miró fijamente al cadáver mientras soltó una bolsa de extrañas hierbas. Cerró los ojos y se concentró, como si ejecutara un ritual. “Lo que es, se irá… y lo que fue, vendrá”, fueron las palabras que pronunció antes de ver de nuevo hacia la cama. Un viento helado entró por la ventana. Entonces, el cuerpo comenzó a respirar, aunque mantuvo los ojos cerrados.

– Abre los ojos, Alberto – dijo ella al resucitado.
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La nota en el puente (capítulo seis)

[Visto: 771 veces]

(viene del capítulo anterior)

Gerardo tocó la puerta al llegar. Malena, que había salido apenas del baño con la bata puesta, abrió la puerta y le pidió que se sentara en el mueble. Ella volvió a su cuarto mientras el recién llegado la miró alejarse. “Ahora entiendo por qué mi hermano estaba tan loco por ella”, se comentó a sí mismo con marcado deseo.

Luego de uso minutos, la joven volvió del cuarto con el diario de Alberto. “¿Te invito una copa?”, le preguntó sin ambigüedades. Gerardo aceptó casi de inmediato, y libaron algunos vasos. Malena le mostró la parte que había encontrado y se la leyó. “Debe ser duro tener que enterarte de estas cosas”, señaló él luego que terminó de oír el párrafo.

“Aún no entiendo por qué no me lo dijo”, se entristeció Malena, “pensé que teníamos algo especial”. Ella empezó a llorar. “Tranquila”, dijo él para animarla mientras colocaba su brazo detrás de su espalda, “todo ahora estará bien”. La joven levantó la mirada, viéndolo fijamente a los ojos.

Instintivamente, o debido al vino, Gerardo hizo lo mismo. No se pudieron resistir: se besaron una, y otra, y otra vez. “Ven conmigo”, dijo ella en voz baja, parándose del sofá y guiándolo de su mano hacia el dormitorio…

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La nota en el puente (capítulo cinco)

[Visto: 883 veces]

(viene del capítulo anterior)

Malena empezó aquella misma noche la tarea de revelar las invisibles palabras. Cogió un lápiz de su escritorio, y empezó a sombrear las páginas del cuaderno para resaltar los hundimientos del escrito de Alberto. Cuando empezó a leer los trazos descubiertos, sus ojos volvieron otra vez a humedecerse.

“No entiendo a Malena. Hasta hace un mes era una enamorada normal. Ahora, hay días que está alegre, vivaz. Hay otros en que anda malhumorada, cerrada. No sé si tenga que ver con la cita que tuvo con el médico. Esa vez, al preguntarle sobre el diagnóstico, me evadió. Tras mucho insistir, sólo me dijo, con los párpados bajos, que era culpa del cansancio. Y no le creo”, se leía en uno de los párrafos.

Sentada en el sofá de su sala, lloró amargamente durante unos minutos por ese cruel secreto. Tras secar sus lágrimas, llamó a Gerardo. “He descubierto algo. Ven a mi casa”, dijo ella al gemelo con cierto aire de tristeza…

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La nota en el puente (capítulo cuatro)

[Visto: 1322 veces]

(viene del capítulo anterior)

Gerardo la consoló, aunque no entendía muy bien por qué ella afirmaba eso. “Quizá aún está perturbada”, pensó para sí mientras le secaba sus últimas lágrimas. “A pesar que no sepa bien qué buscas, te ayudaré”, fue la respuesta que dio. Entonces, Malena empezó a revisar uno por uno los cajones de la cómoda.

Luego de un rato, desordenando el cajón inferior, halló un pequeño cuaderno. Al leerlo, comprendió que era el objeto indicado: en las hojas, Alberto describía sus pensamientos de los últimos meses. Ella pasó rápido algunas hojas más, topándose con un problema inesperado. Ante el alboroto, Gerardo se le acercó.

“¿Encontraste algo?”, le preguntó él con aire de fracaso. “Hay un diario aquí, de tu hermano”, le señaló su descubrimiento, “pero está incompleto: le faltan unas páginas arrancadas”. Malena, entonces, decidió irse. “¿Te vas tan rápido?”, se sorprendió el gemelo. “Sorry, seguiremos en contacto”, salió ella presurosa…

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La nota en el puente (capítulo tres)

[Visto: 841 veces]

(viene del capítulo anterior)

Malena tardó un buen rato en recuperarse por completo del aturdimiento. Gerardo le alcanzó un vaso de agua para que recobrara su ánimo. “Son idénticos”, le expresó ella aún asombrada, “¿cómo es que tu hermano no me contó sobre ti?”. Él frunció el seño y, como no queriendo decir la razón, habló: “Hubo una discusión con mis padres”.

Gerardo le contó que eso ocurrió hace unos años, cuando él se sentía rebelde y muy optimista. Había decidido dejar el hogar pero sus padres se opusieron férreamente. Al final él tomó sus cosas y se marchó. Sus padres decidieron olvidarlo, y prohibieron a Alberto hablar sobre su hermano. No pensaba volver; sin embargo, la muerte de su gemelo hizo cambiar de opinión a sus padres.

Lo llamaron y regresó, aunque un poco tarde, pues llegó después de los funerales. Su intención era quedarse unos días, mas veía a sus padres y notaba que estaban totalmente destrozados. Eso lo convenció de arreglar sus asuntos de su vida anterior y forjarse una nueva aquí. “Por eso me dieron el departamento de Alberto”, señaló entristecido.

“¿Y qué te trae por aquí?”, le preguntó él cambiando de tema. “Debo buscar algo”, dijo Malena empezando a tantear entre los cuartos y los muebles.

– ¿Y qué es lo que buscas?
– No lo sé…
– ¿Y para qué lo buscas?
– No lo entenderías…
– ¿De qué hablas?

“Tu hermano no se suicidó”, respondió ante la presión, para luego romper en llanto, “a él lo asesinaron”…

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