El amigo imaginario

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Roberto descansa tranquilo sobre la cama del hospital. Mira hacia la ventana y recuerda las palabras del doctor “la vasectomía fue un éxito”, y respiró con alivio. No fue fácil para él haber tomado esa decisión desde que perdió a su esposa y se tuve que quedar a cuidar a su único hijo, Mateo.

“No te preocupes hijo, lo cuidaré bien”, fue lo que le dijo Clara, su madre, antes de salir de su casa rumbo a la operación. Antes de irse, volteó la mirada: Mateo estaba en la puerta, triste, lloroso, como pensando que su papá tampoco volvería. “Ya vuelvo… muy pronto”, le consoló mientras lo abrazaba con gran fervor.

Y ese pensamiento lo animó durante aquel par de días siguientes que se le hicieron eternos. Y lo volvió a recordar recostado en la cama del hospital. “Ya vuelvo”, se dijo para sí. Cuando volvió, ni siquiera tuvo que tocar la puerta: Mateo salió a su encuentro y lo abrazó con muchas ganas.

“Te dije que volvería, y ya estoy aquí”, dijo Roberto abrazándolo con mucho cariño. Una vez que entró en la casa, Clara fue a su encuentro, también lo abrazó pero su semblante era algo distinto. Algo en la expresión de su rostro la mostraba aliviada pero, también, aterrada. “Quiero que veas esto”, dijo la señora guiándolo hacia adentro.

(continúa)

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