Joel aceptó encantado. Para cuando terminó la clase, salieron juntos del salón. Alexia, con la excusa de explicarle más sobre el trabajo, se dirigió con él hacia una de las bancas y disfrutar un rato más de su compañía.
En eso estaba cuando recordó la llamada de su hermano. “Sorry, ya te diré bien otro día, me tengo que ir a mi casa”, se despidió la joven, pero Joel la detuvo. “¿No quieres que te lleve a tu casa?”, preguntó mirándola fijamente.
Aquel extraño magnetismo volvió a sentir en ese momento y dijo que sí. Él la condujo hasta el estacionamiento, donde el viejo auto azul lo esperaba. “Wow, ¡qué lindo auto!”, exclamó ella, pero se sorprendió aún más cuando Joel le confesó que había sido de su padre.
“No te creo. ¡Parece nuevo!”, le comentó Alexia emocionada. Subieron al coche y se dirigieron a su casa. “Aquí es”, señaló ella al llegar. Joel no tuvo dificultad en reconocer la casa, a pesar del cambio de color de las paredes.