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No es este un juicio
delicado y objetivo
sobre tu tenue presencia
en los actos de la vida.
No pienso razones,
tan solo álgidas pasiones
que me mueven
hacia un lúgubre veredicto.
Que me has abandonado,
que no estás presente,
que eres ausente
porque no existes.
No me queda entonces
nada más por decir,
te devuelvo el silencio
y regresan mis ganas de vivir.