Archivo por meses: diciembre 2010

La nota en el puente (final de temporada)

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(viene del capítulo anterior)

Una vez que estuvieron dentro, sentado sobre la cama, Gerardo pareció arrepentirse: “Creo que esto no está bien”. Iba a irse, pero ella lo detuvo. “Déjame darte otro trago”, y llevó su copa a llenar con la botella de vino que dejó sobre la cómoda. “No tiene nada de malo lo que hacemos”, le dijo Malena, ofreciéndole la bebida.

Gerardo tomo un par de sorbos y luego se quedó pensativo: “Serás hermosa, pero él era mi hermano y tú, su enamorada”, respondió tras su breve reflexión. “Tu hermano no te culpara por esto”, dijo ella antes de volver a besarlo. Los dos se reclinaron sobre la suave superficie. Parecían disfrutar del momento hasta que…

“¡No puedo respirar!”, gritó él levantándose violentamente y echarse de nuevo. “¿Qué te pasa?”, preguntó Malena, notando que el gemelo se asfixiaba rápidamente. Se movió unos segundos y, luego, su cuerpo quedó en calma. Ella le tomó el pulso: no tenía. Su boca abierta fue el signo más contundente de que estaba muerto.

Malena miró fijamente al cadáver mientras soltó una bolsa de extrañas hierbas. Cerró los ojos y se concentró, como si ejecutara un ritual. “Lo que es, se irá… y lo que fue, vendrá”, fueron las palabras que pronunció antes de ver de nuevo hacia la cama. Un viento helado entró por la ventana. Entonces, el cuerpo comenzó a respirar, aunque mantuvo los ojos cerrados.

– Abre los ojos, Alberto – dijo ella al resucitado.
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La nota en el puente (capítulo seis)

[Visto: 776 veces]

(viene del capítulo anterior)

Gerardo tocó la puerta al llegar. Malena, que había salido apenas del baño con la bata puesta, abrió la puerta y le pidió que se sentara en el mueble. Ella volvió a su cuarto mientras el recién llegado la miró alejarse. “Ahora entiendo por qué mi hermano estaba tan loco por ella”, se comentó a sí mismo con marcado deseo.

Luego de uso minutos, la joven volvió del cuarto con el diario de Alberto. “¿Te invito una copa?”, le preguntó sin ambigüedades. Gerardo aceptó casi de inmediato, y libaron algunos vasos. Malena le mostró la parte que había encontrado y se la leyó. “Debe ser duro tener que enterarte de estas cosas”, señaló él luego que terminó de oír el párrafo.

“Aún no entiendo por qué no me lo dijo”, se entristeció Malena, “pensé que teníamos algo especial”. Ella empezó a llorar. “Tranquila”, dijo él para animarla mientras colocaba su brazo detrás de su espalda, “todo ahora estará bien”. La joven levantó la mirada, viéndolo fijamente a los ojos.

Instintivamente, o debido al vino, Gerardo hizo lo mismo. No se pudieron resistir: se besaron una, y otra, y otra vez. “Ven conmigo”, dijo ella en voz baja, parándose del sofá y guiándolo de su mano hacia el dormitorio…

(continúa)
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La nota en el puente (capítulo cinco)

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(viene del capítulo anterior)

Malena empezó aquella misma noche la tarea de revelar las invisibles palabras. Cogió un lápiz de su escritorio, y empezó a sombrear las páginas del cuaderno para resaltar los hundimientos del escrito de Alberto. Cuando empezó a leer los trazos descubiertos, sus ojos volvieron otra vez a humedecerse.

“No entiendo a Malena. Hasta hace un mes era una enamorada normal. Ahora, hay días que está alegre, vivaz. Hay otros en que anda malhumorada, cerrada. No sé si tenga que ver con la cita que tuvo con el médico. Esa vez, al preguntarle sobre el diagnóstico, me evadió. Tras mucho insistir, sólo me dijo, con los párpados bajos, que era culpa del cansancio. Y no le creo”, se leía en uno de los párrafos.

Sentada en el sofá de su sala, lloró amargamente durante unos minutos por ese cruel secreto. Tras secar sus lágrimas, llamó a Gerardo. “He descubierto algo. Ven a mi casa”, dijo ella al gemelo con cierto aire de tristeza…

(continúa)
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Proyecciones macabras (capítulo final)

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(viene del capítulo anterior)

Eduardo esperaba agazapado en el matorral. Había llegado temprano a ese pequeño bosque para ubicar el claro entre la vegetación donde se produciría el fatídico encuentro. Luego de un rato, vio llegar a Susana, quien parecía no estar consciente de lo que sucedería. Iba a advertirle, pero detrás venía Guillermo, mostrando una tenue sonrisa.

“Y bien”, le preguntó ella, “¿de qué quieres hablarme aquí?”. “Mira hacia allá”, le dijo indicándole el matorral. Susana se volteó, momento que aprovechó Guillermo para sacar un bate de béisbol de su mochila. “Acá no veo nada”, respondió volviendo a mirarlo, cuando recibió el fuerte golpe en la cabeza que la derrumbó sobre el campo.

“Ni volverás a ver”, amenazó levantando otra vez el arma para lanzar un golpe final. Entonces, Eduardo salió de su escondite y, con un puñetazo certero, derribó al sorprendido atacante. “Detente”, le suplicó Guillermo al verse superado por el impulso agresivo de su antes amigo. Exhausto, levantó el bate sobre la cabeza sangrante de Guillermo.

“Por favor, no lo hagas”, exclamó jadeante el herido, “ella es…”, y no pudo terminar la frase porque el batazo de Eduardo lo calló para siempre. Luego, se dirigió a auxiliar a Susana; sin embargo, ella ya se había incorporado y esbozaba una sonrisa malévola. “Hubieras escuchado a tu amigo”, fue lo único que dijo antes que la sangre de Eduardo se derramara sobre el claro. Sigue leyendo

El pajarillo sobre el dintel… (hasta siempre, abuelita Tensy)

[Visto: 758 veces]

Fue un martes atípico. En pleno clima que ya comienza a calentar, fue una tarde más bien ventosa. Llegué a mi casa y no lo sabía: tuvo que decírmelo mi hermana para saber que ya te habías ido. De mañanita y a tus noventa años. Todos parecían tranquilos, menos yo. Probablemente sintiéndome culpable, impotente de saber que no podía hacer más.

Sólo me queda recordarte, Tensyta, como la abuela cariñosa que hacía palmas ante el pajarillo de juguete colgado del dintel de la puerta, para que pudiera soltar aquellos sonidos melodiosos ante los cuales reías. Como la abuela laboriosa que hacía de las migas pedacitos, sólo para desparramarlos a las palomas sobre el pasto del parque. Como la abuela amorosa y buena, que siempre nos daba consejos para vivir bien.

Hoy, tu cuarto se quedó vacío. Hoy, tu casa ya no tiene su presencia. Sé que ya no te podré ver y ese hecho no importa: porque vives para siempre en mi corazón.

[A los estimados lectores:

El Blog de Héctor Sánchez entra en receso por el luto de quien escribe. Como hace unos meses, les pido otra vez su comprensión en este difícil momento.

Dadas las circunstancias, el final de temporada terminará con pocos posteos, que serán revelados durante el presente diciembre.

A todos los cibernautas del blog, gracias por sus visitas en este año.

El autor.]
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