Archivo por meses: marzo 2014

Antes de los 28 (capítulo seis)

[Visto: 453 veces]

(viene del capítulo anterior)

A pesar de ser un sueño, el dolor que siente Nico es intenso. Más aún porque las imágenes se desvanecen y no quiere dejar solo a su moribundo amigo. “Recuérdalo: esto ya pasó”, dijo la voz de José a su alrededor. En cierto modo confortado por esas palabras, Nico se preparó para lo que venía a continuación.

Se encontró frente a un lugar que le pareció familiar. Así era, es la casa de Sergio. Está tocando el timbre y luego su amigo le abre la puerta. Salen a caminar por allí y hablan sobre su próximo cumpleaños, que está muy cerca. “No sé dónde lo celebraremos, pero espero que sea muy chévere”, responde él contento y le dice que está más que invitado.

En ese momento, Nico miró hacia el caminante que venía por la vereda. Y esta vez tampoco le quedó dudas: era Dante quien se acercó a ellos y pasó por su costado. Nico se detuvo de pronto. “¿Pasa algo?”, preguntó Sergio. “No nada”, respondió el joven y le dijo que ya se iba a su casa.

Se despidieron y Nico avanzó hasta el otro lado de la calle. Ni bien terminó de pasar, se escucharon un par de balazos. Su primera reacción fue tirarse al suelo. Luego de unos minutos de sentirse ya seguro, miró hacia el otro lado de la calle: una persona yacía echada en la vereda. Al ver que era Sergio, corrió hasta su encuentro pero era tarde. Sus ojos ya no lo veían.

(continúa)

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El misterio del atrapasueños (capítulo siete)

[Visto: 468 veces]

(viene del capítulo anterior)

Después de otro día complicado en el trabajo, Alfredo ingresó cansado a la casa. Vio que Alonso estaba sentado en el sofá de la sala, lo saludó sin ánimos y caminó directo hacia su habitación. Cuando quiso ingresar, sintió cómo el niño apretó su pierna con un ansioso abrazo. Eso lo hizo recordar su promesa.

Tomándolo de la mano, Alfredo ingresó al dormitorio de su hijo y miró hacia el oso, que estaba recostado sobre la cama. “Hey oso, quiero que dejes tranquilo a Alonso. Él no te ha hecho nada”, dijo con tono firme. Luego volteó donde Alonso y señaló que todo estaría bien. “Gracias papá”, lo abrazó el niño y se fue a dormir.

Alfredo también le agradeció y se fue a su habitación. Como Nora ya estaba durmiendo, con cuidado se cambió e ingresó en la cama. No habían pasado ni diez minutos descansando, cuando soñó que el peluche se abalanzó sobre él, sus garras lo herían muy fuerte. Entre sueños lanzó un grito. Nora se despertó alborotada por el escándalo generado.

“¿Qué es lo que te pasa?”, preguntó ella sin entender lo sucedido. “Lo siento mi amor, una pesadilla, ya vuelvo”, dijo Alfredo y caminó hasta el baño. Aún algo somnoliento, abrió el grifo y se echó agua a la cara. Mientras más atento se sentía, se percató con estupor los arañazos que tenía en todo su cuerpo.

(continúa)

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Es así como lo siento

[Visto: 402 veces]

Entro en esa habitación

que parece tan vacía,

aunque estas tú sentada

en la silla tan fría.

Avanzo con pasos firmes

pero tú ni te inmutas,

esperando no verme,

deseando que me vaya.

Te miro a tu cara,

cuyos ojos me rehuyen

y tus cabellos remueves

como delgada cortina.

Pero no son tus ojos semi cerrados

los que quiero convencer:

son tus oídos algo sordos

a los que voy a señalar.

“Fue mi error, mi grave error,

y lo siento mucho,

sólo quiero que me oigas

y no que me respondas”.

Al decirlo así de frente

tan emocionado derramo

unas lágrimas sinceras

que no evitan caer.

Salgo ya de tu espacio

y me dispongo a irme,

pero tu abrazo es muy fuerte,

me desarma por entero.

Empiezo a besarte

y a quererte otra vez,

pues mi vida… tu vida,

ha vuelto a vivir.

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El heladero Juan (capítulo dos)

[Visto: 473 veces]

(viene del capítulo anterior)

Los niños, pese a su inicial desconfianza, adoptaron a Juan como su nuevo heladero, mientras la presencia de don Arturo se hizo menos visible. La amabilidad del joven los convenció de acercarse con total confianza a su vehículo. Un mes más tarde, José salió de su casa y le pidió a Juan un helado de vainilla.

Juan se sorprendió y le dijo que se le había acabado. “No puede ser… ¡tiene que haber uno por allí!”, exclamó el niño con mucho fastidio. El nuevo heladero le pidió que subiera al carro para que lo ayudara a buscar en la nevera. Mientras tanto, la mamá de José se preocupó de que su hijo ya estuviera cerca de media hora fuera de la casa.

Pero, cuando avanzó hacia la puerta, escuchó el golpe de nudillos de su hijo. Rápidamente, ella abrió la puerta y José entró con una sonrisa en sus labios y un helado en la mano. La mamá le preguntó por qué se había demorado tanto. “Lo siento, me puse a jugar con Juan”, se excusó el niño bajando la cabeza y caminó hacia su habitación.

(continúa)

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Antes de los 28 (capítulo cinco)

[Visto: 427 veces]

(viene del capítulo anterior)

Dentro del sueño, Nico abrió los ojos y miró hacia la calle. En la esquina, José lo esperaba: “Y, ¿qué te cuentas broder?”, dijo su amigo y entonces recordó que era aquel día del fatídico accidente. La conversación transcurrió de lo más trivial, hasta que José ya tuvo que irse a su casa.

El detalle fue que, antes que terminara la conversación, un hombre pasó por su lado. José espera el bus que lo lleve hasta su paradero, cuando un auto a excesiva velocidad sale de la pista por el lugar. José apenas si puede ver al auto, así que no reacciona y es atropellado de frente. El choque es durísimo y José sale volando por el aire.

Nico vió cómo su amigo caía de cabeza sobre el pavimento, muriendo en ese instante. Corrió hasta él y quiso reanimarlo, pero ya era tarde. Consumido por la tristeza, empezó a llorar mientras todos se acercaban a ayudarlo. Excepto Dante, el hombre extraño, quien observó de lejos y se retiró del lugar con su cara de indiferencia.

(continúa)

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El misterio del atrapasueños (capítulo seis)

[Visto: 482 veces]

(viene del capítulo anterior)

Alfredo recordó haber estado acostado con el peluche, así que dedujo que en algún momento lo dejó caer y se sintió tranquilo que su esposa lo recogiera. Pasado el reproche, disfutó del desayuno que le había servido su esposa y llevó al colegio a Alonso, quien lo miró con cara de asustado durante el trayecto.

“¿Qué es lo que te sucede?”, preguntó el padre al ver su miedo. “El oso me visitó anoche”, respondió el niño mirándolo con los ojos bien abiertos. Contó que, en la noche, la puerta de su habitación se abrió con cierta lentitud. Alonso abrió los ojos y pudo ver, en medio de la oscuridad, cómo el peluche asomó su cara por detrás de la puerta y lo miró con furia.

Dijo que se tapó con las sábanas, pensando que iría a buscarlo, pero pasaron unos minutos  nada sucedió. Para cuando asomó otra vez la cabeza, la puerta de su cuarto estaba cerrada otra vez. Aunque impactado por el relato, Alfredo no le creyó a su hijo y pensó que sólo había tenido una pesadilla.

Lo dejó en la entrada del colegio y se despidió con una promesa: “Cuando vuelvas, buscaremos a ese oso y le diremos que te deje tranquilo”, afirmó Alfredo con una gran sonrisa.

(continúa)

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Descubierta la traicionera

[Visto: 481 veces]

Las dudas se hicieron reales

escuchando de casualidad,

viendo por la ventana opaca

o detrás de la puerta abierta.

Todos te esperan

sentados ante el altar,

y tu en un espacio contiguo,

sentado apenas ante la soledad.

La demora se torna evidente,

las flores blancas se secan,

las miradas se intercambian,

los murmullos aparecen.

Hasta que ella, cansada,

va hacia tu encuentro,

y ve que la corbata

ha caído ya al suelo.

Te pregunta qué pasa,

y le respondes con firmeza,

“ya lo sé todo,

no puedo seguir con esto”.

Él abandona cansino

la apacible oficina,

y ella se siente descubierta,

se siente traicionera.

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El heladero Juan

[Visto: 471 veces]

Aquella mañana de fines de diciembre, José esperaba que pasara el carro heladero con el sonido de corneta tan particular. Se imagina salir corriendo por la puerta de su casa, y llegar hasta el carro donde él y otro niños pedirían sus paletas de helados a Don Arturo, el viejo heladero que tan amablemente los atendía en cada verano.

La corneta sonó otra vez como cada verano, y el niño se apresuró en salir por la puerta. Ni bien lo vio acercarse, el carro paró a su costado. José vio bajar al conductor del carro y se quedó algo soprendido. El cabello negro y la barba incipiente eran inconsistentes con la apariencia de su viejo heladero.

“¿Qué helado deseas niño?”, preguntó el desconocido. El niño se le quedó mirando en silencio por algunos segundos, y luego preguntó por Don Arturo. “Aquí hijo”, dijo el viejo heladero por la puerta del copiloto. José lo reconoció y se volvió hacia él. “Disculpa que no pueda atenderte, tengo una lesión, pero mi sobrino Juan me ayudará con los helados”, se excusó el señor y dirigió su dedo hacia el joven y nuevo heladero.

(continúa)

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Antes de los 28 (capítulo cuatro)

[Visto: 445 veces]

(viene del capítulo anterior)

Ante la súbita aparición, Nico cayó de rodillas sobre la hierba. Se sentía cansado y jadeaba mucho para alguien que recién había salido de casa. “¿Quién eres tú?”, preguntó intentando volver a recuperar el aliento. “Soy yo, broder… José… por favor, tienes que ayudarnos”, respondió el espectro de modo emotivo.

Nico se sorprendió cuando utilizó el plural. “Sí, Sergio está conmigo y te necesitamos más que nunca”, afirmó José mientras se desvanecía. El joven preguntó por qué era tan importante su ayuda. “Dante es más que sólo un testigo”, señaló el espectro y desapareció de la escena como engullido por el paisaje.

Alertado por la aparición, Nico volvió para su casa. Sentía que, si el mensaje de José era correcto, debía recordar los detalles de esos aciagos días. Tomó algunas pildoras para dormir de la gaveta de su mamá y se las pasó bebiendo un vaso de agua. Luego de unos minutos se sintió somnoliento, y se dejó caer sobre su cama.

(continuará)

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El misterio del atrapasueños (capítulo cinco)

[Visto: 517 veces]

(viene del capítulo anterior)

Habían transcurrido un par de semanas en total normalidad, hasta que un día, al regresar de la oficina, Alfredo se percató que el peluche yacía detrás de uno de los muebles de la sala. Lo recogió, se dirigió hacia el cuarto de Alonso y le preguntó por qué el oso estuvo en aquel rincón.

“Es que me aburrí de jugar con él”, respondió el niño con toda franqueza. “Ya hablamos de esto, que cuidarías de los…”, señaló el padre pero fue duramente interrumpido. “¡Esto no pasaría si me regalaras lo que quiero!”, gritó el niño y, acercándose a Alfredo, le quitó el peluche y lo tiró al piso otra vez.

Luego, Alonso tomó la caja donde estaba el circuito ferroviario y lo volvió a armar. Mientras esperaba la llegada de su esposa, Alfredo se llevó al oso hasta su habitación. “Si sólo pudieras sentir, quizá y mi hijo te trataría de otra manera”, dijo mientras le limpia el pelaje con sus manos. Cansado por el día, Alfredo se quedó dormido con el peluche en sus brazos.

Para cuando despertó, notó que el peluche estaba encima de la cómoda de la habitación. Volteó en la cama y saludó a Nora, que también se despertó. “Gracias por poner el oso allí”, señaló Alfredo con alivio. “Es lo menos que podía hacer si lo dejaste tirado en el piso”, dijo ella en tono de regaño y salió hacia la cocina.

(continúa)

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